lunes, 28 de marzo de 2011

El Libre Albedrío Humano: Sus Implicaciones

El Libre Albedrío Humano: Sus Implicaciones

Autor: Al-Maududi.


[...] Islam es una palabra árabe que significa sumisión, obediencia. En cuanto a religión, el Islam predica la sumisión y la obediencia totales a Dios. [...]

El orden cósmico que gobierna el Universo, desde las partículas a las galaxias, es la ley de Dios, el Creador y Señor del Universo. Ya que la creación entera obedece las leyes divinas, se puede decir que todo el Universo sigue literalmente la religión del Islam, porque el Islam no significa más que la sumisión y la obediencia a Dios, el Señor del Universo. El Sol, la Luna, la Tierra y todos los demás cuerpos celestes son pues “musulmanes” [...]. Todo en el Universo es musulmán porque todo obedece a las leyes que le han sido asignadas por Dios. [...]

El hombre posee una doble naturaleza, su vida se desarrolla en dos planos diferentes. Por una parte, como todas las demás criaturas, está completamente dependiente de las leyes naturales y no puede librarse de ellas. Pero por otro lado, el hombre está provisto de razón e inteligencia. Tiene el poder de pensar y de juzgar, de elegir o rechazar, de aprobar o desaprobar. Es libre de elegir su religión, su género de vida y de orientar su existencia en función de las ideologías de su elección. Puede trazar su propio código de conducta, o aceptar uno formulado por otros. Ha sido dotado del libre arbitrio y puede decidir su propio comportamiento. Sobre este segundo plano, al contrario que las demás criaturas, ha recibido la libertad de pensamiento, de opinión y de acción. Estos dos aspectos coexisten claramente en la vida del hombre.

En el primer caso, como todas las demás criaturas, el hombre nace y quedará musulmán y sigue automáticamente los mandatos de Dios. En el segundo, tiene la libertad de elegir, de ser o no ser musulmán, y la manera de ejercer esa libertad es la que divide a la humanidad en dos grupos: Los que se someten a Dios y los que niegan o rechazan a Dios. El que elige reconocer a su Creador, aceptarle como Soberano único, se somete escrupulosamente a sus mandatos, sigue la ley que le ha revelado al hombre para su vida individual y social, llega así a ser un perfecto musulmán. Ha logrado llegar a un Islam completo, decidiendo voluntariamente obedecer a Dios en el plano donde se le había dado la libertad de elegir. [...]

Al contrario de este hombre, está el hombre que aunque por naturaleza es musulmán, vive de forma inconsciente toda su vida, no ejerce sus facultades de razón, inteligencia e intuición para reconocer a su Señor y Creador, y no utiliza su libertad de elección más que para negar su existencia. Tal hombre es llamado “kafir”en el Islam.

“Kufar” significa literalmente “encubrir,” “disimular”. El hombre que niega a Dios es llamado “Kafir” (disimulador), porque por su incredulidad, oculta lo que es inherente a su naturaleza y a su alma, ya que su naturaleza está instintivamente orientada hacia el Islam. Su cuerpo entero, cada miembro, cada fibra de este cuerpo, está sometido a ese instinto. Toda partícula de existencia —animada o inanimada— cumple su función de acuerdo con la ley del Islam y desempeña el papel que le ha sido adjudicado. Pero la vida de este hombre ha sido oscurecida, su espíritu se extravió y es incapaz de ver la evidencia. No puede discernir su propia naturaleza, y sus actos y pensamientos están en desacuerdo total con ella. La realidad le es extraña y tantea en las tinieblas. He aquí la naturaleza del kufar.

El “kufar” es una forma de ignorancia, o más bien, es la ignorancia por excelencia. ¿Hay acaso ignorancia más grande que ignorar a Dios, el Creador, el Señor del Universo? Es un hombre que observa el vasto panorama de la Naturaleza, su mecanismo soberbio e inmutable, el concepto grandioso que resplandece en todos los aspectos de la Creación: observa esta gigantesca máquina, pero ignora quién la ha hecho y la dirige. Examina su propio cuerpo, este organismo maravilloso que funciona de una manera tan estupenda que sirve para conseguir sus propios fines, pero es incapaz de discernir la Fuerza que lo ha suscitado, el Ingeniero que ha concebido y producido esta máquina, el Creador que ha hecho a este ser único: el hombre, a partir de materias inanimada: carbono, calcio, sodio... Reconoce el concepto sublime del Universo, pero no puede distinguir al que lo ha concebido. Admira el funcionamiento armonioso sin ver en él al Creador. Puede ver en el Universo que le rodea las más brillantes demostraciones de maestría en la ciencia, la filosofía, las matemáticas o la técnica, pero queda ciego al Ser que dio origen a este Universo infinito y nunca se lo explica totalmente. ¿Cómo un hombre incapaz de distinguir esta realidad determinada podría alcanzar las verdaderas perspectivas del conocimiento? ¿Cómo un hombre que se ha puesto en el mal camino podría conseguir el buen destino? No podrá explicar nunca la Realidad, el Verdadero Camino le será siempre cerrado, y cuando emprenda algo en el dominio de la ciencia o del pensamiento, no podrá gozar nunca de las luces de la verdad y de la sabiduría. Continuará andando a ciegas y balbuceando en las tinieblas de la ignorancia.

