Volver a la guerra y acabar de una vez por todas con las FARC
Por: Said Abdunur Pedraza, organizador del Primer Foro de Musulmanes como Agentes de Paz (2016) y director del Concurso Mundial de Cuento y Poesía Pacifista (2009-2010)
El mensaje más repetido de los que votaron NO para aquellos
que votamos SÍ en el plebiscito del 2 de octubre, ha sido: “Ganamos, supérenlo.”
No estoy de acuerdo, no ganó nadie, perdió el país, pero bueno, decidí hacer el
ejercicio.
Lo primero que hay que admitir es la cruda derrota. Ganó el
NO. Por una diferencia pírrica (53.908 votos), pero ganó. La abstención fue la
mayor de los últimos 22 años (62,59%) y el huracán Matthew tuvo algo que ver
con eso, pero igual, ganó el NO. Se presentó una tutela para que se realice
nuevamente el plebiscito en las zonas que fueron afectadas por el huracán, y se
dice que así ganará el SÍ, como anunciaban con bombos y platillos todas las
encuestas. Sin embargo, eso podría tener graves consecuencias políticas en la
polarización en que está el país. Ya muchos afirman que el gobierno quiere
repetir el plebiscito ad infinitum, si es necesario, hasta que gane el
SÍ. En todo caso, la tutela aún no ha tenido respuesta y sigue como ganador el
NO.
Dado que la diferencia con la que ganó el NO fue de un
mísero 0,42%, se ha dicho que solo se les debe permitir a los del NO modificar
los acuerdos en ese mismo porcentaje. La realidad es que, al haber ganado el
NO, los acuerdos de La Habana recibieron el rechazo político, y algunos de la
campaña del NO afirman que hay que renegociar desde el principio.
También es cierto que el SÍ ganó ampliamente en muchas de
las regiones más golpeadas por el conflicto armado con las FARC (95% en Bojayá,
91% en El Tarra, 84% en Toribío, 76% en Arauquita, 76% en Quibdó, 93% en Guapi,
etc.) Muchos apuntan a que el NO ganó gracias a que el “país paisa” (Antioquia
y el Eje Cafetero) apoyó la campaña de su paisano expresidente. Eso no es justo
con los que votaron por el SÍ en esa zona, y al final, esa maravilla llamada
democracia le da la razón a quien logra mayores números. Si quienes más han
sufrido con la guerra quieren pararla y están dispuestos a perdonar y a
trabajar hombro a hombro con sus victimarios para construir la paz y
entregarles a sus hijos un país mejor, eso es lo de menos. Lo que importa es este
numerito: 0,42% Con eso ganó el NO, punto.
Se han interpuesto ante la ley colombiana varias demandas
contra la campaña del NO por juego sucio. Es cierto que engañaron, mintieron,
manipularon, pero las demandas aún no han sido contestadas y el NO sigue
vencedor. Muchos que votaron NO han mostrado públicamente su indignación por la
campaña sucia y se han mostrado arrepentidos por su elección de voto. Unos votaron
en contra de que se pusieran impuestos para darles sueldos a los guerrilleros,
y ahora ven que, igual, nos van a meter más impuestos gracias a una reforma
tributaria que se va a hacer con o sin paz, pues no tiene nada que ver con los
acuerdos de La Habana. Otros votaron NO por miedo a que Colombia se convirtiera
en otra Venezuela, y ahora descubren que Santos es un oligarca neoliberal y que
es imposible que algo en los acuerdos apuntara a implementar ningún tipo de
socialismo en este país, porque de haber sido así, ni los Estados Unidos los habría
apoyado, ni la Corte Penal Internacional los habría avalado. Otros votaron NO
por miedo a que nos obligaran a todos a enseñarles a nuestros hijos a ser
homosexuales. Ahora ven declaraciones de la Iglesia Católica y de varias
iglesias evangélicas afirmando la verdad: que no hay nada de “ideología de
género” en los acuerdos de La Habana. Otros, finalmente, no querían que les
quitaran sus tierras para dárselas a los guerrilleros. Ahora tienen claro que
eso solo puede ocurrirle a quienes hayan conseguido tierras conquistadas a
punta de plomo y terror por los paramilitares. Pero por mucho que se sientan
manipulados, engañados, y para nada representados por los que han llevado
propuestas en su nombre al gobierno, ya votaron por el NO, sus votos ya fueron
contados, y mientras el plebiscito no sea declarado nulo por fraude electoral
de la campaña del NO, el NO sigue siendo vencedor. Además, los que no se
arrepienten de haber votado NO, que también son muchos, afirman que el SÍ
también mintió, y que así estamos a mano.
