sábado, 8 de octubre de 2011

La unidad ciencia-religión en Isaac Newton

LA UNIDAD CIENCIA-RELIGIÓN EN ISAAC NEWTON


Introducción por Said Abdunur Pedraza

Sir Isaac Newton es uno de los grandes padres de la ciencia moderna, y se le considera una de las mentes más brillantes de todos los tiempos. Las leyes físicas que llevan su nombre constituyen la base de la mecánica clásica. Desarrolló el cálculo integral y diferencial, y contribuyó en la óptica y en otras ramas de la física y la matemática, siendo pionero de la mecánica de fluidos. Calificado por muchos como el “científico más grande en toda la historia.”

Sin embargo, suele olvidarse que Newton dedicó más tiempo al estudio de la religión que al de la ciencia, particularmente en los últimos 30 años de su vida. Profundamente religioso, denostó de la doctrina de la Trinidad por considerarla una forma de idolatría, llegó a la conclusión de que ya en su época no existía iglesia alguna que representara a la religión verdadera, y que la Biblia no era completamente confiable como palabra divina. Aseguró que Dios no estaba limitado por Su creación en forma alguna, y que es posible demostrar la existencia de Dios a través del estudio de la naturaleza, cosa que se propuso constantemente con su trabajo científico.

Aunque muchos oportunistas han querido relacionarlo con órdenes masonas, la verdad es que Newton era un profundo creyente en el monoteísmo puro, por lo que se decantó hacia las antiguas ideas arrianas, más cercanas al Islam que a las formas actuales de Cristianismo. Si bien nunca se hizo musulmán en términos de hacer Chajada, asistir a una mezquita y ayunar en Ramadán, el Islam enseña que Musulmán significa “aquel que voluntariamente obedece la Voluntad de Dios,” que Dios ha puesto en todos los seres humanos una inclinación natural hacia Él, y que todos nacemos musulmanes. Newton, en su búsqueda de la verdad, aceptó que Dios es el Dueño y Señor de todo cuanto existe, que a través de su creación podemos saber de su existencia y conocer su poder, que la razón y el intelecto nos fueron otorgados por Dios y a través de ellos podemos acercarnos a Él, que Dios es Uno y Único y no forma parte de ninguna trinidad ni tiene asociados ni copartícipes, y que la idolatría es el primero y mayor de los pecados. Y todos esos principios son la base fundamental del Islam. Otra coincidencia con el Islam es que Newton consideraba que el Antiguo Testamento era sólo historia, ya no era confiable como revelación, y que el Nuevo Testamento era sólo el registro del ministerio de Jesús cuando intentaba llevar a los hombres de nuevo a la religión verdadera. En efecto, el Islam enseña que la Tora y los Evangelios fueron originalmente revelados por Dios pero alterados por los hombres, y que Jesús fue enviado por Dios para retornar a los judíos a la religión verdadera, que habían perdido al modificar la Torá e inventar leyes rabínicas humanas. También es coincidente con el Islam su creencia de que en el origen de todas las religiones y filosofías, subyace una única verdad, un conocimiento original, que es la religión verdadera, el sometimiento al Creador, el Islam. De suerte que los estudios científicos de Newton eran, en realidad, intentos suyos por develar ese conocimiento original, por acercarse a esos orígenes donde reside la religión verdadera, antes que fuera contaminada por la idolatría. No sabía él que ese conocimiento está recogido en el Corán, que enseña el monoteísmo puro, libera al hombre de toda forma de idolatría, y es el único libro revelado que se ha mantenido intacto hasta nuestros días, y que recoge el mismo mensaje y el mismo conocimiento que le fue revelado a todos los pueblos, en todas las épocas, a través de los Profetas. Al no conocer el Corán, Newton ponía todas sus esperanzas de conocer la verdad en el estudio de la naturaleza y escarbando en la esencia del conocimiento de los antiguos.

