Los Intereses y su Papel en la Economia y la Vida
Autor: Jamaal al-Din Zarabozo
[...]  El interés es algo que conoce cualquiera que viva en un país  capitalista. Ha llegado a ser tan completamente institucionalizado y  aceptado en las economías modernas, que es prácticamente imposible  concebir que haya alguien que se le oponga por completo y rechace  cualquier transacción que involucre intereses. Sin embargo, hay  musulmanes devotos que se rehúsan a tratar con intereses.
La  razón real de por qué estos musulmanes no tratan con intereses es que  los intereses han sido prohibidos en la religión islámica, como se  detallará en breve. Al mismo tiempo, sin embargo, los musulmanes creen  que la guía de Dios está basada en Su conocimiento, sabiduría y  justicia. En otras palabras, Dios no prohíbe algo a los humanos sin una  razón. Por lo tanto, definitivamente hay razones sólidas -algunas de las  cuales podemos reconocer claramente- de por qué Dios ha prohibido esta  práctica. [...] 
La guía de Dios para la humanidad
[...]  muchos musulmanes creen que no existe ninguna evidencia fuerte o  convincente de que algo de su religión esté fuera de contacto con la  realidad o resulte impracticable en la época actual. En el Islam, por  ejemplo, nunca ha existido un conflicto entre la religión y la ciencia  que hubiera llevado a una ruptura de la confianza en la iglesia y a una  revuelta generalizada contra la autoridad de la religión, como ocurrió  en occidente. Mucha gente, incluso algunos musulmanes, han pedido muchos  cambios en el Islam pero, en realidad, los argumentos que han  presentado para ello han sido defectuosos y débiles, para decir lo  mínimo. El caso de los intereses, tema de este artículo, puede tomarse  como un ejemplo excelente de esta naturaleza. [...]
Religiones, Filosofía e Intereses
Cuando  uno lee los textos islámicos concernientes a los intereses, de  inmediato es sacudido por el rigor de las advertencias contra cualquier  participación en los mismos. [...] Esto llevó a Sayyid Qutb a escribir:  “Ningún otro tema ha sido condenado y denunciado tan fuertemente en el  Corán como la usura”. [...]
Así como una persona demente,  sin restricciones de la razón ordinaria, recurre a toda clase de actos  desmedidos, también lo hace quien toma intereses. Persigue su locura por  el dinero como si estuviera demente. Hace caso omiso al hecho de que  los intereses cortan las raíces del amor humano, la fraternidad y la  empatía, y socava el bienestar y la felicidad de la sociedad humana, y  que se enriquece a expensas del bienestar de muchos otros seres humanos.  [...]
En segundo lugar, [...] hay una diferencia entre  las transacciones comerciales legítimas y el interés. [...] En tercer  lugar, estos versículos claramente expresan que Dios “destruye los intereses e incrementa las caridades”.  Esta es una de las “leyes” de Dios que la humanidad no necesariamente  descubre por sí misma. Los devastadores efectos negativos de los  intereses sobre el individuo, la comunidad y el mundo entero en esta  vida y en la última, sólo son conocidos por Dios. Sin embargo, un  vistazo a algunos de estos efectos negativos demuestra la veracidad de  este versículo, vistazo que será dado más adelante en este artículo. De  hecho, tal vez subrayando el significado de este versículo, el Profeta  (paz y bendiciones de Dios sean con él) dijo también: “Los intereses  –aunque sean una gran cantidad– al final resultarán en una pequeña  cantidad”. [...] Los intereses son definitivamente perjudiciales, y es  por ello que están prohibidos. [...]
El Profeta (paz y  bendiciones de Dios sean con él) dijo: “Una moneda de interés que es  gastada a sabiendas por una persona, es peor ante los ojos de Dios que  36 actos sexuales ilegales”. (al-Tabarani y al-Hakim) [...]
Este  es un principio básico en el Islam. Si algo está prohibido y es  incorrecto, un musulmán no debe participar de ello ni apoyarlo en modo  alguno. Por lo tanto, ya que el interés está prohibido, también está  prohibido ser testigo en tales contratos, registrarlos, etc. Las  palabras del Profeta también explican que no hay diferencia entre quien  paga intereses y quien los recibe. Esto es porque ambos están  involucrados en una práctica despreciable y, por tanto, son igualmente  culpables. [...]