Los propios líderes de la campaña del NO interpusieron
varias demandas para que el plebiscito fuera declarado ilegal,
inconstitucional, ilegítimo. Ahora que el NO ganó, quisieron retirar esas
demandas, pero legalmente eso no era posible. La Corte Constitucional aún no ha
dado un veredicto sobre el tema, pero personalmente dudo mucho que el
plebiscito sea declarado nulo, ya sea por estas demandas, o por el huracán, o
por el fraude electoral de la campaña del NO, o por las marchas masivas a favor
de que se implementen los acuerdos de La Habana ya mismo, tal y como están,
incluyendo cartas de los militares en prisión, testimonios de votantes del NO
arrepentidos, peticiones de las víctimas, manifestaciones de los colombianos en
el exterior, etc., etc. Declarar nulo el plebiscito podría desencadenar una
nueva oleada de violencia, si tenemos en cuenta que hubo grandes empresarios y
terratenientes que invirtieron su dinero para que ganara el NO, y ya se sabe
que muchas de esas personas tienen nexos con los paramilitares que, a pesar del
proceso de paz con las autodefensas, siguen activos en muchas regiones del
país. No, no creo que sea conveniente ni que vaya a ocurrir, que se declare
nulo el plebiscito.
Entonces, viene lo segundo que hay que admitir: No todos los
que votaron por el NO lo hicieron por la manipulación y los engaños de esa
campaña, ni porque sean borregos que hacen lo que su expresidente o el pastor
de su iglesia les dice, ni porque no leyeron los acuerdos y no tienen ni idea
de por qué votaban en realidad, ni porque simplemente les cae mal el presidente
y votaron contra él.
Muchos votaron por intereses políticos o económicos. Todos
aquellos a los que no les conviene la restitución de tierras porque saben que
tienen terrenos que fueron arrebatados violentamente a sus dueños originales,
aquellos a quienes no les conviene la justicia transicional porque allí se
puede destapar toda la verdad que no quieren que se sepa, aquellos que tienen
aseguradas las próximas elecciones locales gracias a sus influencias y no
quieren que el partido político que se forme a partir de la desmovilización de
las FARC les haga algún contrapeso, los narcos que necesitan que las zonas
donde tienen sus instalaciones y sus corredores de transporte se mantengan
aisladas por la violencia para que nadie interfiera en sus negocios, los
mercenarios que se lucran con el negocio de la muerte, los extranjeros que
venden armas a ambos bandos… Todos ellos siguen apoyando el NO, y tienen
bastante poder para seguir dilatando la renegociación y boicoteando el proceso
de paz. Ellos no quieren paz y no hay forma de hacerlos cambiar de opinión.
Pero también está una parte de las víctimas y una parte de
los militares. En ambos casos son partes minoritarias, pero con una posición
muy firme y activa. Ellos dicen que quieren paz, pero no dicen a qué costo.
Para ellos, la única solución posible es que las FARC sean aniquiladas, matando
a los que más se pueda, hasta que se sometan arrodillados pidiendo clemencia, y
entonces dejar que se pudran en la cárcel.
Entonces, viene lo tercero. Pensar: Y… ¿por qué no? Es
decir, se supone que las FARC están negociando porque les dieron muy duro, las
debilitaron mucho, y aunque no han sido derrotadas militarmente, es cuestión de
poco tiempo, unos cuantos muertitos más, y se acabó el asunto. Al menos eso
creen muchos.
Sí, es cierto que Uribe prometió acabar a las FARC en 2
años, lo intentó durante 8 a un costo de vidas altísimo, dejando más de 3
millones de desplazados y miles de falsos positivos en el camino, y no pudo.
Pero esta gente, radicalizada en el NO, realmente cree que eso es un mal
necesario. Algunos lo han expresado claramente en redes sociales: Es cuestión
de reorganizar a las Bacrim en unas autodefensas renovadas y fortalecidas, y
listo. De nuevo a la motosierra, a las escuelas de descuartización, a las casas
de pique, pero bueno, es por una causa noble y justa: acabar con los criminales
narcobandoleros de las FARC. Y claro, reelegir a Uribe, para que salve a la
patria. No importa si le toma otros 8 años, o 20, lo que sí es seguro (no para
mí, pero sí para muchos) es que él sí puede darnos la paz, a punta de balín. El
hecho de que la gran mayoría de los 9 millones y medio de víctimas del
conflicto (entre 1985 y 2016) hayan sido civiles, no debe detenernos en el
esfuerzo bélico por acabar con menos de 20.000 guerrilleros, ¿verdad?
Entonces, de nuevo, ¿por qué no volver a la guerra y acabar
ahora sí, de forma definitiva, con las FARC? Así habría paz, ¿no?
