jueves, 15 de octubre de 2009

Más allá de un mero Cristianismo

Más allá de un Mero Cristianismo


Como afirmo en mi nota Con ignorancia no hay paz, sólo en la búsqueda de conocimiento encontraremos los elementos para entendernos, acercarnos y vivir en armonía. De la ignorancia surgen los prejuicios, la discriminación, el odio irracional. Y quienes detentan el poder usan la ignorancia a su favor, satanizando a personas o comunidades enteras, como ocurre hoy día con los musulmanes en occidente. En aras de un mejor entendimiento entre cristianos y musulmanes, publico algunos apartes de este interesante libro en el que se muestra con claridad cómo vemos los musulmanes a Jesucristo. Quizá lo más interesante, es que está basado en textos bíblicos: todas las citas sobre Jesús son tomadas de los Evangelios tal y como los conocemos hoy día. El libro puede leerse en su totalidad en https://audio.islamweb.net/esp/espanol_books/1652.PDF



Más allá de un mero Cristianismo

Autor: Brandon Toropov


[...] Creo que una persona que sigue escrupulosamente el mandato de la religión, de someterse a Dios, se está apegando a las auténticas enseñanzas de Jesús. [...] También creo que esta religión (el sometimiento a la voluntad de Dios) es precisamente la misma que él predicaba y practicaba. [...] Prácticamente todas las teologías cristianas aceptan el rol de Jesús como Profeta o Mensajero de Dios. [...] Los versos [...] conocidos como versos Q, son los pasajes que muchos de los estudiosos de la actualidad consideran como la más antigua expresión viva de la tradición oral atribuida a Jesús. No confundir: Se trata del Nuevo Testamento de su padre (y de su abuelo, o su bisabuelo). Pero aquí nos concentramos en aquellos versos evangélicos que, con toda probabilidad, fueron compilados mucho antes que el texto que los rodea.

En Mateo y Lucas aparecen los remanentes de un ‘evangelio oral’ perdido, pero identificable, conocido como Q (del vocablo alemán Quelle, o ‘fuente’). [...] Según los expertos, se trata de un documento antiguo que consistía de instrucciones atribuidas a Jesús, ‘dichos’ que generalmente carecían de material narrativo. [...] Muchos estudiosos modernos creen que las coincidencias entre los Evangelios de Mateo y Lucas (después de eliminar la influencia del primer Evangelio de Marcos) son tan frecuentes que sugieren un origen común. Esta fuente común hipotética, designada como Q, es considerada como más antigua que el Evangelio de Marcos, en el cual Mateo y Lucas se basan claramente. [...] Los remanentes de este primer Evangelio, reconstruido de manera imperfecta al extraer pasajes paralelos de Mateo y Lucas, ofrecen la mejor perspectiva sobre el ministerio del Jesús histórico. [...] Q comprende una recopilación hipotética de los dichos de Jesús, realizada según la hipótesis de las dos fuentes para constituir una fuente de origen para los Evangelios de Mateo y Lucas. [...] La hipótesis de las dos fuentes forma la solución más aceptada al problema sinóptico, el cual plantea que Mateo y Lucas se basaron en dos fuentes escritas, tal como lo demuestran las correspondencias textuales existentes entre sus obras. El Evangelio de Marcos forma una fuente, y Q la otra. [...] Las reconstrucciones modernas de Q constituyen un importante y fascinante material de lectura para cualquier persona interesada en el mensaje de Jesús. [...] Cuando eliminamos la influencia de Marcos y observamos lo que tienen en común Mateo y Lucas, descubrimos decenas de versos paralelos entre Mateo y Lucas –versos que a menudo nos dan expresiones idénticas del mismo dicho. Muchos expertos sienten que dichos versos paralelos o simétricos constituyen una clara evidencia de un evangelio oral que provee a Mateo y Lucas con una cantidad sustancial de su contenido. Estos versos paralelos, conocidos como versos Q, parecen reflejar un manuscrito perdido que casi con certeza es más antiguo que el Evangelio de Marcos. [...] Este análisis [...] que usted acaba de leer, refleja los descubrimientos de algunos de los más destacados investigadores y expertos que trabajan en el ámbito del estudio del Nuevo Testamento.

Los clérigos y teólogos cristianos ‘tradicionalistas’ normalmente son hostiles ante la sola idea de Q. Sostienen que quienes estudian Q tienen la intención de menoscabar a Jesús (en realidad, sólo pretendemos saber lo que realmente dijo). La hostilidad de estos predicadores y teólogos frente a la propuesta de que Q fue la fuente para Mateo y Lucas es palpable con frecuencia. Tal respuesta puede tener algo que ver con los tantos desafíos que el texto reconstruido representa para la teología cristiana aceptada, y que refleja al manuscrito Q. [...]

Los expertos contemporáneos del Nuevo Testamento creen que algunos versos evangélicos parecen presentar una imagen de Jesús más precisa desde el punto de vista histórico que la que describen otros versos evangélicos. Es decir, que los estudiosos de hoy identifican ciertos pasajes –los pasajes Q– no sólo como instructivos, sino también como de mayor relevancia histórica que otros pasajes.



[...] Las personas razonables pueden no estar de acuerdo con la edad y la autenticidad de los dichos que forman la pieza central de este libro. No obstante, todos deben estar de acuerdo en que las palabras en cuestión sí aparecen en los Evangelios de la Biblia, y que se aplican a todos los cristianos. Y para cualquiera que esté realmente comprometido con la tarea de seguir las palabras de Jesús, eso debería bastar. [...] Los estudiosos bíblicos más reconocidos de nuestros tiempos –todos ellos no musulmanes– consideran a los versos que de Mateo y Lucas como lo más cerca que llegaremos alguna vez a las enseñanzas del Jesús histórico. [...] Desde luego, es posible que algunas personas se sientan incómodas con la idea de que ciertos pasajes del Evangelio son más antiguos o tienen más autoridad que otros. Si le es más fácil pensar en los versos que aparecen en las próximas páginas como pasajes provenientes de ciertas partes de la Biblia –partes que resulta que el autor prefiere por sobre otras– está bien de todos modos. [...]

¿Cómo determinan los seres humanos por sí mismos lo que está bien y lo que está mal? [...] Hay expertos y teólogos cristianos que enseñan como doctrina cristiana el principio de que la humanidad en sí inflige un sentido moral básico duradero y predecible en las comunidades humanas. Este sentido moral, según nos enseñan, es el estándar de comportamiento de Dios, consistente e imposible de ignorar, un estándar que siempre está claro para la comunidad humana. Por ejemplo, C. S. Lewis [1], el autor de Mere Christianity (Mero Cristianismo), y el autor cristiano más celebrado de la lengua inglesa, insiste en esa postura. [...] Incluso un sádico, nos dicen, después de aplastar a una víctima indefensa para tomar cierta ventaja, dirá que la acción fue justificada, o ‘justa’ dada la situación enfrentada. Si existen excepciones para esta noción de un sentido moral humano duradero, nos dicen, se debe solamente a aquel individuo que carece de la capacidad para percibir el bien o el mal [...]. Tal persona, dice la teoría, no es más que una anomalía, un resultado aleatorio como el que aparece en el extremo de una curva normal. Tal como una persona ocasionalmente puede ser daltónica o tener problemas para entonar una nota en particular al cantar, puede haber un número insignificante de personas que nacen sin esta habilidad humana fundamental y consistente de distinguir el bien del mal. Dichas personas ‘amorales’ son, supuestamente, algo así como aberraciones genéticas –engendros de la naturaleza. Pero los seres humanos como grupo, nos aseguran, tienen una capacidad distintiva, persistente y consistente de distinguir el bien del mal. Esta habilidad inherente para distinguir el bien del mal es mencionada a veces como la ‘Ley Natural’, o la ‘Ley de la Naturaleza Humana’. La frase sugiere un estándar moral predecible y estático que, si bien es ignorado, es consistente y predecible (o natural) para la gran mayoría de los seres humanos reales como usted y yo.

