viernes, 11 de marzo de 2011

El Corán: Su Lectura, Recopilación y Preservación en la Historia

El Corán: Su Lectura, Recopilación y Preservación en la Historia


Por: Abu Al-A‘la Al-Maududi


Extracto (fragmentos) del libro “Principios Básicos para la Comprensión del Corán”, publicado en 1986 en Madrid,  por el Centro Islámico en España y el Ministerio del Awqaf y Asuntos Islámicos de Kuwait. El libro así intitulado sirvió de introducción a “El Significado el Corán”, obra monumental del mismo autor.

Este mismo texto, ampliado y revisado, está también disponible en el libro “Conozca el Corán”, publicado en 2006 en Riad por International Islamic Publishing House.

EL CORÁN: UN LIBRO ÚNICO


Antes de empezar el estudio del Corán, debemos tener presente que es un libro único (sin igual), completamente diferente de todos los libros convencionales —información, ideas y argumentos sobre temas específicos con arreglo literario. Por ello, un lego en la materia se desconcierta al no hallar anunciados los temas, capítulos y selecciones conforme a un orden convencional, o tratados separadamente. Por el contrario, los diferentes aspectos de la vida son tratados de una manera completamente diferente. El Corán trata de creencias, instrucciones morales, estatutos y leyes, advierte a los incrédulos, exhorta a los seres humanos a abrazar la Fe Islámica.

Expone enseñanzas de eventos históricos, amonesta, anuncia las buenas nuevas, y todo ello mezclado de una manera hermosa. El mismo tema se repite de modos diferentes y un asunto sigue a otro sin ninguna conexión aparente. A veces un tema nuevo aparece en medio de otro sin razón obvia. El orador y el interlocutor y la dirección a que se dirigen, cambian inopinadamente. Los sucesos históricos no son presentados como en los textos históricos a la manera del humano historiador. El tratamiento de los problemas de la Filosofía y la Metafísica difiere de los textos consagrados por el hombre a estas materias. El ser humano y el universo son considerados en un lenguaje diferente al empleado en las ciencias naturales. Igualmente es original en su método para resolver los problemas culturales, políticos, sociales y económicos.

Los principios y mandatos de la ley son tratados de modo totalmente diferente al de los sociólogos, legisladores y juristas. La moral es anunciada y predicada de una manera que no tiene paralelo en toda la literatura acerca del tema.

Por ello, el lector desprevenido considera el texto coránico con ideas preconcebidas, y al no hallarlo convencional, desconciértase y lo juzga incoherente, sin orden en sus versículos o continuidad en el tema. Como resultado de esa falta de iniciación en el texto del Corán, sus detractores se atreven a elaborar falaces y disparatadas objeciones. Ello a veces, llega a perturbar a algunos de sus modernos seguidores que, para liberarse de dudas, se amparan en extrañas consideraciones. Eluden la elucidación de la cuestión elaborando sorprendentes elucubraciones, para tranquilizarse. A veces intentan crear conexiones artificiales entre los versículos y llegan a aceptar incluso la concepción —forjada por los detractores— de que no hay coherencia ni orden en los temas, y por ende, los versículos aislados de su contexto dan lugar a confusión en la apreciación de su significado.

Esto sucede cuando el lector inadvertido no toma en consideración el carácter Único y Sin Igual de la Revelación de Dios contenida en las Suras y Aleyas coránicas.

Para penetrar en la Revelación Coránica, toda idea preconcebida al respecto del estilo, método y orden, así como la concepción de lo que debe ser un libro de “religión”, deben ser desechas. Sin prejuicios podrá penetrarse en su esencia y aprovechará enriqueciendo su alma con un tesoro único e incalculable. [...]

Preciosos auxiliares para desentrañar la Verdad Coránica serán el conocimiento de su auténtica naturaleza, su idea central, su meta y tema. Asimismo, el estilo, términos y métodos, ambiente y circunstancias (o contexto histórico) deben ser tenidos bien presentes para penetrar en sus evidencias. [...]

LA RECOPILACIÓN

Dios —al revelar el Corán— decretó las providencias para la preservación del mensaje —de cualquier tergiversación— para su perennidad.

A medida que aleyas y suras eran reveladas al Profeta (Bendiciones y Paz de Dios sean con él), eran escritos por los amanuenses en hojas de palmeras datileras, cortezas de árboles, huesos, etc., preciosamente guardados. Además, innumerables adeptos copiaban esos textos para su devoción y muchos creyentes los aprendían de memoria para recitarlos en sus oraciones. Si bien es cierto que muchos compañeros del Profeta (ByP) sabían de memoria el Corán completo, su recopilación fue llevada a cabo después de la muerte del Profeta (ByP). En enfrentamientos armados que se produjeron como consecuencia de una furiosa ola de apostasías, muchos de los compañeros del Profeta (ByP) que habían memorizado el Corán, cayeron. Fue así como Abu Baker (que Dios esté Complacido con él) —sucesor del Profeta— consideró que era indispensable para preservar el Corán, consignarlo por escrito en forma de libro para preservarlo intacto.