El Islam, por supuesto, no es la única  religión que ha prohibido los intereses y los consideró una práctica  despreciable. La prohibición de los intereses –al menos en cierta  medida– es una ley bien conocida tanto en el Antiguo como en el Nuevo  Testamento de la Biblia. En numerosos pasajes del Antiguo Testamento se  hace referencia a la “usura” o los “intereses”. (Una vez más, usura e  intereses solían ser equivalentes, pero sólo con el tiempo la usura  comenzó a significar una cantidad exorbitante o ilegal de intereses...) [...]
El  Diccionario Bíblico de Easton ha resumido la ley mosaica sobre los  intereses en el siguiente pasaje: "La ley mosaica requiere que cuando un  israelita necesita pedir un préstamo, lo que pida le será prestado  libremente y no se le cobrarán intereses, aunque los intereses pueden  ser cobrados a un extranjero (Éxodo 22:25; Deuteronomio 23:19,20;  Levítico 25:35-38). Al cabo de siete años todas las deudas quedan  condonadas.[...]
Infortunadamente, como ocurre a menudo en  cuestiones políticas, el Nuevo Testamento es algo vago en el tema de  los intereses. De acuerdo a la Enciclopedia de la Religión y la Ética,  “no hay preceptos directos [en relación a los intereses] que guíen la  consciencia cristiana”. Sin embargo, en las enseñanzas atribuidas a  Jesús en el Nuevo Testamento, hay algunos pasajes que parecen estar  claramente en contra de la práctica de los intereses. En un pasaje, se  afirma que Jesús dijo:
“Ustedes, por el contrario, amen a  sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio.  Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque Él  es bondadoso con los ingratos y malvados”. (Lucas 6:35) [...]
La  Biblia de Estudio de Ginebra afirma: "[...] La usura o préstamo de  dinero con intereses está estrictamente prohibida por la Biblia (Éxodo  22:25-27; Deuteronomio 23:19,20). Incluso una tasa tan baja como el uno  por ciento de interés fue rechazada (Nehemías 5:11). [...]"

 
Con  base en el Antiguo y el Nuevo Testamento, los primeros Concilios de la  Iglesia no permitieron los intereses. Eventualmente, a todos los  cristianos se les prohibió recurrir a los intereses, y no sólo al clero.  Padres de la Iglesia, como Santo Tomás de Aquino, se refirieron a los  intereses con cierto detalle. “En el Decreto de Graciano, así como  después en el Tercer Concilio de Letrán (1179), un canon ordenó que ‘los  usureros manifiestos no podrán ser admitidos en la comunión ni, si  mueren en su pecado, recibir cristiana sepultura’”. El Cuarto Concilio  de Letrán de 1215 condenó la práctica pero la permitió a los judíos. Los  católicos se mantuvieron firmes en contra de los intereses hasta el  siglo XIX. Martín Lutero, el líder Protestante del siglo XVI, también  condenó la usura, pero se alega que la permitió en un momento de  debilidad humana. Calvino, más que ningún otro, fue el que inició una  visión más suave respecto a los intereses entre los líderes cristianos.  Poco a poco la legislación civil se liberó del Derecho Canónico y los  intereses comenzaron a ser institucionalizados con el tiempo. 
No  fueron sólo los pensadores judeocristianos los que condenaron los  intereses. De hecho, los filósofos griegos tuvieron también una visión  negativa de los intereses. Aristóteles y otros líderes eruditos griegos  condenaron los intereses. El famoso economista austríaco Eugen von Böhm  von Bawerk (conocido también como Boehm-Bawerk), escribió en su  importante obra Capital e Intereses: "Las expresiones hostiles  del mundo antiguo, no en pocos números, consisten, en parte, de un  número de actos legislativos prohibiendo el tomar intereses, y en parte,  de declaraciones de filósofos como Platón, Aristóteles, los dos  Catones, Cicerón, Séneca y Pantus, etc. Los filósofos griegos  consideraban al dinero como nada más que un medio de intercambio y, por  tanto, negaron la productividad de los préstamos de dinero. Una pieza de  dinero no puede engendrar otra pieza, era la doctrina de Aristóteles.  La conclusión obvia era que el interés es injusto."
Inicialmente,  el Imperio Romano prohibió también el cobro de intereses. Con el  surgimiento de las clases de comerciantes, esta prohibición fue  disminuida un poco, pero todavía se mantenían restricciones severas  sobre los préstamos con intereses, así como leyes para proteger a los  deudores.
