lunes, 28 de marzo de 2011

El Libre Albedrío Humano: Sus Implicaciones

El Libre Albedrío Humano: Sus Implicaciones

Autor: Al-Maududi.


[...] Islam es una palabra árabe que significa sumisión, obediencia. En cuanto a religión, el Islam predica la sumisión y la obediencia totales a Dios. [...]

El orden cósmico que gobierna el Universo, desde las partículas a las galaxias, es la ley de Dios, el Creador y Señor del Universo. Ya que la creación entera obedece las leyes divinas, se puede decir que todo el Universo sigue literalmente la religión del Islam, porque el Islam no significa más que la sumisión y la obediencia a Dios, el Señor del Universo. El Sol, la Luna, la Tierra y todos los demás cuerpos celestes son pues “musulmanes” [...]. Todo en el Universo es musulmán porque todo obedece a las leyes que le han sido asignadas por Dios. [...]

El hombre posee una doble naturaleza, su vida se desarrolla en dos planos diferentes. Por una parte, como todas las demás criaturas, está completamente dependiente de las leyes naturales y no puede librarse de ellas. Pero por otro lado, el hombre está provisto de razón e inteligencia. Tiene el poder de pensar y de juzgar, de elegir o rechazar, de aprobar o desaprobar. Es libre de elegir su religión, su género de vida y de orientar su existencia en función de las ideologías de su elección. Puede trazar su propio código de conducta, o aceptar uno formulado por otros. Ha sido dotado del libre arbitrio y puede decidir su propio comportamiento. Sobre este segundo plano, al contrario que las demás criaturas, ha recibido la libertad de pensamiento, de opinión y de acción. Estos dos aspectos coexisten claramente en la vida del hombre.

En el primer caso, como todas las demás criaturas, el hombre nace y quedará musulmán y sigue automáticamente los mandatos de Dios. En el segundo, tiene la libertad de elegir, de ser o no ser musulmán, y la manera de ejercer esa libertad es la que divide a la humanidad en dos grupos: Los que se someten a Dios y los que niegan o rechazan a Dios. El que elige reconocer a su Creador, aceptarle como Soberano único, se somete escrupulosamente a sus mandatos, sigue la ley que le ha revelado al hombre para su vida individual y social, llega así a ser un perfecto musulmán. Ha logrado llegar a un Islam completo, decidiendo voluntariamente obedecer a Dios en el plano donde se le había dado la libertad de elegir. [...]

Al contrario de este hombre, está el hombre que aunque por naturaleza es musulmán, vive de forma inconsciente toda su vida, no ejerce sus facultades de razón, inteligencia e intuición para reconocer a su Señor y Creador, y no utiliza su libertad de elección más que para negar su existencia. Tal hombre es llamado “kafir”en el Islam.

“Kufar” significa literalmente “encubrir,” “disimular”. El hombre que niega a Dios es llamado “Kafir” (disimulador), porque por su incredulidad, oculta lo que es inherente a su naturaleza y a su alma, ya que su naturaleza está instintivamente orientada hacia el Islam. Su cuerpo entero, cada miembro, cada fibra de este cuerpo, está sometido a ese instinto. Toda partícula de existencia —animada o inanimada— cumple su función de acuerdo con la ley del Islam y desempeña el papel que le ha sido adjudicado. Pero la vida de este hombre ha sido oscurecida, su espíritu se extravió y es incapaz de ver la evidencia. No puede discernir su propia naturaleza, y sus actos y pensamientos están en desacuerdo total con ella. La realidad le es extraña y tantea en las tinieblas. He aquí la naturaleza del kufar.

El “kufar” es una forma de ignorancia, o más bien, es la ignorancia por excelencia. ¿Hay acaso ignorancia más grande que ignorar a Dios, el Creador, el Señor del Universo? Es un hombre que observa el vasto panorama de la Naturaleza, su mecanismo soberbio e inmutable, el concepto grandioso que resplandece en todos los aspectos de la Creación: observa esta gigantesca máquina, pero ignora quién la ha hecho y la dirige. Examina su propio cuerpo, este organismo maravilloso que funciona de una manera tan estupenda que sirve para conseguir sus propios fines, pero es incapaz de discernir la Fuerza que lo ha suscitado, el Ingeniero que ha concebido y producido esta máquina, el Creador que ha hecho a este ser único: el hombre, a partir de materias inanimada: carbono, calcio, sodio... Reconoce el concepto sublime del Universo, pero no puede distinguir al que lo ha concebido. Admira el funcionamiento armonioso sin ver en él al Creador. Puede ver en el Universo que le rodea las más brillantes demostraciones de maestría en la ciencia, la filosofía, las matemáticas o la técnica, pero queda ciego al Ser que dio origen a este Universo infinito y nunca se lo explica totalmente. ¿Cómo un hombre incapaz de distinguir esta realidad determinada podría alcanzar las verdaderas perspectivas del conocimiento? ¿Cómo un hombre que se ha puesto en el mal camino podría conseguir el buen destino? No podrá explicar nunca la Realidad, el Verdadero Camino le será siempre cerrado, y cuando emprenda algo en el dominio de la ciencia o del pensamiento, no podrá gozar nunca de las luces de la verdad y de la sabiduría. Continuará andando a ciegas y balbuceando en las tinieblas de la ignorancia.

