jueves, 21 de octubre de 2010

Colombia: un país que no quiere a sus mujeres

COLOMBIA: UN PAÍS QUE NO QUIERE A SUS MUJERES

Introducción por Said Abdunur Pedraza



En muchos lugares de Internet, se publica una y otras vez una serie limitada de artículos y videos islamófobos que buscan a toda costa mancillar el nombre del Islam, insultar al Profeta Mujámmad (Bendiciones y Paz de Dios sean con él), encender odios contra los musulmanes, y mostrar una falsa "conspiración islámica" contra occidente (idea que viene reemplazando la anterior idea de la "conspiración judía", idea que sirvió para el surgimiento de grupúsculos violentos de neonazis en Europa, entre otras cosas).

En su mayor parte, la información islamófoba en Internet apunta a señalar a los musulmanes como machistas, misóginos, en fin, una horda de bellacos (apenas poco más que animales) que consideramos a la mujer como menos que un objeto. Muchas personas leen esta información ridícula y falsa, ignorantes de que el Islam ha brindado a la mujer en los últimos 14 siglos más derechos de los que ha recibido en ninguna sociedad (ni siquiera en la sociedad capitalista postindustrial, véase "Derechos y deberes de la mujer en el Islam" [http://mensajesenlaruta.blogspot.com/2009/11/derechos-y-deberes-de-la-mujer-en-el.html] y "La liberación de la mujer a través del Islam" [http://mensajesenlaruta.blogspot.com/2009/11/la-liberacion-de-la-mujer-traves-del.html]).

Pero además, la mayoría lee estas mentiras desconociendo o negando la realidad de su entorno: los casos de violencia contra la mujer (en todas sus formas y a todos los niveles) son de lejos, mucho más frecuentes y terribles en los países occidentales que en los países de población mayoritariamente musulmana. De hecho, en toda Hispanoamérica la violencia contra la mujer cuenta con una tradición cultural de aprobación y tolerancia hacia ella. Tampoco podemos negar que la sociedad capitalista es la que lleva la batuta histórica en cuestiones de cosificar a la mujer y convertirla en objeto de mercantilización, y en mercancía.

A continuación, publico un breve artículo sobre la situación de la mujer en Colombia, un país donde el Islam apenas hace presencia en un número reducido de inmigrantes y en un número creciente pero aún muy pequeño de conversos. Un país mayoritariamente cristiano, esencialmente católico, con una constitución moderna, muy en la línea de la actual globalización económica y cultural del modelo hegemónico angloamericano. Un país que se jacta de ser la democracia más fuerte y de mayor tradición histórica en Latinoamérica, y de ser el principal aliado de Estados Unidos en el continente. Será interesante en un par de décadas, cuando la comunidad musulmana de este país haya crecido bastante y la gente comience a acusar a los musulmanes de ser los originadores de la violencia contra la mujer (como ocurre hoy en España), recordar que mucho antes que el Islam creciera en Colombia, la mujer era tratada como escoria en estas tierras, y no por la población nativa, no por las culturas ancestrales, sino por la imposición de la cultura hegemónica que se nos muestra como la "verdadera civilización".

Quizás entonces, datos como este nos sirvan para reflexionar que si las cosas están mal, de nada sirve tomar la salida fácil de muchos europeos, que simplemente señalan como culpables a "los otros", en particular, los musulmanes, sino que las cosas vienen mal de mucho antes, y que por tanto, con perseguir a "los otros" no se va a solucionar el problema. Que incluso, tal vez esos "otros" tengan ideas, costumbres, normas, que puedan ayudar a mejorar la situación que se ha deteriorado no por cuestiones religiosas, sino más bien, porque las cuestiones religiosas se han dejado de lado para que sea el mercado y sus leyes los que gobiernen nuestras vidas.



COLOMBIA: UN PAÍS QUE NO QUIERE A SUS MUJERES


LAS REPRESENTACIONES SOCIALES, a través de sus reiterados mensajes, circulan entre las generaciones creando la imagen de que son saberes probados por el paso de la historia y, por ello, verdades sabias y absolutas.


Contra estas creencias populares han luchado por décadas los grupos degradados por ellas, como las mujeres. Sin embargo, nada más difícil de cambiar que las visiones arraigadas en el tiempo como aquellas que sugieren que la función de la mujer es la procreación, que si la violan es porque provoca y que, pese a ello, debe ser una compañera paciente y complaciente. De aquí que no sorprendan —aunque irriten y preocupen— los resultados del estudio que presentó esta semana el Programa Integral contra Violencias de Género, en el cual se recoge, de la manera más rigurosa, la concepción que se tiene en Colombia de las mujeres. Concepción que por lo demás es responsable de desprecios, como el de la vida, representado en 1.523 asesinatos el año pasado, que equivalen a casi cuatro mujeres muertas por día.

Aunque se hayan implementado políticas y normativas para modificar tales representaciones y garantizarle a la mujer sus derechos, persisten imaginarios, actitudes y prácticas que toleran y avalan la violencia física, sexual y psicológica hacia ellas. Según lo demostró el estudio, el 78% de los cuestionados cree, por ejemplo, que si un hombre está disgustado es mejor no molestarlo. El 73% está en desacuerdo con que las mujeres hagan lo que quieran y sólo el 39% está en total desacuerdo con que sea deber de la mujer tener relaciones sexuales con su marido así no lo desee. Esto último refleja la convicción del rol pasivo de la mujer en la sexualidad que, sin embargo, y de manera paradójica, no la exime de la responsabilidad última del cuidado sexual y del embarazo. Y, como si la censura de la autonomía y el goce no fuera suficiente, uno de cada diez de los hombres encuestados cree que las esposas deben aguantar transgresiones para mantener la unión y una de cada diez personas —hombres y mujeres— justifica el castigo físico en caso de infidelidad.

Los resultados, afortunadamente, no son del todo homogéneos. Las nuevas generaciones y las personas con mayor educación tienen percepciones más respetuosas de la mujer. También lo hacen los empleados de las instituciones del Estado; avance valioso dadas la visibilidad y poder que manejan. A diferencia del 40% de la población encuestada en los hogares, sólo el 2% de los funcionarios considera que para ser hombre hay que ser aguerrido o valiente y con respecto al rol en la sexualidad, sólo una minoría coincide con la idea de que los hombres necesitan de más sexo que las mujeres y únicamente el 1% considera que la masturbación es una práctica exclusivamente masculina. Resultados, como muchos otros, muy positivos, incluso en el caso de que respondan a la presión institucional que obliga a respuestas políticamente correctas.

No obstante, sin ánimo de desconocer los avances, la situación sigue siendo crítica. Entre los funcionarios, por ejemplo, se cree todavía que la violación se explica por la incontrolable tentación de los escotes y en los hogares que “el amor se expresa de muchas formas, incluso a golpes”. Es tenebroso, además, que la embriaguez siga justificando en un alto porcentaje la violencia en tanto se argumenta que el “pobre” borracho no sabe a quién ultraja. ¿No ve acaso a quién maltrata? Escabrosos imaginarios, sin duda, pero más escabrosa es la tranquilidad con la que espectadores consienten la violencia. Ya es hora de que el país entienda que no hay tal cosa como mujeres a quienes les guste que las humillen, las golpeen y abusen de ellas, y mucho menos que lo requieran o lo merezcan.


Editorial del periódico colombiano El Espectador, del 15 de octubre de 2010. Tomado de http://www.elespectador.com/articulo-229951-colombia-un-pais-no-quiere-sus-mujeres.
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