Esta doctrina se ha convertido en un importante pilar de lo que hoy conocemos como teología cristiana tradicional. Dios ha establecido un estándar claro y consistente de lo que es el bien y el mal y que la humanidad, si no lo obedece siempre, al menos debe entender sin ningún problema. El Islam considera que dicha noción está incompleta. Jesucristo también la considera incompleta, y enseguida verá por qué. El Islam ve que todos los seres humanos tienen: libre albedrío, y un alma que sabe lo que es bueno o malo para ella, un alma que Dios ha inspirado para que nos aconseje hacer el bien. Sin embargo, hay personas que utilizan el libre albedrío de tal manera que hacen oídos sordos cada vez más al consejo del alma. [...] El Islam sostiene que las personas que toman decisiones de manera consciente y que apoyen el eterno anhelo del alma de hacer el bien se acercarán dinámicamente a la claridad moral que Dios quiso para ellas, teniendo cada vez más certeza de lo que está bien y lo que está mal. Por otro lado, aquellas personas que toman decisiones de manera consciente que se oponen al eterno anhelo del alma de hacer el bien infligen violencia en sus propias almas. Creen que están a salvo del plan divino, inmunes a rendir cuentas ante Él. Y eso es una tontería.




Dios sabe y entiende todo; Dios también le ha dado el libre albedrío a la humanidad. Como resultado de nuestras acciones, nos queda una capacidad, que mejora o empeora progresivamente, de distinguir el bien del mal. La sumisión a la voluntad de Un Solo Dios, sostiene el Islam, mejora la capacidad de distinguir los buenos actos de los malos. La resistencia a la voluntad de Un Solo Dios degrada esta capacidad. Si se tiene una política firme, obstinada, y a largo plazo de resistencia a la voluntad de Un Solo Dios, uno terminará adorando los propios deseos primero, y luego abandonará la falacia de la autoridad moral. Eso es una verdadera catástrofe. Nuestra capacidad de distinguir el bien del mal, según el Islam, no es consistente ni predecible, sino variable. Esta capacidad de distinguir el bien del mal es parte del Plan de Dios, por supuesto, pero desde nuestro punto de vista depende de nuestros propios actos y pensamientos. Si insistimos en el engaño de la autosuficiencia y la independencia de Dios, nos dice el Islam, terminaremos fagocitados por nuestro propio engaño, y esos engaños se apoderarán eventualmente de nuestras vidas y de nuestra capacidad de razonar. Si insistimos en adorar nuestros propios deseos como si fueran un dios –ignorando así a Dios– ocurre algo verdaderamente horroroso. Esos deseos terminan convirtiéndose en gobernantes de nuestras vidas.

Todo ese proceso, según el Islam, es dinámico. Estamos constantemente en movimiento. La pregunta es, ¿qué rumbo tomamos? Un tirano, un alcohólico, un drogadicto, un asesino serial o cualquier otra persona en un estado avanzado de autoabsorción y autoadoración eventualmente dejará de hacer de cuenta que está bajo cualquier obligación de distinguir el bien del mal. Dicha persona eventualmente dejará de creer que tal distinción es importante. Estas personas, según creen los musulmanes, avanzan hacia su propia condena. [...] Piense en Adolf Hitler, quien no era simplemente inestable, sino cada vez más inestable a medida que avanzaba la Segunda Guerra Mundial. En sus últimos días, Hitler incluso se puso en contra del pueblo germano que una vez dijo era la Raza Superior. ¿Qué perversión de sus propios ‘estándares’ podemos imaginar? [...] Aleister Crowley, el autoproclamado satanista, adoptó una visión del mundo en la cual ‘hacer lo que a uno le plazca es la ley de la tierra’. Desde ya que él no nació con esas creencias. Seguramente tuvo que luchar para lograrlas. La idea de luchar es muy importante. Ciertos tipos de lucha son vistos, en el Islam, como una característica constante de la naturaleza humana. Uno lucha por la purificación del alma, o por su degradación. Insistir con lo primero es la verdadera victoria; insistir con lo segundo será la derrota final. Y esto, según sugieren los versos más antiguos del Evangelio, es el entendimiento de la visión moral humana que Jesús desea que tengamos.

"Porque el que se pone por encima, será humillado, y el que se rebaja, será puesto en alto". (Mateo 23:12) Si somos honestos con nosotros mismos, admitiremos el carácter desafiante de un verso como este. La Biblia nos dice que estamos leyendo las palabras de Jesús, pero de alguna manera las palabras parecen no coincidir fácilmente con lo que se habría enseñado de Jesús. [...] ¿Es posible que Jesús nos diga que una visión moral que se basa en la promoción de intereses estrechos y egoístas nos llevará, seguramente, a una pérdida espiritual? ¿Es posible que Jesús quiera que entendamos que una visión moral que rechaza la obsesión egoísta nos llevará, con igual seguridad, a un logro espiritual? Quizás Jesús nos esté advirtiendo que tengamos cuidado del tipo de lucha que se basa en la absorción, la autopromoción o la obsesión propias. En todo otro momento, Jesús nos pide que tengamos nuestros ojos abiertos a la luz, y así podremos obtener más luz. [...] "Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tu ojo recibe la luz, toda tu persona tendrá luz; pero si tu ojo está oscurecido, toda tu persona estará en oscuridad. Procura, pues, que la luz que hay dentro de ti no se vuelva oscuridad". (Lucas 11:34-35) [...] Una vez que nos hemos desacelerado lo suficiente para sentarnos a leer dichas palabras, una vez que le hemos pedido a Dios que nos guíe, podemos sentir que nos entran en profundidad. Al detenernos por completo y escuchar atentamente estas palabras, podemos llegar a la conclusión de que tienen algo que ver con la percepción moral, con determinar lo que está bien o mal en nuestras vidas. ¿Acaso estas palabras no nos dicen en realidad que la visión moral, al igual que la ceguera moral, se perpetúa y fortalece a sí misma? Fíjese en las palabras: ‘toda tu persona tendrá luz’. En ellas, Jesús parece decirnos que quienes luchan arduamente por hacer lo correcto no sólo tendrán una recompensa, sino que la misma será acumulativa. Con la misma vara, nos dice que quienes luchen en la otra dirección no sólo tendrán un castigo, sino que el mismo será acumulativo y los llevará a una ‘zona negativa’. [...]

"Yo les digo que a todo el que produce se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene". (Lucas 19:26) Como experiencia práctica, este pasaje no tiene sentido. Yo no tengo manzanas –pero me deben quitar dos manzanas. ¿Cómo puede uno quitarle algo a una persona que no tiene nada? Pero cuando consideramos la idea del alma que sabe lo que es bueno o malo para ella, el alma que escuchamos más atentamente o ignoramos obstinadamente, ¿es tan desconcertante en realidad ese dicho? Las palabras bien pueden tener el único significado posible, el más probable. Este importante verso, cuando lo comparamos con los que ya hemos examinado antes, puede quedarnos un poco más claro. [...] Y lo que nos dice podría ser algo como: Nuestras elecciones se magnifican. Cuando escuchamos a nuestra alma y nos esforzamos por obtener el favor de Dios, obtenemos más de Su favor. Cuando luchamos en la otra dirección, nos enterramos en un pozo. Jesús nos dice en otros dichos que, en definitiva, lo que sostenemos en nuestro corazón es lo que marcará el éxito verdadero posible para los seres humanos. Fíjese en las siguientes palabras. "Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón". (Mateo 6:21) "Así, el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene en su corazón, mientras que el malo, de su fondo malo saca cosas malas. La boca habla de lo que está lleno el corazón". (Lucas 6:45) Es como si Jesús nos preguntara: ¿Qué estás haciendo con tu corazón? ¿Cómo lo estás invirtiendo? [...]