Newton afirmó: “Existe un Dios… y un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo el hombre.” Con esta afirmación, declaró que Jesús no era Dios ni tenía naturaleza divina, que era sólo un hombre, un Mensajero de Dios, como enseña el Islam. su idea de “mediador” en esta frase, por tanto, no era la de “ser objeto de culto para que interceda ante Dios,” que es como los católicos consideran a sus santos y como los chías consideran a sus “imames infalibles.” Lo que Newton refiere aquí es que Jesús es el camino, el ejemplo a seguir, para llegar a Dios, que es también lo que enseña el Islam: todos los profetas enseñaron con su ejemplo el camino a seguir. Cada profeta fue camino de salvación, pues la salvación está en vivir de acuerdo a su ejemplo. Y Mujámmad fue el último de los profetas, quien trajo el mismo mensaje y ejemplo que los demás: Seguir el ejemplo de Mujámmad es seguir el mismo camino trazado por Jesús, Moisés, Abraham y todos los Profetas, que la paz de Dios sea con todos ellos.

Newton, por tanto, declaró a lo largo de su vida que no existe divinidad sino sólo Dios (la ilaja ila Al-Lah) y su trabajo científico lo desarrolló por la causa de Dios (siempre buscó demostrar la falsedad del ateísmo a través de la ciencia), lo que, a ojos de los musulmanes, lo convierte en un musulmán.

Publico a continuación algunos extractos [fragmentos] del artículo “Isaac Newton: ciencia y religión en la unidad de su pensamiento,” elaborado por John Henry, de la Universidad de Edimburgo, en 2007, que puede ser descargado en su totalidad de http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/Antioquia/038/Antioquia-038-04.pdf





Isaac Newton: ciencia y religión en la unidad de su pensamiento

Por: John Henry


[…] Una de las principales razones para el éxito de la filosofía natural de Newton fue el papel que ésta tuvo al desarrollar una teología natural valiosa. En la Inglaterra del siglo XVII floreció el uso de los estudios del mundo natural para probar la sabiduría, omnipotencia y benevolencia del Creador, y la obra de Newton fue adoptada rápidamente por los teólogos naturales. Además, Newton mismo publicó las implicaciones teológicas de su propia filosofía natural. Aunque en la primera edición de los Principia no hay ninguna señal de Dios, para la segunda edición (1713) Newton introdujo un “Escolio General” en el que explícitamente discutía la relación entre Dios y su Creación. Al finalizar su análisis, escribió: “Esto concluye la discusión sobre Dios, y tratar a Dios a partir de los fenómenos es ciertamente una parte de la filosofía natural.” Pero mucho antes de esto, en sus escritos inéditos, podemos ver evidencia de la convicción de Newton de que su filosofía natural depende del hecho de que el mundo fue creado por “un Agente voluntario” que es “muy diestro en mecánica y geometría.” A pesar de su silencio sobre Dios en la primera edición de los Principia no tenemos, por tanto, razón alguna para dudar de la verdad de la afirmación de Newton a Richard Bentley, en 1692, según la cual:

Cuando escribí mi tratado sobre nuestro sistema, tenía la atención puesta en que dichos principios pudieran servir para aquellos hombres que tienen en cuenta la creencia en una deidad; y nada me puede regocijar más que encontrarlo útil para tal propósito.

[…] A juzgar por los manuscritos que subsisten de Newton, parece innegable que le dedicó mucho más tiempo, a lo largo de su vida, a estudiar las Escrituras y otros registros Antiguos que a todo lo que se dedicó a las matemáticas o física […].

La teología natural de Newton

Incluso en su primer ejercicio de filosofía natural, el cuaderno de notas universitario titulado Quaestiones quaedam Philosophicae (Ciertas cuestiones de filosofía) escrito entre 1664 y 1665, Newton obviamente consideró que la discusión de Dios efectivamente pertenecía a la filosofía natural. En una breve pero reveladora entrada “Sobre Dios”, Newton declara que el mundo debió haber sido creado por la inteligencia divina. Esto lo llevó a la entrada “Sobre la Creación,” en la que afirma que Dios creó la materia de la nada y que luego la modificó para crear entidades individuales. […]