El personaje de Shakespeare, Shylock, en El Mercader de Venecia  (escrita poco antes del año 1600) muestra cómo eran despreciados los  prestamistas que trataban con intereses. La pregunta obvia que surge es  cómo el interés pasó de ser un acto despreciado y prohibido a ser  socialmente aceptable y una práctica institucionalizada en Occidente.
Con  el tiempo, se consideró que la prohibición de los intereses no era más  que un dogma religioso que debía ser eliminado. No podía permitirse más  que la religión manejara la economía. [...] Al mismo tiempo, sin  embargo, parece que el cambio de actitud que tuvo lugar no se basó en  razones puramente económicas. Lawrence Dennis declaró:
"Aristóteles,  los Canónicos Católicos Romanos, la Torá Judía… todos prohibieron los  préstamos con intereses o denunciaron los intereses como usura. Los  préstamos con intereses surgieron en los siglos medievales, en gran  medida, como un asunto de servir a los príncipes que necesitaban y no  podían reunir dinero suficiente para la guerra y otros propósitos  públicos. Contrariamente a las ideas actuales, los préstamos no se  desarrollaron originalmente como una forma de financiamiento comercial.  Los venecianos, holandeses, hanseáticos, británicos y otros  comerciantes, hasta el siglo XVII financiaron sus operaciones con  aportes de capital de los socios."
Dennis afirma además:  "Los Canónicos Católicos no desaprobaban los beneficios de empresas  comerciales, alquiler por el uso de la tierra o venta de los frutos de  la tierra u otro capital. Ellos desaprobaron el cobro de intereses sobre  dinero prestado. Durante el Período de la Reforma, los intereses  pasaron a ser racionalizados principalmente por los protestantes a forma  de evitar objeciones canónicas. La Iglesia Católica nunca abandonó su  actitud frente a la usura, pero la consintió o toleró en los préstamos,  con base en ciertos supuestos. Este consentimiento moral de la Iglesia  Católica y el respaldo positivo de los comerciantes calvinistas,  llegaron a ser incorporados en las leyes y en los pensamientos y  patrones de comportamiento de las sociedades modernas."
Las  racionalizaciones a las que se refiere Dennis se pueden ver en una  serie de comentarios sobre la Biblia. A pesar de que los textos del  Antiguo Testamento son muy claros en su condena de los intereses, esto  no impidió que los eruditos más tarde ignoraran o distorsionaran  visiblemente esta prohibición. [...]
[...] incluso un  economista famoso estaba dispuesto a proporcionar comentarios bíblicos.  Paul Samuelson escribió en su texto clásico sobre economía: “Las  expresiones bíblicas en contra del interés y la usura se refieren claramente a los préstamos concedidos para el consumo y no con fines de inversión”[5].
Teorías Económicas e Intereses
  
Con  la eliminación de las objeciones “escolásticas”, se convirtió en el  papel de la naciente ciencia de la economía el justificar el pago de  intereses. Esto, por lo visto, es mucho más difícil de lo que parece.  Haberler sin duda tenía razón cuando declaró: "La teoría de los  intereses ha sido por largo tiempo un punto débil en la ciencia de la  economía, y la explicación y la determinación de las tasas de interés  sigue dando lugar a más desacuerdos entre los economistas que cualquier  otra rama de la teoría general económica."
En realidad,  entre los economistas, “no hay una única teoría adecuada y generalmente  aceptada de intereses que pueda dar una explicación racional al origen y  la causa de los intereses”.
La mera plétora de opiniones  que intentan explicar la existencia de los intereses y justificar su  pago —acompañada por las críticas creíbles de todos esos notorios y  respetados economistas— debería ser una señal para todos de que algo no  está bien. [...]