¿Qué nos habría dicho Jesús dos milenios atrás, qué nos diría hoy, acerca de su ministerio, su misión, sus objetivos, su identidad? [...] Si [...] los [...] principales expertos y teólogos del Cristianismo están en lo cierto, Jesús nos diría: ‘Soy la encarnación de Dios, la segunda persona de la Trinidad’. Lewis apoya esta postura de Jesús con palabras a tal efecto: ‘Hace dos mil años, apareció un hombre entre los judíos que decía ser Dios, un hombre cuyas palabras y acciones sacudieron profundamente a las autoridades religiosas de su tiempo, y cuya misión continúa estremeciendo a toda la humanidad. Al evaluar la vida de este hombre, existen sólo dos posibilidades para hacerlo. Podemos considerarlo un lunático, o podemos decir que fue el Hijo de Dios. No hay medias tintas. ¿Y quién diría que Jesús fue un lunático?’.

Ahora bien, debo ser honesto y admitir que ese argumento me irritó durante muchos años, porque me recuerda en gran medida la actuación de un mago. Los magos, cuando quieren que su público crea que tienen poderes sobrenaturales, utilizan una serie de cuidadosos engaños: Un resplandor [...], una señorita muy bonita en un vestido revelador. [...] La meta es distraer al miembro del público que ha sido llamado al escenario por un momento, lo suficiente para manipular la baraja, y luego moverse con la suficiente rapidez para convencerlo de que ha escogido libremente una carta. Sin embargo, el mago en realidad ha ‘forzado’ a que el invitado escoja una carta en particular. Ese es el principio del engaño del mago. Lewis adopta una actitud similar con su argumento de ‘lunático o Hijo de Dios’ [...]. Desde luego, no existe persona con conciencia espiritual –cristiano o no– que pueda leer los Evangelios con una mente y un corazón abiertos, y llegar a la conclusión de que Jesús era un lunático. Así, la persona termina sosteniendo una ‘carta’ que no escogió, una ‘carta’ que ha escogido a la fuerza, una ‘carta’ que le dice que Jesús es el único y engendrado Hijo de Dios, el componente humano de la Trinidad –tal como él dice ser (y como le aseguran a esta persona). No obstante, los cristianos conscientes deben estar preparados para apelar a las palabras más auténticas de los Evangelios para determinar la verdad o la falsedad de dichos asuntos. [...]

¿Quién es Jesús? ¿Acaso él dice: ‘Soy el único y engendrado Hijo de Dios y segunda persona de la trinidad’? [...] Podemos buscar en los Evangelios el tiempo que queramos, pero no encontraremos ningún verso en el que Jesús diga eso. Ahora bien, el Islam enseña que Jesucristo rechazaba de plano toda idea de que él era divino. La mayoría de los cristianos tradicionales que están en desacuerdo con las enseñanzas del Islam opinan de esa manera porque insisten enfáticamente en este punto. Ciertamente tenemos derecho a ser escépticos con respecto a lo que dice el Islam sobre este punto. Sólo que es justo para nosotros exigir evidencia de los Evangelios, y no de cualquier otra fuente, antes de concluir que Jesús rechazaba el rol divino que muchos creen tenía en los asuntos humanos. La pregunta, entonces, se convierte en: ¿Podemos encontrar al menos un pasaje del Evangelio que sugiera de manera plausible que Jesús rechazaba el entendimiento que hoy se tiene de su misión? ¿Podemos encontrar un verso que muestre que él niega ser la encarnación divina de Dios, la segunda persona de la Trinidad? [...]

¿De qué podría estar Lewis tratando de distraernos? Quizás de pasajes del Evangelio como éste, en el que Jesús niega explícitamente toda declaración de su divinidad: Jesús estaba a punto de partir, cuando un hombre corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios». (Marcos 10:17-18) Si Jesús era Dios, ¿por qué habría de decir algo así? ¿De alguna manera olvidó que era Dios al decir esas palabras? [...] Quizás el mago prefiera distraernos de las palabras [...] que aparecen en el siguiente pasaje del Evangelio, palabras con las que Jesús deja claro que todos los fieles verdaderos son (metafóricamente hablando) Hijos de Dios: "Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores, para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores". (Mateo 5:44-45) [...] O quizás el mago pretenda distraernos de pasajes del Evangelio como éste, en el que Jesús aleja nuestra atención de la reverencia hacia él, y la lleva hacia una obediencia sólo a Dios: "Mientras Jesús estaba hablando, una mujer levantó la voz de entre la multitud y le dijo: «¡Feliz la que te dio a luz y te crió!» Jesús replicó: «¡Felices, pues, los que escuchan la palabra de Dios y la observan!»" (Lucas 11:27-28) O quizás pretenda distraernos de este pasaje del Evangelio, en el que Jesús nos recuerda que sólo Dios perdona a los pecadores: "Entonces el señor lo hizo llamar y le dijo: «Siervo miserable, yo te perdoné toda la deuda cuando me lo suplicaste. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?» Y hasta tal punto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos, hasta que pagara toda la deuda. Y Jesús añadió: «Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano.»" (Mateo 18:32-35) En esta parábola, ¿dice Jesús que él mismo nos entregará a los torturadores si no perdonamos a quienes nos hacen el mal, después de que nosotros hayamos sido perdonados? ¿O dice que su Padre celestial –nuestro Padre celestial– nos entregará a los torturadores si insistimos con esta hipocresía? Tenemos derecho a preguntar: ¿Es este Padre celestial de quien habla, él mismo, u otro, el Padre al cual se hace referencia en todos los otros pasajes como el Padre de todos los fieles, El Que hace que salga el sol y caiga la lluvia sobre nosotros?

Para estar seguros, todos estos pasajes aparecen en el Nuevo Testamento, y son fáciles de buscar y consultar. Pero si usted alguna vez ha intentado que algún miembro del clero discuta sobre dichos pasajes [...], descubrirá que se da un fenómeno muy particular [...]. San Pablo aparece. Puede que usted comience a hablar de las palabras de Jesús, pero de alguna manera terminará siempre hablando de las palabras de San Pablo. Y esto, en mi opinión, es un engaño. La fe que Jesús predicaba no era el Paulismo, y ningún acto de prestidigitación puede alterar este hecho. No debemos pedir ningún permiso especial para concentrarnos en las auténticas palabras de Jesús, y sólo en las palabras auténticas de Jesús. Y si tenemos la intención de concentrarnos sólo en las palabras auténticas de Jesús, eventualmente llegaremos a la conclusión de que describen a Jesús como un Profeta humano, una imagen asombrosamente similar a la ofrecida en el Corán. Los cristianos de todo el mundo repiten el Padre Nuestro todos los días, atribuyéndole a Jesús esas palabras. Pero hemos de preguntar: ¿Esa oración exige una apelación de fe a Jesús? ¿A la Trinidad? ¿Al Espíritu Santo? ¿O requiere que acudamos al ‘Padre nuestro’? Hemos de preguntar: ¿A quién oraba Jesús cuando dijo esas palabras? ¿A sí mismo? ¡Desde luego que no! Y Jesús no acude a ‘mi Padre’... sino a ‘nuestro Padre’. Y hemos de preguntar: ¿Por qué dijo esas palabras si él mismo era Dios? [...]