La teología natural juega un papel prominente en uno de los más tempranos, y más notables, ejercicios de filosofía natural. El tratado manuscrito de Newton intitulado De gravitatione et aequipondio fluidorum (Sobre la gravitación y el equilibrio de los fluidos) fue uno de los primeros intentos, como lo señaló, de tratar con un tema “mediante dos métodos,” matemática y físicamente (o filosóficamente). Este fascinante trabajo escrito probablemente a finales de la década de 1660, o sea como fuere antes de 1672, desarrolla no obstante ideas que Newton continuó sosteniendo y usando mucho después en su carrera. La mayor parte de este tratado, que nunca se completó, tiene que ver con una digresión sobre la naturaleza del espacio y el cuerpo. Tomando como punto de partida una crítica a los argumentos cartesianos sobre la naturaleza relativa del movimiento, Newton empieza a desarrollar su propia noción de espacio absoluto que luego llegaría a ser característica de la cosmología newtoniana.  […]

Es claro que desde sus inicios Newton creía que una correcta apreciación de la naturaleza del espacio era importante de manera crucial para “establecer los verdaderos fundamentos de la ciencias mecánicas” que lo que se podría fundamentar en las nociones cartesianas de extensión. Y no obstante, lo que seguía en De gravitatione tenía que ver mucho más con Dios y su relación con el mundo, que con los fundamentos de las ciencias mecánicas. El espacio no es una sustancia ni un accidente, decía Newton, sino que es, desechando la relevancia tradicional de las categorías aristotélicas, “un efecto emanativo de Dios,” coeterno con Dios y prerrequisito necesario para todo ser.

Ningún ser existe o puede existir sin que esté relacionado con el espacio de alguna manera. Dios está en todas partes, las mentes creadas en algún lugar, y el cuerpo en el lugar que ocupa; y lo que no está en todas partes ni en ningún lugar, no existe.

Newton insiste en que no es posible “pensar que el espacio no existe.” Lo que quizá es más notable que el concepto de espacio de Newton es la teoría íntimamente relacionada del cuerpo. Admitiendo desde el principio que la noción de cuerpo es especulativa, Newton no obstante insiste en que “está en el poder de Dios.” Sugiere que el cuerpo puede no ser más que una parte del espacio que Dios, por un acto de voluntad, hace impenetrable:

Si ejerciera este poder,... parece imposible que no debiéramos considerar que este espacio es verdaderamente un cuerpo, a partir de la evidencia de nuestros sentidos… pues será tangible debido a su impenetrabilidad, y visible, opaco y coloreado debido a la reflexión de la luz, y resonará cuando se golpee.

Especulativa como tal, Newton cree que esta teoría sobre el cuerpo tiene una ventaja muy clara sobre las demás:

Pues no podemos postular cuerpos de esta clase sin que al mismo tiempo supongamos que Dios existe, y que ha creado de la nada los cuerpos en el espacio vacío,… Dígase, si así se quiere, cuál de las concepciones ya bien sabidas elucida alguna de estas verdades, o antes bien no se le opone a ninguna de ellas.

Por contraste, Newton inmediatamente sugiere que la concepción cartesiana es “un camino al Ateísmo.” Aquí tenemos, pues, una confirmación anticipada de la afirmación de su amigo, John Craig, según la cual Newton demostró “los errores de la filosofía de Descartes… porque su pensamiento fue hecho con el propósito de ser los fundamentos de la infidelidad.” […]

Determinar la fecha de los manuscritos teológicos con alguna certeza es imposible en la mayoría de los casos, pero resulta bastante claro que desde el comienzo Newton llegó a interesarse de manera particular sobre la relación de Cristo con Dios, y la doctrina de la Trinidad. Por tanto, la naturaleza de Dios, y la divinidad misma fue lo que capturó su atención. El Dios de Newton, el Dios de total dominio, en lo referente a la relación de ese término con los siervos, era también el “Dios del Hijo.” Cristo estaba subordinado a Dios, era un mediador divino entre Dios y la humanidad, pero era un ser creado, no “consustancial” con Dios mismo. Cristo también estaba sujeto al dominio del Dios supremo. La exégesis bíblica de Newton, y la erudición histórica sobre los comienzos de la Iglesia Cristiana lo llevaron a creer que la “verdadera religión”, la de la Cristiandad Apostólica, era la del supuesto hereje Arrio (c. 250 – c. 336), quien había sido condenado por el concilio de Nicea en 325. El Trinitarismo, introducido en la doctrina cristiana por Atanasio (c. 296 – 373), llegó a ser visto por Newton como una perniciosa forma de idolatría que erróneamente adoraba a Cristo como Dios. […]