En un par de sitios, Afzal-ur-Rahman ha  proporcionado conclusiones excelentes respecto a las diferentes teorías  de los intereses. Él afirma:
Un estudio  crítico de la historia del desarrollo del fenómeno de los intereses ha  mostrado que los intereses se pagan a un factor independiente de la  producción, que puede ser llamada espera, aplazamiento, abstinencia,  uso, etc. Pero todas estas teorías han sido incapaces de responder o  probar por qué se pagan intereses o deben ser pagados a este factor.  Algunos señalan la necesidad de esperar, otros la necesidad de  abstenerse o aplazar, pero ninguna de estas explicaciones responde la  pregunta. Ni la mera necesidad de esperar o aplazar o abstenerse, ni el  mero uso o la productividad del capital, son suficientes para probar que  los intereses son un pago necesario por el empleo de capital en la  producción. Además, estas teorías no han logrado explicar cómo un factor  variable puede determinar en modo alguno un factor fijo como la tasa de  interés. ¿Cómo podría una teoría así ser válida o sostenible? [...] Las  teorías monetarias, como las teorías de productividad marginal, no han  hecho intento alguno por responder la pregunta: ¿por qué deben pagarse  intereses? O, ¿por qué se pagan intereses? Ellas simplemente ignoran  esta pregunta y se refugian en la teoría del valor. [...] De acuerdo con  Boehm Bawerk, el estudio de todas estas teorías “revela el desarrollo  de tres conceptos básicos esencialmente divergentes del problema de los  intereses” Un grupo, los representantes de la teoría de la  productividad, trata el problema de los intereses como un problema de  producción. Los exponentes socialistas de las teorías de la explotación  tratan el problema de los intereses como un mero problema de  distribución, mientras que el tercer grupo, los que apoyan las teorías  monetarias, buscan en la teoría de los intereses el problema del valor.  No hay duda de que todos estos teóricos, habiendo sido confundidos por  la magnanimidad y la omnipresencia del fenómeno de los intereses, han  evitado el tema principal de por qué se pagan intereses. En efecto,  ellos han invertido todas sus energías en resolver el problema de la  espera o abstinencia o productividad o “valor del trabajo” o  “determinación del valor”, y no han dicho nada respecto al origen o la  justificación de la institución de los intereses.
 
Los Males de los Intereses
Los  economistas pueden intentar llegar a numerosas justificaciones para el  pago de intereses, pero la prueba verdadera está en el estudio de los  efectos que tienen los intereses. Es importante señalar que cuando algo  está prohibido por Dios, esto no significa que no halla absolutamente  nada benéfico en el asunto o práctica prohibidos. De hecho, uno puede  ser capaz de hallar algo beneficioso aún en las cosas prohibidas. [...]  Por lo tanto, el punto esencial no es si hay algún beneficio en algo  sino si es más perjudicial que benéfico. De modo que los economistas  pueden ser capaces de hallar un atisbo de justificación para el pago de  intereses, pero esto definitivamente no es mayor que los daños que, se  puede demostrar, causan los intereses, como se discutirá en esta  sección. 
Aún si los intereses son considerados algún tipo  de pago por un factor de producción, tienen algunas características  particulares que los distinguen de los pagos por cualquier otro factor  de producción. Debido a su naturaleza única, conducen a algunos  resultados muy preocupantes.
Primero, los intereses  conllevan a una distribución inequitativa del ingreso. Esto puede verse  fácilmente tomando un ejemplo de tres personas. Supongamos que hay tres  personas que consumen todo su ingreso en un año dado, y que uno de ellos  comienza con $1.000 en ahorros, el segundo con $100 y el tercero con  cero. Al 10% anual, al finalizar el año la primera persona tendrá  $1.100, la segunda $110 y la tercera cero en sus cuentas. Si se mantiene  la misma situación al año siguiente, la primera persona tendrá $1.210,  la segunda $121 y la tercera tendrá cero. Podemos ver cómo la  distribución crece entre ellos cada año, aún entre el que tiene algunos  ahorros en su cuenta. Este escenario se agrava si la persona más rica  también está en capacidad de aumentar sus ahorros. Supongamos que el más  rico agrega mil al finalizar cada año Tendrá $1.100 al final del primer  año, agregará $1.000 y continuará con su 10% de intereses, así que  tendrá $2.310 al final del segundo año, y así sucesivamente. Ahora bien,  esto es una cosa si este dinero en realidad fue pagado en razón a algún  factor positivo de producción, pero en realidad uno no puede argumentar  tal cosa en este caso. El dinero que la gente está haciendo a través de  los intereses puede haber sido desperdiciado, perdido o incluso robado  por la gente que lo pidió prestado, pero aun así uno debe pagar los  intereses. Puede haber sido invertido en un proyecto que arroja sólo  pérdidas y que por tanto no produce nada. Pero nada de eso importa, debe  pagarse sin importar si ese “factor de producción” produce algo o no.  Este es apenas uno de los aspectos particulares del dinero y los pagos  por dinero. Nadie puede discutir que esto es injusto y que por lo tanto  sus resultados son una distribución inequitativa del dinero.