Cuando se les presiona a explicar algún punto difícil de entender en la doctrina cristiana –por ejemplo, el significado de la Trinidad, o si Jesús realmente les prometió a sus seguidores que volvería durante el transcurso de sus vidas, o por qué un Dios omnipotente exigiría el sacrificio y crucifixión de un ser humano antes de otorgar la salvación a los pecadores arrepentidos– algunas personas ofrecen una respuesta distinta y particular. Y su respuesta tiene que ver con lo ilógico. La lógica humana, dice su argumento, nunca puede entender la lógica divina –y ciertamente es un punto difícil de disputar. Pero el argumento no termina allí. Las principales enseñanzas cristianas –como la fórmula trinitaria de Padre, Hijo y Espíritu Santo– son complejas y contraintuitivas, nos dicen, porque Dios mismo ha creado, por Sus propias razones, una realidad que es extraña, misteriosa e impredecible. Por lo tanto, cuando encontramos un componente de la fe cristiana que parece contradecir nuestro propio instinto, nuestra experiencia, o nuestro sentido común, debemos acostumbrarnos a retroceder y aceptar ese aparente aspecto ilógico como evidencia del trabajo de Dios. [...] C. S. Lewis [...] fue un famoso propulsor de dicha postura, y lo hacía con seriedad. [...] ‘Además de ser complicada’, escribe Lewis, ‘la realidad, en mi experiencia, es a menudo extraña. No es clara, no es obvia, no es lo que uno espera... La realidad, de hecho, es algo que no se podría haber adivinado. Es una de las razones por las que creo en el Cristianismo. Es una religión que no podría haber adivinado’. [...] Lewis realmente quiere que sus oyentes se sumen a él y crean que todo principio teológico que parece desorganizado, confuso, inconsistente, impreciso, o indefendible lógicamente es un reflejo de la misteriosa realidad que nos rodea, y por lo tanto un reflejo de Dios. Lewis no estaba –ni tampoco lo está– solo en esta creencia. Pero continúa su teoría diciendo que cuanto más ilógica e impredecible es una doctrina, mejor reflejará a Dios. [...] Cuando plantea este argumento, Lewis no lanza ninguna teoría radical inventada por él. Simplemente delimita una posición clásica del Cristianismo tradicional. [...] Veamos [...] la respuesta de la Catholic Encyclopedia [...] acerca de la Trinidad: ‘Un dogma tan misterioso presupone una revelación Divina’. [...] Esto es lo que nos dice el Catecismo de Baltimore: ‘Está allí, y eso es todo. La vemos y la creemos, pero no la entendemos. Por lo tanto, si nos negamos a creer todo lo que no entendemos, terminaremos creyendo muy poco y nos ridiculizaremos’. [...]

¿Apoyan las palabras de Jesús a Lewis y los demás en este asunto de lo ilógico y lo incomprensible que de alguna manera reflejan a Dios? ¿O acaso las palabras de Jesús lo contradicen en ese punto? [...] El Jesús que encontramos en la mayoría de los pasajes del Evangelio antiguo, por alguna razón, se encarga de enfatizar lo accesible que debe ser el mensaje Divino. "Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán". (Lucas 11:9) "Escuchen, pues, si tienen oídos". (Lucas 14:35) "Jesús le replicó: «La Escritura dice: Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás.»" (Lucas 4:8) "Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has dado a conocer a los pequeñitos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu voluntad". (Lucas 10:21) "¡Pobres de ustedes, maestros de la Ley, que se adueñaron de la llave del saber! Ustedes mismos no entraron, y cerraron el paso a los que estaban entrando". (Lucas 11:52). ¿Son estos versos realmente las palabras de un hombre que cree que los principios religiosos básicos de su fe son divinos justamente porque son incomprensibles? ¿Son realmente las palabras de un hombre que predica que Dios es uno y tres simultáneamente? ¿Cómo podemos conciliar esos versos con la descripción que Lewis hace del Cristianismo? [...] Los versos me sugieren lo contrario de lo que dice Lewis: Que Jesús trata de que prestemos atención a algo de importancia fundamental, algo singular e imposible de ignorar. Ese ‘algo’ es, al menos, imposible de ignorar para quienes tienen abiertos los ojos y los oídos, humildes los corazones, y evitan todo lo que se asemeje remotamente a la arrogancia espiritual, tal como él dice. Como hemos visto, hay dos caminos. "Bienaventurados los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos". (Mateo 5:3) "¡Pobres de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque después tendrán hambre! ¡Pobres de ustedes, los que ahora ríen, porque van a llorar de pena!" (Lucas 6:25) Él no nos ordena que creamos con obediencia algo que no podríamos haber adivinado. Por el contrario, nos desafía a escoger qué camino hemos de andar: El camino que va al Reino de Dios, o el que lleva al llanto y el lamento. [...]

La accesibilidad de estos hechos esenciales para un corazón humilde es, tanto en los primeros versos del Evangelio como en el Islam, algo que se da por sentado. La voluntad de un ‘gran pensador’ de responder al mensaje Divino es otra cuestión. Dios, según nos dice Q, tiene oculto su conocimiento para los que dicen tener estatus y sabiduría, mientras que le otorga Su guía a los ‘que no están orientados’. Si miramos detenidamente los primeros pasajes del Evangelio, nos costará bastante persuadirnos de que la meta de Jesús es predicar algo misterioso, ilógico o difícil de entender. Pero Lewis y los demás insisten en que la verdadera fe es misteriosa, difícil e ilógica –algo ‘que no habrían adivinado’. Jesús le advierte con franqueza a la gente que deben arrepentirse de su desobediencia a Un Solo Dios: "¡Pobre de ti, Corazaín! ¡Pobre de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se han hecho en ustedes se hubieran realizado en Tiro y Sidón, hace mucho tiempo que sus habitantes habrían hecho penitencia, poniéndose vestidos de penitencia, y se habrían sentado en la ceniza". (Lucas 10:13). También advierte a la gente a que teman sólo a Dios: "Yo les voy a mostrar a quién deben temer: teman a Aquel que, después de quitarle a uno la vida, tiene poder para echarlo al infierno. Créanme que es a ése a quien deben temer". (Lucas 12:5) Jesús advierte a la gente que deben dejar de adorar todo lo creado: "No junten tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban. Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones que rompan el muro y roben". (Mateo 6:19-20). Él insiste, con peculiar intensidad, que la gente debe hacer el mayor esfuerzo posible por cumplir la voluntad del Creador cuando aún es tiempo de hacerlo: "Jesús le contestó: El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios". (Lucas 9:62) Sin embargo, Jesús no advierte ni siquiera una vez, tal como hace C. S. Lewis, que la gente deba arrepentirse de no adoptar la doctrina de la Trinidad. Ahora bien, esas palabras de Jesús son instrucciones simples y claras. No son misterios, y nada que un hombre o mujer honestos puedan hacer las convertirían en misterios. Y allí es donde Lewis y los otros nos desvían del camino. De hecho, para aquellos que formulan misterios donde no los hay, el Jesús que oímos en los primeros versos del Evangelio solo tiene desprecio. ¡Pobres de ustedes, maestros de la Ley, que se adueñaron de la llave del saber! Ustedes mismos no entraron, y cerraron el paso a los que estaban entrando. (Lucas 11:52) [...]

En la Biblia que me compré cuando decidí aceptar a Jesucristo como mi salvador personal [...], está escrito, de mi puño y letra, un eslogan que debo haber escuchado en algún púlpito por aquellos días [...]: ‘Jesús no vino para ayudarte a arreglar las cosas. Vino para arreglar las cosas por ti’. [...] Este dicho es la esencia del Cristianismo tradicional. [...] La idea básica detrás de ese dicho es que la mecánica de la salvación es extremadamente simple, con sólo una ‘parte móvil’, la aceptación de Jesucristo, el Hijo de Dios, como salvador. Eso es lo que yo creía en mi adolescencia, y es lo que creen la mayoría de los cristianos contemporáneos hoy día. [...] Pero si la salvación realmente es tan simple –si realmente tiene sólo una parte móvil– entonces ciertamente hay una gran ventaja para los cristianos que se salvan de esta manera. Pueden dejarle todo el trabajo a Jesús. Sin embargo, el cristiano consciente tiene derecho a cuestionar todo esto. Esta persona tiene derecho a preguntar si Jesús mismo adoptaba la postura de que no vino para ayudarnos ‘a arreglar las cosas’ sino que vino a ‘arreglarlas por nosotros’. [...]