Zaid Ibn Zabit (que Dios esté Complacido con él) fue incumbido de la trascendental tarea de copiar la Revelación contenida en el Corán. Su idoneidad y competencia ya habían sido consagradas por el Profeta (ByP) ya que frecuentemente Zaid actuó como amanuense suyo, y era uno de los compañeros (sajaba) que sabían el Corán de memoria, y había presenciado la recitación del Corán completo por Mujámmad (ByP) ante el ángel Gabriel (la Paz de Dios sea con él).

La recopilación del texto del Sagrado Corán se realizó con la cooperación de los compañeros del Profeta (ByP) que habían memorizado el Corán de manera completa o fragmentaria. Esta histórica y sagrada tarea fue celosamente realizada tomando todas las medidas apropiadas para no tergiversar la Revelación: comprobando todas sus partes, palabra por palabra, comparándolas y verificando todo el texto para certificarse de su autenticidad, ya que toda la Revelación había sido escrita bajo el dictado del Profeta (ByP) y su control, por escribientes musulmanes.

El texto del Sagrado Corán compilado en su totalidad fue guardado en la casa de Jafsah (C), la hija de Omar (C) y una de las esposas del Profeta (ByP), y se proclamó que todo Musulmán podía obtener copia fidedigna del Corán o compararlo si el interesado tuviese ya una copia manuscrita del texto de su propiedad. En la compilación del Corán se siguió el mismo orden que el Profeta (ByP) había establecido. El orden de los capítulos (suras) es tan fidedigno como el texto que Zaid escribió. No tiene fundamento suponer que el orden actual de las suras es posterior a la muerte del Profeta (ByP) y no conforme al seguido por Mujámmad (ByP). Ya nos referimos al hecho de que el Profeta (ByP) recitaba el Corán completo todos los meses de Ramadán ante el ángel Gabriel (P); mas, durante el último Ramadán de su vida, el Profeta (ByP) lo recitó dos veces íntegramente ante el ángel Gabriel (P) y Zaid (C) asistió a la segunda lectura. Por ello, es evidente que Zaid (C) siguió ese orden del Profeta (ByP).

El Imán Málik dice al respecto: “El Corán fue recopilado conforme al orden en que los compañeros del Profeta (ByP) lo oían recitarlo”. Por otra parte, en distintos párrafos, el Corán es calificado de libro en la Revelación. Ejemplo de ello es la sura “Muzzamil” (una de las primeras revelaciones de Meca), en donde Dios ordena al Profeta (ByP): “Recita el Corán en orden” (73:4). Esto evidencia que desde el comienzo de la Revelación, Dios había establecido que estaba destinado a ser un libro con un orden preestablecido por el Creador del Universo. [...]

LA PRESERVACIÓN DE LOS MENSAJES REVELADOS

[...] A través de los tiempos, Dios envió en toda época y a todos los pueblos, un total de 124.000 profetas, y a través de ellos reveló 104 libros, cuyo conocimiento y legislación fue resumido en tres: La Torá, el Evangelio y los Salmos. Por último, Dios envió al Sello de la Profecía (ByP) y a través suyo, reveló el resumen del conocimiento y la legislación de todas las Revelaciones anteriores: el Corán, que incorporó las bellezas de los Mensajes anteriores y los superó en perfección y esplendor.

Debido a que los Mensajes anteriores eran dirigidos a una época particular, éstos no fueron permanentes ni perdurables. Por esto Dios, Altísimo sea, no garantizó que se conservaran inalterables. Ni ordenó que todos los memorizaran. La tarea de conservarlos la tomaron algunos estudiosos de las naciones que los recibieron.
Pero en el caso del último Mensaje, Dios garantizó su conservación y no confió esta tarea a los seres humanos. Dios mismo dijo: “Ciertamente Nosotros hemos revelado el Corán y somos Nosotros sus custodios”. (Corán 15:9).


Si uno observa el mundo actual, tanto Oriente como Occidente, encontrará innumerables personas que han memorizado el Corán, a tal punto que si alguien quisiera cambiar una sola letra de él, un muchacho joven, un ama de casa o una mujer anciana podrían corregirlo y señalar dónde está el error o la adulteración. Esto sin mencionar los sabios que lo han memorizado y comprendido sus más profundos significados. [...]