Por  otra parte, la distribución del ingreso se hace más y más desigual con  el tiempo. Uno puede imaginar a algunas personas manejando millones  mientras otras manejan cientos o miles. La disparidad en sus ingresos  por intereses en efecto será grande y creciente cada año. En otras  palabras, como escuchamos a menudo, esto lleva a una situación en la que  los ricos cada vez son más ricos y los pobres se mantienen  relativamente más pobres. Tengamos en cuenta que los deudores, que pagan  intereses que crecen cada año, no han sido agregados a la ecuación. En  su caso, en la medida en que los intereses continúan creciendo, su  ingreso total es cada vez más consumido por los intereses, exacerbando  aún más la distribución desigual del ingreso.
Alguien  podría preguntar si acaso una distribución inequitativa del ingreso debe  considerarse un problema importante. Además de los efectos psicológicos  sobre los pobres, especialmente si tenemos en cuenta los medios masivos  que resaltan la buena vida y la necesidad de consumir, hay efectos muy  importantes en el mercado en conjunto. En una economía de mercado, la  producción se orientará hacia aquellos que tienen el dinero para pagar  por lo que se produce, independientemente de lo necesarios que puedan  ser otros bienes para la sociedad. Si los ricos desean, demandan y están  dispuestos a pagar mucho dinero por grandes camionetas todoterreno y  vehículos que consumen mucha gasolina, éstos serán producidos  (independientemente de lo mucho que los ecologistas puedan quejarse).  Como la distribución se hace más y más desigual, más y más recursos  serán destinados a satisfacer las demandas de las clases más ricas. Dado  que los recursos son algo “fijo”, esto significa que menos y menos será  dedicado a satisfacer las necesidades de las clases más pobres. Por  otro lado, la menor cantidad de recursos dedicada a los bienes que  consumen los pobres, reduce su oferta y eleva los precios de tales  bienes, lo que perjudica aún más la situación económica general de la  gente pobre. Por ejemplo, uno puede encontrar numerosas clínicas médicas  que atienden a los ricos (aquellos que pueden pagar los tratamientos de  este tipo), aunque estén lejos de ser necesarias, como muchos lugares  de cirugía estética y cosas similares. Al mismo tiempo, uno puede hallar  muy difíciles de encontrar clínicas que atiendan a los pobres y  satisfagan sus necesidades básicas. Si pudieran pagar más por esos  servicios esenciales, en una economía manejada por el mercado, uno  definitivamente encontraría más clínicas de este tipo, más recursos  dedicados a estas necesidades y precios menores en el largo plazo para  aquello que ellos necesitan. (Además, esta distribución desigual también  tiene fuertes implicaciones para la salud de la democracia; sin  embargo, esa discusión está más allá del alcance de este artículo.)
Adicionalmente,  la carga de intereses sobre los pobres que caen en deudas los pone en  una situación en la que no pueden avanzar social o económicamente, lo  que aumenta la brecha entre ricos y pobres. La deuda en sí misma es una  situación difícil para cualquier persona. Sin embargo, son los pagos de  intereses los que convierten la deuda en un blanco en movimiento, muchas  veces uno que la persona sencillamente no puede seguir. De nuevo, es un  falso factor de producción pero funciona para permitir que los ricos se  hagan más ricos mientras pone un gran peso en aquellos que caen en  deudas. Quizás todos los lectores estén familiarizados con lo muy  endeudada que la sociedad de los Estados Unidos, el país más rico del  mundo, se ha hecho. Esto ha afectado no sólo a las clases más bajas sino  a muchas de las clases medias. Algunas personas afligidas no se dan  cuenta que si hacen sólo los pagos mínimos de las cuentas de sus  tarjetas de crédito, por ejemplo, jamás lograrán limpiar su balance.  