¿Qué pasaría si encontrásemos algo en las enseñanzas de Jesús más antiguas y de mayor relevancia histórica que nos mostrara con claridad cómo él veía la mecánica de la salvación? Si encontrásemos tal información, ¿cómo debería ser nuestra actitud hacia las opiniones de San Pablo, Santo Tomás de Aquino, Thomas à Kempis, el Papa, Malcolm Muggeridge, o Franklin Graham? Para un verdadero cristiano, la respuesta es obvia. [...] Todos y cada uno de ellos tendrían que esperar mientras escuchamos a Jesús. Todo aquel que piense lo contrario no puede llamarse cristiano en ningún sentido de la palabra. Entonces: ¿Adoptaba Jesús la postura de que no vino para ‘ayudarnos a arreglar las cosas’, sino a ‘arreglarlas para nosotros’? ¿O nos dejó acaso otras instrucciones? "Entren por la puerta angosta, porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la ruina, y son muchos los que pasan por él. Pero... ¡qué angosta es la puerta, y qué escabroso el camino que conduce a la salvación! y qué pocos son los que lo siguen". (Mateo 7:13-14) Si Jesús realmente defendía lo que yo escribí en la tapa de mi Biblia, es decir, la postura de que él vino para ‘arreglar las cosas por nosotros’, es raro que haya hecho tal hincapié, al igual que el Islam, en las terribles consecuencias de las elecciones que tomamos como individuos a medida que transitamos el camino de la vida. Son estas elecciones, nos asegura Jesús, las que determinarán nuestra salvación. Simplemente no es posible que ninguna persona inteligente malinterprete aquí su significado. Después de leer estas palabras, surge una pregunta. Específicamente, ¿qué es lo ‘reducido’ del acto de aceptar a Jesucristo como nuestro salvador personal? ¿Acaso no es el acto de aceptar a Jesucristo como salvador una decisión directa y relativamente simple, una decisión que ha sido tomada por cientos de millones de personas a lo largo de los siglos? ¿Qué es lo difícil o raro de esa elección? ¿Por qué Jesús está de acuerdo con las doctrinas del Islam al decirnos que el camino a la destrucción es amplio y fácil de transitar mientras que el camino a la salvación es un desafío? Una vez que Jesús ha ‘arreglado las cosas’ por nosotros, y lo hemos aceptado como nuestro salvador, ¿ese camino angosto del que él habla es un requisito para la salvación? Si así fuera, ¿acaso no significa que la mecánica de la salvación puede ser diferente de lo que creíamos al principio, que puede tener más de una parte móvil? [...]




"Cuando el espíritu malo sale del hombre, empieza a recorrer lugares áridos, buscando un sitio de descanso, y no lo encuentra. Entonces se dice: Volveré a mi casa de donde salí. Al llegar la encuentra desocupada, bien barrida y ordenada. Se va, entonces, y regresa con otros siete espíritus peores que él, entran y se quedan allí. La nueva condición de la persona es peor que la primera, y esto es lo que le va a pasar a esta generación perversa". (Mateo 12:43-45) Si Jesús realmente adoptó la postura de que vendría para ‘arreglar las cosas por nosotros’, cuesta entonces entender por qué se esfuerza tanto para que comprendamos, al igual que lo hace el Islam, la importancia vital de mantener la guardia constante contra las fuerzas negativas. Éstas, claro está, son fuerzas que pueden internarse en la mente y el alma de una persona que incluso ha creído y se ha arrepentido con sinceridad. Una vez que Jesús ha ‘arreglado las cosas por nosotros’, y lo hemos aceptado como nuestro salvador, aparentemente seguimos estando sujetos a dichas fuerzas –de una manera que nos deja peores de lo que estábamos al principio, y nuestras almas quedan en grave peligro. Si nuestro ‘último estado’ es peor que el ‘primero’, claramente estamos destinados a ir al Infierno. ¿Acaso no significa eso que la mecánica de la salvación puede ser diferente de lo que creíamos al principio, y que puede tener más de una parte móvil? [...]

"No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo". (Mateo 7:21) Esa es una enseñanza bastante extraña para una religión construida en torno al principio que reconoce a Jesucristo como el Señor. Si Jesús adoptó la postura de que su papel fue ‘arreglar las cosas por nosotros’, cuesta ver por qué nos diría, en las palabras más simples, que no basta con apelar a él como señor para ganar la salvación. ¿Y cuál es exactamente la diferencia entre ese tipo de apelación, que Jesús considera insuficiente, y el acto de proclamarlo como nuestro salvador personal? Una vez que Jesús ha arreglado las cosas por nosotros, y que lo hemos aceptado como nuestro salvador, ¿es su mandamiento realizar la voluntad de Dios para así obtener la salvación para nosotros? Si no realizamos la voluntad de su Padre que está en el cielo, ¿corre peligro nuestra salvación? [...]

La realidad central del Cristianismo, según nos dicen, es que Jesucristo murió para redimir a la humanidad, dándole así un comienzo fresco con el Todopoderoso a quienes creen en él. Supongamos que preguntásemos: ¿Por qué necesitamos un comienzo fresco? C. S. Lewis, y otros muchos que están de acuerdo con él, nos darían esta respuesta: ‘La humanidad ha perdido la gracia y, como resultado, es pecadora inherentemente. Lo único que puede revertir tal pérdida es la sangre de Jesucristo’. Si tienen razón, entonces hemos encontrado la respuesta a la importante pregunta de la salvación eterna. [...] Tenemos el derecho, y la obligación, de formular la pregunta que a menudo ha sido ignorada: ¿Las palabras que los Evangelios le atribuyen a Jesús apoyan esta teoría? "Trata de llegar a un acuerdo con tu adversario mientras van todavía de camino al juicio. ¿O prefieres que te entregue al juez, y el juez a los guardias que te encerrarán en la cárcel? En verdad te digo: no saldrás de allí hasta que hayas pagado hasta el último centavo". (Mateo 5:25-26) ¿Puede esta parábola de Jesús, rara vez analizada o enseñada en las congregaciones e iglesias, ser entendida como otra cosa que no sea una parábola de salvación y castigo eterno? ¿Puede la palabra ‘prisión’ representar algo que no sea el Infierno? ¿Puede la palabra ‘juez’ representar a alguien que no sea Dios? ¿Puede el ‘adversario’ que nos entregará al juez ‘en cualquier momento’ ser otra cosa que nuestra propia muerte inevitable? ¿Es realmente la sangre de Jesús crucificado lo que nos salva mientras vamos hacia el juicio? ¿O acaso lo que nos salva es nuestra propia elección de ponernos de acuerdo con nuestro adversario? [...] Lo que nos salva es nuestra propia ansiedad de ‘devolver’ arrepintiéndonos y haciendo buenas acciones en esta vida, evitando así el castigo de la vida que vendrá. Lo que nos salva es nuestra propia conclusión de que nos conviene aceptar los ‘términos’ que nos ofrecen, someternos a la dura situación, y luchar lo más que podamos antes de llegar al ‘juicio’. Esta sumisión pragmática a la Realidad de la situación que enfrentamos es, según resulta, el principio teológico rector del Islam. Y es también, para el lector atento de Q, el principio teológico rector de Jesús. Tenemos el derecho, y la obligación, de preguntar: ¿Dónde, en qué lugar de esta parábola, nos dicen que la sangre del Hijo de Dios redimirá los pecados? [...] Si Jesús compartió con nosotros una parábola de salvación, y dejó afuera la parte que habla de su propio sacrificio por la humanidad, ¿es Jesús el problema, o lo es nuestra teoría de su sacrificio por la humanidad? No podemos decir seriamente que se trata de una mera ‘coincidencia’ cuando hablamos de que Jesús no menciona la acción redentora de la sangre del Hijo de Dios en ninguno de esos dichos. Tampoco podemos considerar como ‘coincidencia’ el duro y desconcertante hecho de que no aparece en ninguno de los versos más antiguos del Evangelio siquiera una palabra que promueva la teología de la redención en el sacrificio de Cristo. Por el contrario, en Q vemos que Jesús reprocha a Satán cuando éste lo pone a prueba refiriéndose a él como el hijo de Dios. En Q, vemos que Jesús predice el destino de la gente que oye sus instrucciones para vivir y no las pone en práctica. Si él quiso predecir el destino de quienes no aceptasen su sacrificio por la humanidad, seguramente lo habría hecho. En Q, vemos que Jesús se refiere a sí mismo como Hijo de Adán –que no es exactamente lo mismo que el Hijo de unigénito Dios. Estos hechos no pueden ser accidentes. [...]