Mucho peor: el “kufar” es un tirano e incluso el peor que existe. ¿Qué es una tiranía, sino una utilización injusta y cruel de una fuerza o un poder? Si alguna cosa o alguien se trata a la fuerza contrariamente a la justicia o a su naturaleza y su voluntad propias, esto se llama tiranía

Acabamos de ver que todo el Universo está sometido a Dios su Creador. Lo que es natural, es obedecer, vivir en conformidad con Su voluntad y Su ley (más exactamente, ser musulmán). Dios ha dado al hombre un poder sobre toda la Creación cuya naturaleza misma exige que sea utilizada por el único cumplimiento de Su voluntad y exclusivamente por esto. El que desobedece a Dios, el que es “Kafir,” se hace culpable de la injusticia más grave, utilizando todas las facultades de su cuerpo y de su espíritu en contra de las tendencias de la Naturaleza, y llega a ser así el instrumento involuntario del drama de la desobediencia. Obliga a su cabeza (cuyo instinto natural es inclinarse sólo ante Dios el Uno, el Único) a inclinarse ante otras deidades que no son el Dios verdadero, alimenta a su corazón (cuyo instinto natural es amar a Dios) del amor, respeto y temor a otra autoridad distinta a la Autoridad Suprema, al Uno. Esto está en contradicción total con los instintos naturales de estos órganos. Utiliza el poder del que dispone (y que le ha sido otorgado sólo por Dios mismo) contra la voluntad explícita de Dios, haciendo así reinar la tiranía. ¿Puede existir tiranía de más crueldad e injusticia que la de este hombre que explota la Creación y la obliga desvergonzadamente a seguir un camino contrario a la Naturaleza y la justicia?

El “kufar” no es simplemente tiranía, es algo peor, pura rebelión, ingratitud, infidelidad. Después de todo, ¿qué es el hombre en realidad? ¿De qué poder y de qué autoridad dispone? ¿Quién ha creado su cerebro, su corazón, su alma, su propio cuerpo? ¿Él mismo o Dios, Glorificado sea? ¿Ha sido él o ha sido Dios quien ha creado el Universo? ¿Quién ha sometido todas las fuerzas de la naturaleza al servicio del hombre, él o Dios? Si todas las cosas han sido creadas por Dios y sólo por Él únicamente, ¿a quién, pues, pertenecen? ¿Quién es el justo Soberano? Dios y sólo Dios. Si Dios es el Creador, el Señor, el Soberano, ¿hay alguien más rebelde que el hombre que utiliza la Creación de Dios contra Sus decretos, que vuelve su espíritu y su corazón contra Dios, y utiliza todas sus facultades contra la voluntad del Señor? El servidor que traiciona a su señor, el oficial que se vuelve contra su país, el que engaña a su bienhechor, son todos traidores. ¿Pero qué decir e la traición de la ingratitud y de la incredulidad del “Kafir”? Después de todo, ¿cuál es la fuente verdadera de toda autoridad? ¿Quién ha levantado al hombre a una posición elevada? Todo lo que el hombre posee y de todo lo que se sirve o beneficia de los demás, le ha sido dado por Dios. Con respecto a sus padres, el hombre tiene en la tierra las obligaciones más grandes, pero ¿quién ha puesto en el corazón de los padres este amor a sus hijos, y quién le inspira a hacer todo lo que está en su poder para el bienestar de ellos? ¿De dónde viene el deseo innato y la posibilidad que la madre tiene para alimentar a sus hijos? Es evidente que es Dios el más grande bienhechor del hombre. Es su Creador, el que le alimenta y le hace vivir, así como su Señor y Soberano. Tal es la posición de Dios frente al hombre, y no hay traición ni ingratitud más grande que la del “kufar,” que lleva al hombre a rechazar a su verdadero Señor.