Ese planteamiento me recuerda a Ruanda. En la radio,
colaboradores de un grupo radical daban discursos de odio a la gente de manera
permanente. En ese momento, el país atravesaba una grave crisis económica
debido a la caída del precio internacional del café y al elevado gasto militar,
pero se le decía a la gente que los tutsis eran el problema, y si acababan con
ellos, habría paz y prosperidad. Resultado: Entre 800.000 y un millón de
muertos en solo 5 meses, en un país de solo 8 millones de habitantes. El país
quedó devastado, la gente fue asesinada principalmente a machete, la mayoría de
las mujeres brutalmente violadas y mutiladas en el proceso de violación.
Cientos de miles de desplazados. Los hutus moderados, los que no estaban de
acuerdo con el gobierno, los que no aceptaban el genocidio, fueron masacrados
junto con el 75% de todos los tutsis del país. Para hacernos a una idea, es
como si en Bogotá milicias urbanas persiguieran a los supuestos
guerrilleros y a todos los que votamos por el SÍ y asesinaran a un millón de
personas en 5 meses, violando y descuartizando gente a machete todos los días
de manera sistemática por toda la ciudad. Para hacernos a una mejor idea, la
máxima asistencia al Estadio Nemesio Camacho “El Campín” fue de 70.000
espectadores durante el concierto de conciertos de 1988. Habría que llenar ese
estadio unas 14 veces con esa misma cantidad de gente y matarlos a todos para cubrir
la misma cuota de asesinatos.
Podríamos sentarnos a hacer cálculos: ¿Cuántos guerrilleros
son? ¿Y cuántos militares? Haciendo cuentas… un momento, no sabemos exactamente
cuántos guerrilleros son, porque nunca hemos tenido datos de cuántos hay en
milicias urbanas en las ciudades, estamos pensando solo en los que están en el
monte y sus grupos de apoyo, confiando en que los datos que nos dieron sean confiables:
17.500 aproximadamente. Y los de las ciudades bien pueden estar preparando un
posible regreso a la guerra, reclutando sangre nueva. Lo que significaría que,
al empezar de nuevo el conflicto, las FARC recibirían refuerzos conseguidos
durante esta etapa de limbo en que nos dejó la victoria del NO. Por otro lado,
las FARC entregaron a unos pocos menores de sus filas a la Cruz Roja, pero al
ganar el NO, ese proceso se truncó, así que todavía tienen a la mayoría de
menores en sus filas, entrenados y listos para volver al combate. Hace más de
una semana que las FARC debían comenzar a entregar las armas a la ONU, pero con
la victoria del NO eso nunca sucedió, así que todavía tienen todas sus armas. Y
aunque hicieron un proyecto piloto de desminado en conjunto con el Ejército
Nacional, ese proceso también quedó suspendido, así que la gran mayoría de las
minas sigue donde estaba. En resumen: Las FARC están listas para volver al
combate, están descansando y lubricando las armas, todavía tienen prácticamente
a todos sus miembros en sus filas, y es posible que reciban refuerzos de
iniciarse la guerra nuevamente.
Seamos realistas. Las FARC tienen 52 años de experiencia en
guerra de guerrillas, y la difícil orografía colombiana está llena de lugares
donde ocultarse, reorganizarse y lanzar ataques. Lugares que ellos conocen muy
bien, y fue así como tuvieron en jaque hasta a los gringos cuando tres de sus conciudadanos
estuvieron secuestrados en nuestras montañas por parte de esta misma guerrilla
(seis años, cuatro meses y tres semanas de secuestro).
Recordemos cómo se formaron las FARC: El entonces presidente
Guillermo León Valencia decidió acabar con la insubordinación de un grupito de
liberales y comunistas que habían declarado a Marquetalia como república
independiente. Entre el 27 de mayo y el 22 de junio de 1964 se dieron fuertes
combates y bombardeos, y el Ejército Nacional se impuso en la zona. Sin
embargo, 150 combatientes lograron escapar. ¡Solo 150! Estaban diezmados, se
les siguió persiguiendo, varios de sus líderes cayeron en las semanas siguientes.
Entre los perseguidos se encontraba Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda
Vélez o Tirofijo, quien murió 44 años después, de muerte natural, siendo
comandante de las FARC, hoy día la guerrilla más grande y antigua del
hemisferio occidental. Han pasado 52 años desde esa “solución” y lo único que
se logró fue que el problema creciera, y creciera, y creciera. La misma
solución ha sido repetida muchas veces, por ejemplo, con Turbay y su Estatuto
de Seguridad (en la década de 1980), y más recientemente con Uribe y su Seguridad Democrática. Y aquí
estamos, con la posibilidad en nuestras manos de ponerle, por fin, un final a
ese problema, de comenzar una nueva historia. Pero ganó el NO. Entonces,
¿volvemos a la guerra, a ver si ahora sí podemos hacer lo que no hemos hecho en
52 años de muerte y destrucción?