Las nociones del sacrificio de Jesús y su condición de salvador para toda la humanidad, por parte de un ser humano que era Dios encarnado, simplemente no formaban parte de los primeros Evangelios. Estos conceptos fueron añadidos más tarde, mucho después de la finalización del ministerio de Jesús. Si leemos los primeros versos del Evangelio con un corazón y una mente abiertas, no podemos decirnos honestamente que Jesús realmente veía a su misión como una misión de ‘arreglar las cosas por nosotros’. Debemos concluir que él estaba mucho más interesado en encontrar maneras de que nos protejamos del mal, de que acudamos una y otra vez a Dios, de que nos comprometamos a discernir y someternos a la voluntad de Dios, de que escuchemos el consejo de nuestra propia alma, de que nos purifiquemos bajo la guía de Dios Todopoderoso, de que nos arrepintamos de nuestros pecados antes de que se nos lleve ante el Juez. ‘Sin el sacrificio de Jesús’, dijo recientemente un pastor estadounidense en su prédica, ‘no existiría el Cristianismo’. [...] Si Chadwell y el resto de los que así opinan tienen razón, entonces las claras instrucciones que da el Evangelio respecto a la salvación que usted ha leído en este capítulo –instrucciones que nada tienen que ver con el sacrificio de Jesús– presumiblemente pertenecen a otro credo. Si los expertos insisten en que dichas enseñanzas no tienen lugar en el Cristianismo, entonces pueden estar seguros de que las mismas están totalmente a tono con las enseñanzas del Islam.

Si somos verdaderos cristianos, debemos aceptar como palabra fehaciente lo que Jesús realmente enseñó acerca de la salvación. Y si de verdad estamos interesados en lo que Jesús enseño en ese sentido, no podemos dejar de notar que su mensaje es muy similar –de hecho, es idéntico– a lo que enseña el Islam. [...] Cuando hablo de Jesús con cristianos tradicionales, hay preguntas que surgen una y otra vez. Las más comunes son algunas de las siguientes: ‘¿Qué sucede con San Pablo? ¿Qué hay de todos los otros grandes pensadores y teólogos cristianos que han trabajado durante siglos y desarrollado grandes sistemas de pensamiento y filosofía en torno a la teología cristiana aceptada? ¿Acaso su trabajo no gira en torno a la idea de que Jesús es el único Hijo de Dios engendrado y su sacrificio por la humanidad? ¿No los están ignorando?’ En absoluto. Es imposible ignorar a Pablo, pues es un retórico y teólogo extraordinario, con una influencia duradera y destacable. Sin embargo, es igual de imposible que un cristiano consciente obedezca a Pablo si éste va en contra de Jesús. Según Pablo, el Cristianismo tradicional no nos dice en realidad que existe una Ley Natural (también conocida como Ley Moral) -una ley inherente del bien y el mal que la mayoría de los seres humanos percibe tal como es, y que, en lo profundo, quieren cumplir. El Cristianismo tradicional nos dice que existe una Ley que refleja lo Divino, una Ley que los humanos no pueden obedecer correctamente sin el sacrificio del Cordero de Dios. Es debido a que somos pecadores, debido a que no podemos cumplir las expectativas que tienen de nosotros, que no podemos alcanzar la gloria de Dios. Esa es la postura de Pablo, y la postura donde comienza el Cristianismo tradicional. Aún si pudiésemos entender lo que Pablo dice, también debemos entender lo que Jesús dice. Jesús tiene [...] una concepción mucho más profunda y rica de la percepción de la moral humana que la que tienen los otros teólogos cristianos. Jesús rechaza explícitamente [...] su carácter divino. Él es claramente un profeta (es decir, un mensajero de Dios); no es Dios, y él mismo lo dice. Jesús sostiene que [...] esa sumisión completa a la voluntad de Dios, antes de que la muerte se apodere de nosotros y tengamos que rendir cuentas por nuestros pecados, es el criterio para la salvación. Y podemos tener la seguridad de que estemos listos o no para admitir ese hecho, o discutirlo con los demás, en definitiva somos responsables por lo que sabemos, y por lo que escogemos ignorar, acerca de las enseñanzas de Jesús. Por eso supongamos que Pablo nos dice –tal como C. S. Lewis y otros mil pensadores cristianos nos dicen– que usted y yo nunca podremos, sin importar cuánto lo intentemos, cumplir con las exigencias de la Ley Natural que Dios ha puesto en nuestros corazones.

Supongamos que Pablo y otros mil grandes pensadores nos dicen que Dios se convierte en ser humano para cumplir por nosotros esas exigencias. Aún si Pablo y otros mil grandes pensadores nos advirtieran que estamos perdidos si no conformamos nuestras mentes a su idea de salvación [...] debemos referirnos a las enseñanzas de Jesús. Jesús está por encima de Pablo, y simplemente no puede existir ninguna duda de esto... excepto por parte de aquellas personas que rechazan a Jesús. Este hecho ha sido ignorado sistemáticamente –y/o ocultado adrede– durante dos mil años. [...] Si no le concedemos a Jesús la palabra final en aquellos temas de importancia final, debemos tomarnos un momento para preguntarnos qué tipo de cristianos somos. ¿Seguimos a los hombres? ¿O seguimos a Cristo? Es imperativo que hagamos un esfuerzo consciente para comparar la visión del mundo que Jesús presenta con la que presentan los demás. No podemos suponer que las dos visiones son idénticas simplemente porque así se ha creído siempre. De hecho, no son idénticas. [...] Jesús y Pablo de hecho ofrecen visiones del mundo diferentes, aún si nuestros padres y abuelos no lo notaron. Y si la visión del mundo de Pablo está en conflicto con la de Jesús, entonces Jesús debe recibir prioridad, sea o no popular esa prioridad.

"Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?» El hombre contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.»" (Lucas 10:26-28) Imagine que Pablo tiene razón. Suponga que el amor de Dios, un amor tan fuerte que equivale a una sumisión total, no basta para asegurarse la salvación. Suponga que existiera otro requisito para el éxito espiritual aparte del mencionado en este último pasaje del Evangelio. Imagine que la salvación sí exigiera ‘se nos tomará en cuenta nuestra fe en Aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús, nuestro Señor.’ (Romanos 4:24), ‘En él nos encontramos liberados y perdonados’. (Colosenses 1:14). Imagine que la salvación sí exigiera que Dios adoptara forma humana y derramara Su sangre para así perdonar nuestros pecados y hacer posible la vida eterna para nosotros. ¿Por qué entonces Jesús, al responder al que le hace la pregunta en el pasaje anterior, no menciona este hecho? Jesús lo deja bien claro: El joven respondió correctamente. Si el joven no hubiera respondido correctamente, y hubiera dejado de lado la parte sobre la sangre y el sacrificio y de Dios adoptando forma humana, ¿habría dicho Jesús: ‘¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás’? Entonces. ¿Qué pasa con Pablo? El problema no es, de hecho no puede ser, que Jesús no escucha con suficiente atención a Pablo. El problema, por lo tanto, debe ser que Pablo no escucha con suficiente atención a Jesús. [...]