Mede y More escribieron en sus escritos proféticos sobre “la gran apostasía”, que usaban como punto de partida para las cronologías que desarrollaban. Para ellos, la apostasía ocurrió cuando la iglesia apostólica se convirtió en la iglesia católica romana, hacia finales del reino del emperador Teodosio (346-395). Esta fecha les permitió sugerir que la iglesia anglicana era la iglesia apostólica restaurada. No obstante, para Newton la iglesia anglicana no era menos trinitaria, y por tanto idólatra, que el catolicismo, y de esa manera no podía representar la fe apostólica. Para él, la gran apostasía era el trinitarismo el cual a su parecer no triunfó en la iglesia sino hasta alrededor de 607. A diferencia de More y Mede, Newton no vio nada en su propia época que se pareciera ni siquiera remotamente a la verdadera iglesia. En lugar de usar la exégesis de las profecías para establecer la verdad del anglicanismo, más bien la usó para demostrar nuevamente el dominio de Dios sobre la humanidad y su historia. Las “historias de las cosas por venir” que Newton observó en los libros proféticos, testimoniaban el control de Dios sobre el desarrollo de la Iglesia y su gente. […]

La teología voluntarista de Newton

En vista del hecho de que los principios activos en la materia, como las fuerzas atractivas y repulsivas, estaban destinados a demostrar la existencia de Dios, Newton no dejó de mencionarlo en sus primeros escritos. Sin embargo, lo que resulta significativo es que no se contentara simplemente con afirmar Su existencia —muestra claros signos de que estaba interesado en afirmar un tipo particular de teología. Por ejemplo, en uno de los primeros trabajos de alquimia que hemos mencionado, la “Vegetación de los metales”, Newton insistió en que “El mundo pudo haber sido de una forma diferente a la actual” porque fue creado por Dios en virtud de “una determinación voluntaria y libre.” En afirmaciones como ésta Newton anuncia que se suscribe a lo que se llama teología voluntarista, en la que se hace énfasis en la absoluta omnipotencia de Dios, y su completa libertad al crear el mundo. La posición teológica opuesta, adoptada por el gran rival de Newton, G.W. Leibniz, se conoce como teología intelectualista o necesitarismo, la cual adoptó la concepción según la cual Dios estaba restringido en la Creación del mundo por ciertos valores absolutos —en particular Dios estaba obligado por su suprema bondad a crear el mejor de los mundos posibles.

Tal vez, el ejemplo más claro de la teología voluntarista de Newton aparece, como hemos visto, en el temprano De gravitatione et aequipondio fluidorum, donde afirma que ha “deducido una descripción de la naturaleza corpórea… de tal forma que puede parecer que Dios… ha creado el mundo solamente por el acto de voluntad.” De manera parecida, en su “Hipótesis sobre la luz” defendió la noción de que la luz puede contener un principio de movimiento por el cual se afirma la irrestricta omnipotencia de Dios. “Dios, quien le dio a los animales movimiento propio más allá de nuestra comprensión,” escribió, “sin duda es capaz de implantar otros principios de movimiento a los cuerpos, los cuales podemos entender un poco.” En De aere et aethere propuso, como causa de repulsión entre las partículas de los cuerpos, que “Dios pudo haber creado cierta naturaleza incorpórea que intenta repeler los cuerpos y hacerlos menos compactos.”

Estos principios, en consecuencia, actúan como los siervos de Dios; ellos son las causas secundarias que demuestran su poder y dominio sobre el mundo. “Lo conocemos sólo por las sapientísimas y óptimas estructuras y causas finales,” escribió Newton en el Escolio General, y continuó diciendo que “un dios sin dominio, providencia y causas finales no es nada más que hado y naturaleza” o “ciega necesidad metafísica.” Newton creía que había hecho patente que Dios no era mera necesidad ciega porque había demostrado la existencia de los principios activos que debieron haber sido añadidos a la materia pasiva en la Creación, y además que Dios había sido perfectamente libre de crearlos o no. […]

Isaac Newton, ¿Deísta?