UNIVERSALIDAD DEL MENSAJE DEL ISLAM

El Corán afirma de forma indudable, ser guía para la humanidad entera.

Todo el Corán se dirige a la humanidad entera y si se refiere a elementos locales, autóctonos o propios de los habitantes de la Península Arábiga es porque allí en ese entorno, en su contexto y en la coyuntura histórica en que el Profeta (ByP) debía comenzar su prédica, era obviamente necesario para formar el primer embrión o la primera cédula comunitaria de Musulmanes que, al transformarse, transformaría su mentalidad y comunidad, y como Musulmanes iban a llevar el Mensaje a sus hermanos humanos sin discriminación de color, nacionalidad, fronteras, etc.

Es evidente que el hecho de que el Corán denuncie credos blasfemos y condene estigmatizando las costumbres pervertidas de una comunidad determinada, y presente argumentos apoyándose en el material o recursos del entorno de los árabes no puede ser, en absoluto, una circunstancia que justifique la pretensión de los que alegan que se trata de una prédica local.

No hay credo, filosofía, forma de vida ni religión que exponga desde el principio hasta el fin su doctrina sin referirse a las circunstancias y ejemplos concretos susceptibles de mover las almas de los que reciben el Mensaje. [...]

Si uno desea conocer la solución coránica de un cierto problema humano, debería en primer lugar hacer un estudio de la literatura referente al tema tanto antigua como moderna, y escribir sus temas básicos. También debería hacer uso de la investigación hecha hasta el momento sobre el problema y señalar sus puntos de interés. Después se debería estudiar el Corán con vistas a encontrar las respuestas a esos temas. Por mi propia experiencia personal puedo decir que cuando uno estudia el Corán con el objetivo de investigar cualquier problema, encuentra respuestas para ello incluso en aquellos versículos que uno había pasado por alto sin haber imaginado nunca que estuvieran allí. [...]

LA INTERPRETACIÓN DEL CORÁN

[...] Si bien es cierto que el Corán condena severamente a aquellos que tergiversan la palabra de Dios, de ninguna manera se opone a la sana diferencia de opinión en la interpretación de sus mandatos, siempre que:

  1. Haya acuerdo en lo que se refiere a los principios esenciales del Islam, a pesar de sus opiniones divergentes, y
  2. Que permanezcan unidos en el seno de la creencia y de la comunidad Musulmana.
El Corán desaprueba toda divergencia que lleve o implique el endiosamiento o envanecimiento o perversión, o que pueda llevar a enfrentamientos y a sectarismos, provocando cismas o generando sectas.

Si bien hubo, desde el comienzo del Islam, divergencias entre los eruditos que interpretaban los principios de la fe, inclusive entre los compañeros del Profeta (ByP) y sus seguidores que no concordaban de manera unánime con respecto a los mandatos y prohibiciones, no sólo entre los intérpretes de los últimos tiempos; debemos observar que esa discrepancia proveniente de una crítica e interpretación sana y objetiva, es saludable y esencial para el próspero, y fuente de sabiduría y de vida de una comunidad inteligente y pensante.

Hacemos hincapié poniendo en relieve que el tipo de divergencia condenado en el Islam es el que destruye la comunidad que la nutre, desvirtuando y desintegrando sus valores y, por ende, la sociedad Musulmana. Esa divergencia es como un elemento patógeno, no es síntoma de salud sino de enfermedad.

Estas dos clases de divergencias de interpretación pueden ser ilustradas más extensamente por lo siguiente:

Supongamos que dos eruditos, que están de acuerdo en principio en que solamente Dios y Su Mensajero merecen obediencia y que el Corán y la Sunna auténtica del Profeta (ByP) son las únicas fuentes de autoridad que determinan todas las leyes y regulaciones; ellos pueden diferir en los detalles o en la decisión de un caso siempre que ninguno de ellos haga de su decisión un criterio del Islam ni declare que el otro está fuera de la comunidad islámica por el hecho de discrepar de su opinión. Pueden presentar sus propios argumentos en defensa de su opinión ante el tribunal, si se trata de un asunto judicial, o ante el consejo de la comunidad, si es de su incumbencia. Entonces, una de las dos opiniones diferentes prevalece, o ambas serán admitidas. Pero debiera observarse especialmente que NO SE PUEDE PERMITIR ninguna diferencia en los principios fundamentales del Islam, ni en consideraciones, principios o normas que puedan provocar la formación de una nueva comunidad (como ocurrió con el Chiísmo). Por ejemplo, será erróneo que un erudito o un jurista o un gobernador, elabore una opinión acerca de algún asunto (que Dios y Su Mensajero no consideren básico) y declare que es un principio fundamental del Islam (como las sectas Chías al declarar el Imanato como “principio fundamental” del Islam), y entonces denuncien a todos aquellos que difieren de él como extraviados (como, en efecto, hacen los Chías al declarar fuera del Islam a quienes no aceptan la “infalibilidad” de sus Imanes), y entonces, basándose en este, procediera a formar una nueva comunidad “musulmana” con sus propios seguidores y proclamara: “Esta es la verdadera comunidad musulmana”, y todos los que están fuera de ella están destinados al fuego del infierno (declaraciones que pueden verse en varios documentos doctrinales de sectas Chías y otras sectas como las coranitas). Por lo tanto, si eres musulmán, ven a unirte a ella, pues si no lo haces, no eres musulmán. Este es el tipo de diferencia de opinión que el Corán condena. [Véase El Chiismo no es Islam, http://mensajesenlaruta.blogspot.com/2009/11/el-chiismo-no-es-islam.html].

En cuanto al primer tipo de discrepancia, ocurrieron varios ejemplos durante el tiempo del Profeta (ByP). El Enviado de Dios (ByP) no sólo las permitió, sino que habló bien de ellas, aprobando esas manifestaciones como algo saludable que la gente inteligente de la comunidad estaba pensando e investigando (de este tipo de discrepancia sana surgieron las cuatro escuelas de jurisprudencia del Islam: Malikí, Jambalí, Janafí y Chafí, todas ellas correctas y todas ellas dentro de Ajlul Sunna).

SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DEL CORÁN

[...] Personas animada por las más diversas metas y propósitos tratan de informarse o de aprender a través del Corán la esencia del Islam. No es posible, por lo tanto, ofrecer una guía general que satisfaga a todos los propósitos. De todas maneras, a los que quieren comprenderlo y penetrarse en su Mensaje para la solución de los problemas humanos, ofrecemos algunas pautas que pueden ayudar a satisfacer sus necesidades y a soslayar sus dificultades.

Es requisito esencial para el cabal conocimiento del Corán, considerarlo con una mente libre de ideas preconcebidas, objetiva e imparcial. Una mente lúcida libre de perjuicios puede, animada de una sincera voluntad de conocimiento, comprender el Mensaje contenido en el Corán.

Una lectura superficial sólo puede dar una idea incierta, superficial y errónea. El auténtico conocimiento exige una atención sostenida, consideraciones repetidas, consecuentes análisis y una meditación profunda y detenida. Sólo así se puede llegar a abarcar los insondables tesoros del Corán. [...]

Y cada interrogante, pacientemente se afanará en hallar la respuesta en sucesivas lecturas hechas con el afán de comprender el Corán.

Poco a poco, de lo general a lo detallado, el espíritu irá descubriendo el Islam y desentrañándolo. Sólo así podrá saber distinguir el bien del mal, lo permitido y lo prohibido, lo recomendado y lo reprobado, para la perfección del hombre y para su salvación y su bienaventuranza eternas.

El Corán es una guía de lo alto, cuyo fin último es la perfección del ser humano, para que gane la Bienaventuranza en el más allá. El Corán fue revelado al Profeta (ByP) para exhortar a las gentes a la acción constructiva, dentro del marco de las normas de Dios para organizarse dentro de un Orden cuyas normas provienen del Creador del Universo. [...]

Para experimentar y comprender lo que sucedió durante la Revelación del Corán, para evaluar la singular trascendencia de los hechos que marcaron ese acontecer, es obvio que no se pude aprender esa realidad con un mero recitado de sus capítulos (suras) y versículos (aleyas).

Para ello, son necesarias la aceptación y la actuación, es decir, vivir según las normas del Islam. Es preciso ser una conciencia despierta, activa y vigilante. Sólo así, el creyente podrá meditar y sentir lo que aconteció en Meca, Taif, Jabach..., y pasará por el fuego que representó Bader, Ujod, Junain, Tabuk, etc. [...] De este modo, el Corán nos ofrecerá la posibilidad de penetrar su espíritu aún cuando no podamos desentrañar todo el significado de su léxico. La misma fórmula se aplica a sus mandatos, prescripciones, enseñanzas morales y referentes a la economía, cultura, y todas las normas referentes a la vida humana, y como es evidente, todo este caudal de sabiduría y experiencias no pueden ser aprendidos si no se ponen en práctica. Por ello, es obvio que los individuos y las comunidades humanas que desechan la norma de vida islámica, no pueden comprender su significado ni penetrarse en su espíritu. [...]

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