Quizás se nos objete algo como ‘Los dichos no están en contexto. Sólo han citado algunos pasajes cortos de la escritura. Han omitido deliberadamente partes clave del mensaje evangélico para confundir a la gente’. Esa es otra reacción común de los cristianos frente a los puntos aquí destacados. [...] El argumento es que un verso del Evangelio no está completo sin tener conexión o comparación con otro verso del Evangelio. Es de suma importancia que entendamos, entonces, que este argumento surge de un entendimiento profundamente alterado de la manera en que fueron escritos los Evangelios. Los mejores estudiosos bíblicos (no musulmanes) del mundo concuerdan: Antes de que existiera una historia sobre Jesús, estaban los Evangelios. Los mejores estudiosos bíblicos (no musulmanes) del mundo concuerdan en que los dichos individuales del Evangelio que yo cito aquí deben ser tenidos en cuenta, e interpretados, independientemente. Los dichos originales de Jesús no estaban ‘atados’ a otros versos, como nos pueden haber enseñado, y ciertamente tampoco están ‘atados’ a los escritos posteriores del Apóstol Pablo. No es necesario que tome mi palabra para resolver este importante asunto por sí mismo. Estamos hablando de un hallazgo central en la investigación moderna del Nuevo Testamento. Estamos hablando de un hallazgo que es muy claro para todo aquel que quiera tomarse un momento para observar a los expertos, y no a los expertos recientes, sino a los de seis o siete décadas atrás. En este punto, estamos hablando, no de si el Islam está o no de acuerdo con el Cristianismo, sino de los hechos objetivos del análisis textual contemporáneo de los Evangelios. Aquí está la prueba: "Las críticas más recientes señalan que el método característico de la compilación del Evangelio no era más que una ubicación carente de arte de unidades originalmente independientes, y que cuanto mayor era el esfuerzo para lograr continuidad, más avanzada era la etapa de desarrollo de la tradición original" (A New Gospel, C. H. Dodd, 1936). Cuanto más comprensible es la narrativa, más se aleja de la tradición original reflejada en el pasaje en cuestión, de las unidades ‘originalmente independientes’. Cuanto más habilidosa es la narrativa, menor es la probabilidad de que un relato sea auténtico. Por eso si alguien insiste en que debemos ‘interpretar’ (por ejemplo) la descripción que hace Jesús sobre los requisitos para la salvación en Mateo 5:25-26 recordándonos primero que dicho verso debe ser ‘entendido correctamente’ sin recurrir a otro verso o relato del Evangelio, esa persona está –desde el punto de vista de los estudios modernos– equivocada. En realidad, debemos comenzar por preguntarnos qué significa dicho pasaje cuando se toma como una unidad individual. No podemos suponer que fue compuesto originalmente como parte de una narrativa mayor. No fue así. Plantear ese punto en público se considera, en algunos lugares, ser un ‘mal cristiano’. Pero, ¿es en verdad el ‘buen Cristianismo’ ignorar todos los estudios bíblicos del siglo pasado? Seguramente uno no se convierte en mejor cristiano por obedecer cerrando los ojos cuando se le ordena hacerlo. Ahora sabemos que nos acercamos al Jesús histórico cuando evaluamos los dichos antiguos del Evangelio por separado, sin el beneficio de la continuidad narrativa, porque esa es la manera en que fueron compilados originalmente. En lugar de hacer de cuenta que no existe ese dato importante, debemos usar ese dato para obtener una mayor comprensión del mensaje original del Evangelio. [...] Los primeros Evangelios fueron tomados de dichos de Jesús. No eran relatos. Esos primeros Evangelios evitaban bastante la narración. Simplemente se limitaban a dar cuenta de lo que Jesús dijo en diversos momentos de su ministerio. Los primeros devotos recordaban los dichos individuales o breves conversaciones con Jesús, y las compartían entre sí para luego memorizarlas. Esta tradición oral pasó luego a convertirse en tradición escrita. [...]

Es mi anhelo que usted esté de acuerdo en que si alguien dice ser cristiano, pero no está interesado en lo que Jesús dijo, entonces profesa una variedad muy extraña de Cristianismo. De igual manera, debe interesarnos la determinación de qué dichos estuvieron en realidad en esos primeros Evangelios. La creación de los Evangelios posteriores –incluyendo a Mateo, Marcos, Lucas, y Juan– no fue, como nos enseñaron, algo que surgió ‘de la nada’ a partir de una ‘inspiración’ espontánea de Dios. Por el contrario, esos Evangelios tradicionales surgieron gracias a un diseño cuidadoso y una amplificación de diversas tradiciones existentes. Los dichos individuales fueron unidos para formar discursos, y, eventualmente, rodeados de material narrativo. Esto significa que, cuando consideramos la autenticidad de los diversos dichos del Evangelio en Q, la unidad de texto más pequeña que puede haber es a menudo la más importante. El material ‘explicativo’ o ‘narrativo’ que la rodea, cuando surge en los Evangelios tradicionales que tenemos hoy, es, por definición, algo sospechoso. ¿Por qué? Porque todo el material narrativo que está contenido en los Evangelios es, por definición, de un origen posterior que los breves dichos que fueron memorizados y transmitidos oralmente por los primeros creyentes. Aún si fuera difícil hacerlo, debemos aprender a ignorar los ‘relatos’ de los Evangelios, y concentrarnos en los dichos individuales mismos, si es que queremos entender la verdadera misión de Jesús. [...] Si Dios nos dio los Evangelios, tal como lo hizo, también nos dio la mente –y es evidente que Él quiso que usáramos ambos. [...]

Afortunadamente, las primeras versiones de estos dichos parecen estar conservadas en Q [...] y son anteriores al material que las rodea. Es por eso que sólo he citado pasajes muy breves del Evangelio en este libro, y he evitado hacer referencias cruzadas con otros pasajes del Evangelio. En este punto, a menudo me dicen: ‘Lo que usted dice acerca de los estudios y el desarrollo textual de los Evangelios parece interesante. Pero de alguna manera, no puedo escapar al sentimiento de que los textos en cuestión han sido manipulados por el hombre’. Y es cierto. Ciertamente parecen manipulados por el hombre. Pero no son los estudiosos modernos los que han llevado a cabo tal manipulación. Para explicar lo que quiero decir, debo brindarle un poco de información de respaldo. [...] Algunos patrones históricos en el desarrollo de la cultura religiosa son difíciles de ignorar, y a continuación compartiré con usted algunos de ellos –pero quiero adelantar que no es mi intención denigrar la fe de nadie ni atacar la concepción que alguien tenga de Dios. Mi intención es solamente llamar la atención a hechos simples de la historia [...]:
  • Muchos movimientos de fe anteriores al Cristianismo promovían la idea de que el sufrimiento y la muerte de alguien hacen posible la salvación.
  • Mucho antes de Jesús, el dios Attis, en Frigia (Turquía actual) era considerado como el único hijo engendrado de Dios y el salvador de la humanidad. El 24 de marzo de cada año, supuestamente moría desangrado al pie de un pino. Se creía que su sangre traía vida desde la tierra. Cada primavera, sus seguidores celebraban su resurrección triunfante.
  • Mucho antes de Jesús, el dios Abonis de Siria era considerado por sus seguidores como alguien que había muerto para obtener la redención para toda la humanidad. Cada primavera, sus seguidores celebraban su resurrección triunfante.
  • Mucho antes de Jesús, los seguidores del dios egipcio Osiris celebraban, cada primavera, su resurrección triunfante. También celebraban su cumpleaños el 29 de diciembre.
  • Mucho antes de Jesús, el semidios griego Dionisio era considerado como hijo de Zeus. Sus seguidores celebraban su resurrección triunfante en el equinoccio de primavera. Su encarnación romana, Baco, tenía un cumpleaños muy familiar: 25 de diciembre.
  • Mucho antes de Jesús, los seguidores de Mitra, el dios-sol persa, celebraban el cumpleaños de éste el 25 de diciembre. Sus rituales religiosos incluían una cena eucarística en la que los devotos participaban de la naturaleza divina de Mitra por medio de un banquete sagrado de pan y vino.