Sería ridículo pensar que al adoptar la actitud del “kufar,” el hombre le hace daño a Dios Todopoderoso. De ningún modo. ¿Qué daño podría hacer el hombre, que es una pizca de polvo insignificante en la superficie de un planeta minúsculo girando en este universo infinito, al Soberano del Universo, cuyo reino es tan vasto que con la ayuda de los más potentes telescopios no nos permite adivinar sus límites, cuyo poder ordena la trayectoria celeste de la Tierra, la Luna, el Sol y las miríadas de estrellas? Que provee todas las necesidades, pero no tiene necesidad de nadie para proveer las Suyas. La rebelión del hombre contra Dios no puede hacerle a Él ningún daño, al contrario, esta desobediencia no hace más que precipitar al hombre al camino de la ruina y la desgracia.

La consecuencia inevitable de esta sublevación y de esta negación de la Realidad, es el descalabro en los ideales últimos de la vida. Un rebelde no encontrará jamás el camino del verdadero conocimiento. Porque al saber que es incapaz de descubrir a su propio Creador, no puede descubrir ninguna verdad. El espíritu y la razón de tal hombre se extraviarán siempre. ¿Cómo la razón que no puede reconocer a su Creador podría dilucidar los misterios de la vida? Tal hombre no sufrirá más que fracasos en todos los dominios. Su vida moral, cívica, social, familiar, su lucha por asegurar su subsistencia, todo estará afectado. No difundirá más que confusión y desorden en la tierra. Sin el menor remordimiento, derramará la sangre, violará los derechos de sus semejantes, será cruel con ellos, suscitará el desorden y la destrucción en el mundo. Sus pensamientos y sus ambiciones perversas, su ausencia de discernimiento, su sentido de los valores falseado, sus actividades malignas, serán nefastas tanto para él como para sus allegados. Tal hombre puede arruinar la paz y el equilibrio de la vida en la tierra. En la vida ulterior, será tenido por culpable de los crímenes que haya cometido contra él mismo. Su cuerpo entero, su cerebro, sus ojos, su nariz, sus manos, sus pies se lamentarán del mal uso que hubiera hecho de ellos. Cada célula de su cuerpo le reprenderá ante Dios, que es la verdadera fuente de la justicia, y se le aplicará la sentencia que merece. Tal es la infamante consecuencia del “kufar.” Va al fracaso total, tanto en esta vida como en la vida posterior. [...]

Dios ha dado al hombre la posibilidad de instruirse, pensar y meditar, y el conocimiento del bien y del mal. Pero le ha conferido, por otra parte, una relativa libertad de voluntad y de acción. Es en el ejercicio de esta libertad como el hombre es puesto a prueba. [...] Dios le ha dado la libertad de voluntad y de acción, de manera que puede elegir libremente el modo de vida que estime sea el bueno: el Islam o el “kufar.”

Se encuentra, pues, por un lado al hombre que no comprende ni su propia naturaleza ni la del Universo. Ignora quién es su Soberano verdadero y cuáles son Sus atributos, y utiliza mal su libertad tomando el camino de la desobediencia y de la rebelión. Tal hombre ha fracasado en el examen de su conocimiento, de su inteligencia y de su sentido del deber, y no merece una suerte mejor que la discutida anteriormente.

Por otro lado, se puede encontrar al que sale victorioso de esta puesta a prueba. Utilizando correctamente su saber y su espíritu, reconoce a su Creador, tiene fe en Él, y sin estar de ningún modo forzado, elige obedecerle. Sabe distinguir el bien del mal, y aunque sea enteramente libre de no hacerlo, elige el bien. Comprende su propia naturaleza, se conforma con sus leyes y sus realidades, y aunque tenga toda latitud de caminos para seguir, no importa cuáles, adopta el de la obediencia y lealtad a su Dios, su Creador. [...]

Elige la verdad, ve la realidad, se somete con toda gratitud a su Señor y Soberano. Es un hombre inteligente, sincero, que tiene el sentido del deber, que ha optado por la luz antes que por las tinieblas, y después de haber distinguido la realidad, ha respondido a su llamamiento con entusiasmo. [...]

En cada estadio de su búsqueda, su conciencia de Dios le impedirá hacer un uso malo y destructivo de la ciencia y de los métodos científicos.