Ahora bien, parece perfectamente claro que la filosofía natural de Newton estaba, desde sus comienzos, vinculada a la teología natural, una manera de probar la existencia y atributos de Dios mediante el estudio de los detalles del mundo natural. […] La unidad de propósito de los escritos de Newton está fuertemente confirmada por el hecho de que alguna que otra vez aludió a sus investigaciones históricas y de la escritura en sus escritos científicos. En particular, Newton no pudo abstenerse de aludir a las conclusiones a las que llegó en un trabajo de teología histórica de gran importancia, reelaborado muchas veces, pero nuevamente inconcluso, intitulado Theologiae gentilis origines philosophicae (“Los orígenes filosóficos de la teología gentil”). Basado en la convicción de que la idolatría en algún momento fue el pecado fundamental, y en que “al mundo le encanta ser engañado”, Newton sostuvo que el verdadero culto era el culto a un Dios verdadero, pero que primero había sido corrompido en idolatría después de la muerte de Noé. Todos los pueblos antiguos adoraban a los mismos doce dioses bajo diferentes nombres, sostenía Newton, y aunque los identificaron como sus propios reyes o héroes, derivaban de Noé, sus hijos y sus nietos. Periódicamente Dios trataba de hacer volver a los pueblos a la verdadera religión monoteísta mediante el envío de profetas como Moisés y Jesús, pero la mayoría siempre volvía a la idolatría; incluso la religión cristiana, al adorar a Cristo como Dios y a la Trinidad se volvió idólatra. Según la investigación histórica de Newton sobre los orígenes de la teología gentil, incluso la cristiandad “no era más verdadera y no se volvió menos corrupta” que otras religiones anteriores. […]

Resulta muy claro a partir de esto, que la investigación de Newton por descubrir la verdadera religión lo llevó encontrar en los registros antiguos una religión que se basaba por completo en la teología natural —la creencia en que Dios podía descubrirse a través de su creación. […] Los “Escolios Clásicos” deberían verse como intentos posteriores de Newton por entender la historia de la fe original antes de que se corrompiera por la idolatría, o como si fuera vuelta a capturar por posteriores pensadores; y para mostrar la íntima relación entre la fe verdadera de una parte, y la verdadera filosofía natural (newtoniana) y la teología natural, de la otra.

Las alusiones a la comprensión por parte de Newton de las vicisitudes históricas de la fe verdadera, como se desarrollan en los Theologiae gentilis origines philosophicae, aparecen una y otra vez en sus obras. Aparece en el “Breve esquema sobre la verdadera religión”, por ejemplo, cuando se nos habla de que “la religión de los primeros tiempos hasta que abandonaron el culto correcto del Dios verdadero” y “se corrompieron” al volverse a la idolatría y la inmoralidad. […] La filosofía natural no sólo lleva a la teología natural, da a entender Newton, sino a un sentido mejorado de la moralidad, y quizá incluso a otra renovación de la religión verdadera que había florecido antes de Noé y sus hijos.

Si la filosofía natural se perfeccionara en todas sus partes siguiendo este método, los límites de la filosofía moral también se ampliarían, pues en la medida en que podamos saber por la filosofía natural cuál es la causa primera, qué poder tiene sobre nosotros y qué beneficios recibimos de Él, tanto como nuestras obligaciones con Él como hacia el prójimo, de la misma manera nos aparecerá por la luz de la naturaleza. Y, sin duda, si el culto a falsos dioses no hubiera cegado a los gentiles, su filosofía moral hubiera ido más lejos de las cuatro virtudes cardinales; y en lugar de enseñarnos la trasmigración de las almas y a adorar el Sol y la Luna y los Héroes muertos, nos hubieran enseñado a adorar a nuestro verdadero Autor y Benefactor, como hicieron sus ancestros bajo el gobierno de Noé y sus hijos antes de corromperse. [Isaac Newton, Opticks, Query 31, pp. 405-6].

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