Pero, por supuesto, son los más pobres los más afectados. De hecho, el  sistema está ensañado contra ellos, ya que el pobre es la persona con la  peor calificación crediticia y será obligado a pagar las mayores tasas  de intereses. El libro de Mirza Shahjahan Ingreso, Deuda y la Búsqueda de la América Rica: La Historia Económica de las Ciudades Estadounidenses Medianas y Pequeñas  es un estudio de cómo la deuda y su correspondiente carga de intereses  han afectado a gran parte de la “clase media” estadounidense.” La  difícil situación de los pequeños agricultores obligados a pedir  préstamos debido a la caída de los precios de su producción ha sido bien  documentada. Muchos de ellos han empeñado sus bienes preciosos o  perdido sus fincas que habían estado en sus familias por generaciones,  simplemente debido a los pagos de los intereses cuyo ritmo no podían  seguir. Shahjahan encontró que algunos de los pobres pagan más del 15%  de su ingreso anual sólo en pagos de intereses (con la mayoría de los  pobres pagando entre el 8% y el 12%) —sin mencionar la carga de llamadas  y amenazas de los acreedores que los pobres reciben a menudo. En las  conclusiones de Shahjahan, él afirma:
Tanto  las cargas monetarias como las reales de las deudas han mantenido a  muchos deudores en una lucha de todas vidas al servicio de sus deudas.  El tamaño promedio de la deuda de los hogares endeudados en el período  1990-1993 fue de US$32.493, equivalente a casi el 100% del ingreso de  dichos hogares. Nuestro estimado de la deuda per cápita de los  hogares para el período 1990-1993 asciende a US$12.571. Una deuda de  esta magnitud, combinada con un trabajo temporal y unos ingresos bajos,  puede ser deprimente y producir condiciones psicológicas abrumadoras…
Los  pagos de intereses de algunos hogares, exceden su ingreso en un 15%  Este costo de interés elevado ha sido fuente de una importante erosión  de los ingresos de los hogares.
La mayoría de los hogares  —millones de ellos— en las ciudades medianas, luchan a diario para  satisfacer sus necesidades básicas de vida. Miles de ellos fracasan en  proveer una vida decente para sus familiar o brindarle educación  superior a sus hijos. Viven endeudados y mueren endeudados. Esta  situación les hace sentir que no llevan una vida plena…
Estos  hogares se encuentran atrapados en una situación de servidumbre  económica en la que las rutas de escape más obvias están obstruidas por  las fuerzas institucionales. La adquisición de habilidades o la  educación superior podrían ser la llave que abriera oportunidades reales  para ellos, pero la educación superior es costosa y está más allá del  alcance de la mayoría de los hogares en esas ciudades. Tales hogares no  tienen oportunidades de sobresalir y encuentran que han sido pasados por  alto para las posiciones que anhelan. Esta es la naturaleza de la  difícil situación de las familias de la clase trabajadora en las  ciudades pequeñas y medianas de Estados Unidos.
A nivel  internacional, la situación es mucho más devastadora y peligrosa. No hay  duda de que cuando se mira desde una perspectiva internacional, los  intereses matan a la gente. La servidumbre a la deuda de los países  menos desarrollados hoy día es tan grande que éstos se ven obligados a  sacrificar necesidades esenciales en salud y alimentación. Resulta  mortificante pensar que un número incalculable de niños mueren a diario  en países subdesarrollados debido a la “herramienta” del capitalismo  moderno: los intereses. Algunos gobiernos africanos son forzados a gastar más en pagar la deuda que lo que gastan en salud o educación.
En  este contexto, el PNUD (1998) predijo que si la deuda externa de los 20  países más pobres del mundo fuera condonada, ello salvaría la vida de  20 millones de personas antes del año 2000. En otras palabras, eso  significa que la deuda no condonada fue responsable de la muerte de 130.000 niños semanalmente hasta el año 2000.
Ken  Livingston, Alcalde de Londres, afirmó que el capitalismo global mata a  más gente anualmente que los que murieron a manos de Adolf Hitler.  Culpó al FMI y al Banco Mundial por la muerte de millones de personas  debido a su negativa a facilitar la carga de la deuda. Susan George  declaró que cada año desde 1981, entre 15 y 20 millones de personas mueren innecesariamente debido a la carga de la deuda,  “porque los gobiernos del Tercer Mundo han tenido que reducir el agua  potable y los programas de salud para cumplir con sus pagos.”