Si tenemos en cuenta que los paramilitares, con todo su
poderío militar financiado por grandes multinacionales, terratenientes,
empresarios y carteles del narcotráfico, y con el apoyo de las Fuerzas
Militares colombianas, realizando todo tipo de actos de barbarie, desplazando a
millones de colombianos, despojándolos de sus tierras, asesinando campesinos
inocentes únicamente para practicar cómo descuartizar personas… Si con toda esa
brutalidad y toda esa sangre derramada, sumada a los falsos positivos, no se
logró acabar con las FARC, ¿cuánta sangre podemos calcular que nos haría falta
para derrotar a las FARC y tener, ahora sí, la paz que un grupo de los del NO
anhela?
Ahora bien, supongamos que el asunto, ahora sí, funciona.
Digamos que un año más de guerra, un millón más de desplazados, unas 10.000
víctimas más entre muertos y heridos, y listo, se rinden las FARC y ahora sí
hacemos que todos y cada uno de sus miembros se pudran en la cárcel. Eh…, esperen,
todavía no sabremos cuántos son. Muchos no están identificados, quedarán como
pernos sueltos por ahí, con la misma sed de venganza con que ahora este grupo
recalcitrante del NO espera acabarlos. Personas entrenadas en la guerra,
dolidas, sedientas de justicia. ¿Les suena conocido? ¿No fue así como todo
comenzó, y no será así como comenzará de nuevo? ¿Estamos todos los colombianos
listos y dispuestos a pagar ese precio para que la facción más recalcitrante
del NO obtenga su venganza y se logre la paz en sus términos, a sabiendas de que
eso, muy seguramente, solo alimentará la rueda de la violencia para que se
reactive más adelante? Por otro lado, los que acaben con las FARC lo habrán
hecho con un nivel de barbarie igual o superior a la que ya hemos visto, con
los paramilitares jugando al fútbol con cabezas cortadas y esas cosas. ¿Esa
será la gente “buena” de la Colombia en paz, los “héroes de la patria”?
Por lógica elemental, es absurdo pensar que se pueden
obtener resultados diferentes haciendo siempre lo mismo. Yo no estoy dispuesto
a ver correr más sangre, ni los que votamos por el Sí, ni los militares
encarcelados que han dado su apoyo a los acuerdos de La Habana, ni los miles de
colombianos que han estado marchando y concentrándose en campamentos de paz en
diversas ciudades del país, ni los que se arrepienten de haber votado por el
No, ni los votantes del No que solo esperaban que se hicieran un par de cambios
a los acuerdos y luego se los hiciera efectivos, ni los líderes de todos los
partidos políticos colombianos que apoyaron el SÍ (que fueron todos los
partidos del país excepto uno).
Me disculparán los recalcitrantes del NO, pero su “supérenlo”
no es un argumento y no conduce a nada bueno. Colombia lleva 200 años de
conflictos. El conflicto con las FARC ha durado 52 años, más de medio siglo de
bala, machete y motosierra, de bombas, minas antipersonales, inflados
presupuestos para la guerra, desplazados, muertos, etc. En este país hemos
realizado todos los actos de violencia concebibles y muchos que escaparon
incluso a la imaginación de los inquisidores y de los monarcas más tiranos del
medioevo. Hemos transitado ese camino una y otra vez, y lo único que hemos
hecho es abrir más heridas. Ya no podemos borrar esas heridas, debemos hacer
que cicatricen, aprender a vivir con esas cicatrices, y enseñarles a las
siguientes generaciones qué son esas cicatrices, cómo las obtuvimos, cuál es la
historia, y por qué no deben repetirla.
El país necesita verdad, reparación y no repetición.
Necesitamos la restitución de tierras que está contemplada en los acuerdos de
La Habana. Necesitamos ese sistema de justicia transicional que garantice que
Colombia, como sociedad, como nación, conozca la verdad y la escriba en su
historia. Es cierto, ganó el NO, pero perdió el país. Por eso, no puedo
simplemente “superarlo” y aguantarme el hecho de que ganó el NO. En lugar de
eso, me sumo al clamor de todos aquellos que realmente desean la paz para este
país: Queremos que se implementen los acuerdos de La Habana ya mismo, tal y
como están, o en su defecto, con algunas modificaciones negociadas, pero SIN
QUE SE ALTERE EN ABSOLUTO LO CONCERNIENTE A LA RESTITUCIÓN DE TIERRAS Y A LA
JUSTICIA TRANSICIONAL. Esa es nuestra exigencia. No, no queremos, no podemos,
volver a la guerra.
No más muertos. Queremos el fin de las FARC por la vía
negociada, y lo queremos ya.
Artículos Relacionados