C. S. Lewis hace una breve referencia [...] a estas tradiciones en su libro Mere Christianity. Lo hace como parte de un somero repaso histórico de la experiencia religiosa humana. En lugar de brindarles a sus lectores los datos específicos de dichos sistemas de fe –datos que acabo de compartir con usted– Lewis nos dice que dichos movimientos son precursores del Cristianismo: Borradores, si se quiere, del eventual intento de la humanidad por acercarse a Jesucristo (aún no nacido entonces). Esto es una suprema holgazanería intelectual o un engaño deliberado. [...] Por lo tanto, debemos reconocer los hechos. Los elementos paganos tuvieron un papel central no sólo en el desarrollo de los Evangelios, sino también en las posteriores doctrinas teológicas, rituales, y sensibilidades de la Iglesia Cristiana. Dichas influencias traicionaron el mensaje original de Jesús. Afortunadamente, las influencias de dichos grupos paganos parecen estar totalmente ausentes en los primeros pasajes del Evangelio que encontramos en Q. Y es por eso que les presto tanta atención, como también al riguroso patrón monoteísta que describen –y es esa la razón por la que creo que usted también debería hacer lo mismo.

Hasta ahora hemos visto el ‘contexto’ ofrecido por la historia religiosa humana antes de Jesús. Sin embargo, la historia religiosa posterior al ministerio de Jesús es igual de reveladora. [...] Un hecho de particular importancia es el siguiente: La doctrina de la Trinidad fue impuesta formalmente en el Cristianismo tres siglos después del nacimiento de Jesús, por el Emperador Romano Constantino. En el Concilio de Nicea en 325 surgió la primera aprobación formal de la doctrina que Dios era ‘triuno’ por naturaleza, un movimiento que marcó el camino para la terrible persecución de aquellos que rechazaban dicha doctrina. [...] Estos grupos que se atrevían a estar en desacuerdo con la fórmula del emperador eran tildados de herejes, y eventualmente exiliados o erradicados. ¿Qué tipo de hombre era este Constantino, un gobernante que jugó un papel tan primordial en el desarrollo global del Cristianismo? [...] Constantino fue un tirano genocida que utilizaba la violencia a pequeña y gran escala para lograr sus objetivos (a veces misteriosos). Asesinó a su propio hijo y a su esposa por razones que nadie puede entender; mató a miles de sus opositores políticos; era conocido por ser un entusiasta adorador del fuego. Fue bautizado como cristiano recién en su lecho de muerte. Aún así, a pesar de lo profundo o no de su compromiso personal con la fe, este pragmático, despiadado y quizás sociopático jefe de estado fue, después de Cristo y del Apóstol Pablo, probablemente el hombre más influyente en la historia de esta fe. Este hecho merece ser considerado detenidamente por toda persona que se diga seguidora de Jesús. De hecho, se puede decir que Constantino supera a Jesús y a Pablo en influencia. La fórmula nicena de la Trinidad que Constantino planteó ha regido, de manera determinante, gran parte de la teología cristiana en los últimos diecisiete siglos. Mucha gente hoy día actúa como si esta realidad histórica hubiera surgido tan naturalmente de la misión de Jesús como la lluvia que cae o el pasto que crece. Pero no es así. Toda persona que sostenga que los Evangelios apoyan la ortodoxia de Constantino deberá enfrentar una pregunta incómoda: ¿Cómo explicamos el hecho de que nadie predicaba la fórmula nicena antes de Constantino? Ningún historiador responsable del Cristianismo disputa los duros cambios que la teología cristiana vivió en los siglos que siguieron a Jesús. Dichos cambios no surgieron de la nada. Por el contrario, culminaron en el concilio de Constantino y acarrearon diversos beneficios políticos para el régimen del emperador. Y es imposible que un cristiano consciente y moderno se reconcilie con ellos sin al menos aceptar la posibilidad de apostasía –es decir, una traición formal de la teología que Jesús mismo seguía, la teología de la sumisión total al Único Dios Creador. Lo más destacable es que gran parte de esa teología original sigue evidenciándose en los primeros versos evangélicos. Observe las enseñanzas que encontramos en Q... y pregúntese cuán cercanas son al ‘contexto’ de Constantino. En Q, Jesús nos advierte que debemos temer sólo al juicio de un solo Dios: "Yo les digo a ustedes, mis amigos: No teman a los que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Yo les voy a mostrar a quién deben temer: teman a Aquel que, después de quitarle a uno la vida, tiene poder para echarlo al infierno. Créanme que es a ése a quien deben temer". (Lucas 12:4-5) Esas palabras son idénticas al principio islámico conocido como Taqwa. Compare: "A Él pertenece cuanto hay en los cielos y en la Tierra. Se debe adorar solamente a Él. ¿Acaso vais a temer (taqwa) a otro que no sea Dios?" (Corán 16:52) En Q, Jesús le advierte a la humanidad que las ventajas y placeres mundanos no deben ser la meta de nuestras vidas: "Pero ¡pobres de ustedes, los ricos, porque tienen ya su consuelo! ¡Pobres de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque después tendrán hambre! ¡Pobres de ustedes, los que ahora ríen, porque van a llorar de pena!" (Lucas 6:24-5) Es idéntica a la advertencia islámica de que no debemos dejarnos engañar por los encantos de la Dunya o vida terrenal. Compare: "La codicia os distraerá [y os apartará de Dios] Hasta que [muráis y] conozcáis [la oscuridad] de la tumba [por un tiempo]. Ya sabréis. Ya veréis [el resultado de vuestras obras]. Y por cierto que si hubierais creído firmemente en lo que os aguarda [no os hubiera distraído la codicia]. [Pero no creísteis] Y veréis el fuego del Infierno. Y por cierto, lo veréis con certeza. Luego, ese día, se os preguntará qué hicisteis con las gracias [que se os concedieron en la vida mundanal]". (Corán 102:1-8) Quizás igual de revelador, Q no enseña nada de la Crucifixión, ni del sacrificio de la misión de Jesús, una omisión intrigante. Considere las siguientes palabras: "Yo se lo digo: vendrán muchos del oriente y del occidente para sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, mientras que los que debían entrar al reino serán echados a las tinieblas de afuera: allí será el llorar y rechinar de dientes". (Mateo 8:11-12) Hay contexto, y hay traición. Cada uno de nosotros debe decidir por sí mismo cuál es cuál. [...]

Cuanto más leía lo que decía Q, más imposible se me hacía conciliar la idea de la Trinidad con lo que me parecía más auténtico de los Evangelios. Me vi enfrentado con preguntas muy difíciles:
  • ¿En qué parte de los Evangelios utiliza Jesús la palabra ‘Trinidad’?
  • Si Jesús fue Dios, como dice la doctrina de la Trinidad, ¿por qué adoraba él a Dios?
  • Si Jesús fue Dios, como dice la doctrina de la Trinidad, ¿a quién le rezaba y por qué?

[...] En noviembre de 2002, comencé a leer una traducción del Corán. [...] No encuentro palabras para describir adecuadamente el extraordinario efecto que este libro tuvo en mí. Basta decir que el mismo magnetismo que me había atraído a los Evangelios a los once años estaba presente en una nueva e imperativa forma. Este libro me contaba cosas de suma importancia, tal como lo había venido haciendo Jesús. El Corán me brindaba una guía confiable y respuestas fidedignas a las preguntas que durante años le venía haciendo a los Evangelios. El Corán me atrajo a su mensaje porque confirmaba poderosa e implacablemente los dichos de Jesús, los cuales mi corazón me decía que eran auténticos. Supe con certeza que algo había sido cambiado en los Evangelios. También supe que algo había sido dejado intacto en el texto del Corán. [...]

Traducción por : Lic. M. Isa García
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NOTAS

[1] Clive Staples Lewis, reconocido escritor irlandés, se educó en el protestantismo del Ulster. La influencia pagana lo llevó a hacerse agnóstico, pero luego se convirtió al catolicismo romano. Es famoso por la serie de libros infantiles "Crónicas de Narnia", escrita desde una perspectiva católica.


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