La  deuda, con su asociado volumen creciente de intereses, es peligrosa  para cualquier nación porque significa pérdida de soberanía y de  control. Este aspecto, por cierto, no es casual. Los países menos  desarrollados —en especial sus gobernantes y clases altas corruptos— no  están libres de culpa en relación a la cuestión de la deuda que han  acumulado. Al mismo tiempo, si no piden y obtienen la deuda, serán  definitivamente presionados para que lo hagan. Caufield señaló:
Así  ha sido con el Banco Mundial, las operaciones de reembolso se han hecho  cada vez más el total de sus préstamos. El resultado ha sido una  acumulación de deuda por parte de los que adeudan al Banco —y una  consecuente pérdida gradual de soberanía. Ningún acreedor está dispuesto  a extender una y otra vez los plazos para el pago de la deuda sin  asegurarse cierto control sobre la forma como el deudor maneja sus  negocios. En los primeros tiempos, las grandes potencias no dudaron en  utilizar la fuerza militar para doblegar a los deudores recalcitrantes a  su voluntad. En su ensayo clásico “Deudas Públicas”, publicado en 1887,  el economista estadounidense Henry Carter Adams escribió que “la  concesión de créditos exteriores es el primer paso hacia el  establecimiento de una política exterior agresiva, y bajo ciertas  condiciones, conlleva inevitablemente a la conquista y la ocupación.”
El  enfoque del Banco hacia sus deudores no es tan crudo. En lugar de  enviar a los Marines, ofrece consejos sobre cómo los países deben  manejar sus finanzas, hacer sus leyes, proveer servicios a sus pueblos, y  manejarse a sí mismos en el mercado internacional. Sus poderes de  persuasión son grandes, debido a la convicción universal de que si el  Banco decide aislar a un prestatario, todos los demás poderes  importantes nacionales e internacionales seguirán esa misma línea. Por  lo tanto, debido al exceso de préstamos —nacido de una inconsistencia  subyacente en su misión— el Banco ha agregado a su propio poder, a la  vez que ha empobrecido, a sus prestatarios.
El ahora famoso libro de John Perkins Confesiones de un Sicario Económico detalla las intrigas económicas contemporáneas. Al describir su trabajo de evaluación de proyectos, escribió:
El  aspecto tácito de cada uno de esos proyectos era que tenían la  intención de crear grandes beneficios para los contratistas, y hacer muy  felices a un puñado de familias ricas e influyentes en los países  receptores, asegurando al mismo tiempo la dependencia financiera a largo  plazo y por lo tanto, la lealtad política de los gobiernos alrededor  del mundo. Mientras mayor fuera el préstamo, mejor. El hecho de que la  carga de la deuda puesta sobre un país privaría a sus ciudadanos más  pobres de salud, educación y otros servicios sociales por décadas, no  era tenido en cuenta.
 
La obra de Perkins ha sido seguida por Un juego tan antiguo como el Imperio: El Mundo Secreto de lo Sicarios Económicos y la Red Global de Corrupción, editado por Steven Hiatt.[8] Hiatt escribe:
La  deuda mantiene a los países del Tercer Mundo bajo control. Dependientes  de las ayudas, los refinanciamientos de los préstamos, y las  renovaciones de deuda para sobrevivir —sin importar su desarrollo real—,  han sido obligados a reestructurar sus economías y reescribir sus leyes  para satisfacer las condiciones establecidas en los programas de ajuste  estructural del FMI y las condiciones del Banco Mundial.
 
La  situación actual de la deuda, con el papel principal que los intereses  están jugando en ella, es potencialmente muy devastador para el mundo  entero. En Tendencias Globales 2015, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) reconoció:
La  marea creciente de la economía global creará muchos ganadores  económicos, pero no levantará todavía todos los barcos. Generará  conflictos locales y extranjeros, garantizando una brecha entre  ganadores y perdedores regionales cada vez más amplia que la existente  hoy día. La evolución de la globalización será inestable, marcada por  volatilidades financieras crónicas y brechas económicas crecientes.  Regiones, países y grupos, sintiéndose que han sido dejados atrás,  enfrentarán la profundización de su estancamiento económico, su  inestabilidad política y alienación cultural. Se fomentará el extremismo  político, étnico, ideológico y religioso, junto con la violencia que a  menudo lo acompaña.