No soñará nunca con alabarse de ser el señor de estas fuerzas, el conquistador de la Naturaleza, atribuyéndose así las prerrogativas divinas, ni [...] someterá al género humano estableciendo su supremacía sobre todos, sin retroceder ante los medios más viles. Tal actitud de rebelión y desafío no podrá ser la de un musulmán. Sólo un erudito “kafir” pude ser la presa de tales ilusiones y sucumbir exponiendo a todo el género humano a los peligros de la destrucción total y del aniquilamiento. Un sabio musulmán, por el contrario, se comportaría de una manera diferente. Cuanto más claro viera en el campo de la ciencia, más sería reforzada su fe en Dios. Inclinará su cabeza ante Él con gratitud, ya que su Soberano le ha bendecido concediéndole un poder y una ciencia muy grandes, deberá obrar por su propio bien y el de la Humanidad. En vez de ser orgulloso, será humilde, en vez de exaltarse de su propio poder, realizará grandes cosas para el bien común. No se entregará a una libertad desenfrenada. Será guiado por los principios de la moralidad y de la revelación Divina. De este modo, la ciencia entre sus manos, en lugar de ser un instrumento de destrucción, llegará a ser un medio de bienestar de los hombres y de la regeneración moral. Es de este modo como expresará su gratitud a su Soberano por los dones y las bendiciones que ha derramado sobre el hombre. [...]

En lo que concierne al derecho, el musulmán tratará de hacer de él, el instrumento real de la justicia, para la protección de los derechos de todos —particularmente, de los débiles—. Velará para que cada uno reciba la parte que se merece y que ninguna injusticia u opresión sea infligida sobre cualquiera. Respetará la ley, la hará respetar y velará para que la justicia sea repartida equitativamente.

La vida moral de un musulmán estará siempre llena de piedad, devoción y rectitud. Vivirá en el mundo con la convicción de que Dios es nuestro único Soberano, que todo lo que él y todos los demás puedan poseer ha sido dado por Dios, que los poderes de los que dispone no son más que un depósito de Dios, que la libertad que le ha sido conferida debe ser utilizada con discernimiento, y que es para su propio beneficio el servirse de ella según la voluntad divina. Tendrá siempre presente en el espíritu que debe un día volver a su Señor y le dará cuentas de toda su vida. El sentimiento de responsabilidad quedará siempre firmemente implantado en su espíritu y no se portará nunca irresponsable ni indiferente.

Pensemos en la excelencia moral de un hombre que vive con tales disposiciones [...] será una bendición para la Humanidad, su espíritu no será turbado por malos pensamientos y ambiciones perversas. Se abstendrá de ver, de entender y de hacer el mal. Dominará su lengua y no proferirá jamás mentira. Mantendrá su vida de una manera justa y honesta, y preferirá el hambre a una alimentación adquirida por la explotación o la injusticia. No será nunca cómplice de la opresión o de la violación de la vida humana y del honor, sea cual fuere la forma. No cederá jamás ante el mal, sea cual fuere el precio que tenga que pagar por esto. Será la bondad y la nobleza mismas, y defenderá el derecho y la verdad, incluso al precio de su propia vida. Aborrecerá todas las formas de injusticia, se erigirá defensor de la verdad que las adversidades no pudieron derribar. [...]

Será el hombre más honrado y respetado, y nadie le podrá superar en este campo. ¿Cómo podría alcanzar la humillación a un hombre que para solicitar un favor no extiende la mano, ni inclina la cabeza ante cualquiera, excepto ante Dios Todopoderoso, el Soberano del Universo? [...]

Nadie en el mundo podría ser más rico o más independiente que él —porque vivirá una vida de austeridad y de contemplación. No será sensual, ni débil, ni avaro. Se contentará con lo que gane honestamente, e incluso si montones de riquezas mal adquiridas se ponen ante él, las rechazará con menosprecio. Tendrá paz y la satisfacción del corazón—. ¿Hay riqueza más grande que esta? [...]

Si han comprendido la verdad natural de un musulmán, estarán convencidos de que no puede vivir en la humillación, esclavitud o sumisión. [...] Porque el Islam le inculca las cualidades que no están eclipsadas por ningún encanto ni ninguna ilusión.

Después de haber vivido una vida respetable y honorable en la tierra, volverá a su Creador, que derramará sobre él Sus bendiciones, porque ha cumplido su deber honradamente, y ha cumplido su misión con triunfo en la puesta a prueba. Ha salido bien de la vida terrestre y conocerá en la ulterior la paz, la alegría y la felicidad eternas.

Este es el Islam, la religión natural del hombre. [...] Desde todos los tiempos, todos los que reconocieron a Dios y amaron la verdad, han creído en esta religión y estuvieron conformes con ella. Aunque hubieran llamado a este modo de vida Islam o de otra forma. Cualquiera que fuese su nombre, significaba Islam, sumisión total a la ley y a la voluntad del Creador.

Fragmentos del libro “Los Principios del Islam”, publicado en 1977 por el Centro Islámico de Granada. El libro completo puede leerse en http://www.latinodawah.org/library/spanish/losprincipios-libro.html

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