 
Noreena Hertz tiene un capítulo excelente en su libro La Amenaza de la Deuda: Cómo la deuda está destruyendo el mundo en desarrollo… y nos amenaza a todos,  en el que delinea muchos de los peligros que la deuda masiva —y de  nuevo, que no sería tan masiva sin el aspecto siempre creciente de los  intereses— representa para el mundo actual. Ella detalla los peligros  del extremismo, terrorismo, el agotamiento de los recursos naturales  mundiales, y más. Para citar sólo un aspecto, ella escribe:
La  fea progenie de la deuda —pobreza, desigualdad e injusticia— son  también llamados a justificar, e incluso a legitimar, actos de extrema  violencia. Hace sólo unas semanas, fue atacado el World Trade Center. El  importante comentarista africano Michael Fortin escribió: “Tenemos que  reconocer que este acto deplorable de agresión pudo haber sido, al menos  en parte, un acto de venganza por parte de personas desesperadas y  humilladas, aplastadas por el peso de la opresión económica practicada  por los pueblos de occidente.” El lenguaje de Fortin —“aplastadas,”  “opresión,” “desesperadas,” “humilladas”— es deliberadamente evocador. Y  está manifiestamente claro que hay un público al que tales palabras le  resuenan poderosamente.
 
[...]
La Solución Islámica
La solución islámica al tema de los intereses se basa en dos principios básicos:
(1)   Si una persona desea prestar dinero a otra con el fin de ayudarla, este  acto debe estar basado en los “principios fraternales” y es  absolutamente inaceptable cargar cualquier interés en tal caso. No ayuda  para nada a otra persona el cargarla con un ciclo de deuda en el que  ésta deberá pagar más de lo que le fue prestado. [...]
(2)   Si una persona desea utilizar su dinero para hacer más dinero, entonces  debe estar dispuesto a poner su dinero en riesgo. En otras palabras, no  puede garantizar por sí mismo un rendimiento fijo (cuya cantidad crece  con el tiempo) que sea independiente del resultado de la inversión en la  que su dinero es utilizado. Si la persona pone su dinero en riesgo,  merece tener parte en las ganancias. Sin embargo, esto también significa  que acepta perder si se producen pérdidas. Este es un sistema que está  basado en la justicia. Cuenta también con numerosos beneficios. Quien  invierte se preocupa por los resultados de su inversión y no puede  exigir su “pedazo de pastel” independientemente de lo que pueda ocurrir  con el deudor.
Esta solución islámica funciona tanto para individuos como para la sociedad en conjunto. [...]
Conclusiones
En  su mayor parte, la “civilización moderna” ha decidido dar la espalda a  la Guía Divina (en su mayoría debido a la experiencia en occidente con  el Crisitianismo) y ha tratado de construir sus propios sistemas  económicos y políticos, leyes internacionales y demás. Al hacerlo, sin  embargo, han debido admitir que están intentando algo que está más allá  de sus capacidades. Las ciencias sociales son muy distintas de las  ciencias físicas. No hay laboratorios en los que los humanos puedan ser  ingresados para determinar cuáles pueden ser los mejores resultados bajo  diferentes escenarios (e incluso se tendría que asumir que los humanos  siempre reaccionan de la misma manera bajos las mismas circunstancias).
En  el ámbito de la economía, la primera cosa que viene a la mente es el  colapso de las teorías del socialismo y del comunismo. Uno debe, sin  embargo, echar también un vistazo más cercano al capitalismo y qué tan  lejos está su realidad de lo que se supone debe ser. Los primeros  teóricos capitalistas visionaron una teoría que daría lugar al “mejor de  todos los mundos posibles”. Sin embargo, sus teorías estaban basadas en  supuestos que nunca fueron y jamás serán cumplidos. Ellos asumieron la  competencia perfecta, el conocimiento perfecto, el comercio libre y así  sucesivamente. Una vez que estas hipótesis no se cumplen, como  inevitablemente ocurrió, no conducen al “mejor de los mundos posibles”.  En su lugar, llevan fácilmente a un mundo de explotación, en el que los  ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Una de las fuerzas que  subyacen en este sistema es la institucionalización de los intereses.
Dios  ha bendecido a los seres humanos con la guía del Corán —un libro que ha  sido minuciosamente preservado desde su revelación. Este libro contiene  la guía que la humanidad necesita para llevar una vida exitosa en este  mundo y en el más allá. Por lo tanto, no es de extrañar que este libro  prohíba y condene absolutamente los intereses en la forma más radical.
Traducido por Said Abdunur Pedraza para IslamReligion.com Este es un extracto (fragmentos) de la traducción del artículo original. 
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