Mucho peor: el “kufar” es un tirano e incluso el peor que existe. ¿Qué es una tiranía, sino una utilización injusta y cruel de una fuerza o un poder? Si alguna cosa o alguien se trata a la fuerza contrariamente a la justicia o a su naturaleza y su voluntad propias, esto se llama tiranía

Acabamos de ver que todo el Universo está sometido a Dios su Creador. Lo que es natural, es obedecer, vivir en conformidad con Su voluntad y Su ley (más exactamente, ser musulmán). Dios ha dado al hombre un poder sobre toda la Creación cuya naturaleza misma exige que sea utilizada por el único cumplimiento de Su voluntad y exclusivamente por esto. El que desobedece a Dios, el que es “Kafir,” se hace culpable de la injusticia más grave, utilizando todas las facultades de su cuerpo y de su espíritu en contra de las tendencias de la Naturaleza, y llega a ser así el instrumento involuntario del drama de la desobediencia. Obliga a su cabeza (cuyo instinto natural es inclinarse sólo ante Dios el Uno, el Único) a inclinarse ante otras deidades que no son el Dios verdadero, alimenta a su corazón (cuyo instinto natural es amar a Dios) del amor, respeto y temor a otra autoridad distinta a la Autoridad Suprema, al Uno. Esto está en contradicción total con los instintos naturales de estos órganos. Utiliza el poder del que dispone (y que le ha sido otorgado sólo por Dios mismo) contra la voluntad explícita de Dios, haciendo así reinar la tiranía. ¿Puede existir tiranía de más crueldad e injusticia que la de este hombre que explota la Creación y la obliga desvergonzadamente a seguir un camino contrario a la Naturaleza y la justicia?

El “kufar” no es simplemente tiranía, es algo peor, pura rebelión, ingratitud, infidelidad. Después de todo, ¿qué es el hombre en realidad? ¿De qué poder y de qué autoridad dispone? ¿Quién ha creado su cerebro, su corazón, su alma, su propio cuerpo? ¿Él mismo o Dios, Glorificado sea? ¿Ha sido él o ha sido Dios quien ha creado el Universo? ¿Quién ha sometido todas las fuerzas de la naturaleza al servicio del hombre, él o Dios? Si todas las cosas han sido creadas por Dios y sólo por Él únicamente, ¿a quién, pues, pertenecen? ¿Quién es el justo Soberano? Dios y sólo Dios. Si Dios es el Creador, el Señor, el Soberano, ¿hay alguien más rebelde que el hombre que utiliza la Creación de Dios contra Sus decretos, que vuelve su espíritu y su corazón contra Dios, y utiliza todas sus facultades contra la voluntad del Señor? El servidor que traiciona a su señor, el oficial que se vuelve contra su país, el que engaña a su bienhechor, son todos traidores. ¿Pero qué decir e la traición de la ingratitud y de la incredulidad del “Kafir”? Después de todo, ¿cuál es la fuente verdadera de toda autoridad? ¿Quién ha levantado al hombre a una posición elevada? Todo lo que el hombre posee y de todo lo que se sirve o beneficia de los demás, le ha sido dado por Dios. Con respecto a sus padres, el hombre tiene en la tierra las obligaciones más grandes, pero ¿quién ha puesto en el corazón de los padres este amor a sus hijos, y quién le inspira a hacer todo lo que está en su poder para el bienestar de ellos? ¿De dónde viene el deseo innato y la posibilidad que la madre tiene para alimentar a sus hijos? Es evidente que es Dios el más grande bienhechor del hombre. Es su Creador, el que le alimenta y le hace vivir, así como su Señor y Soberano. Tal es la posición de Dios frente al hombre, y no hay traición ni ingratitud más grande que la del “kufar,” que lleva al hombre a rechazar a su verdadero Señor.

Sería ridículo pensar que al adoptar la actitud del “kufar,” el hombre le hace daño a Dios Todopoderoso. De ningún modo. ¿Qué daño podría hacer el hombre, que es una pizca de polvo insignificante en la superficie de un planeta minúsculo girando en este universo infinito, al Soberano del Universo, cuyo reino es tan vasto que con la ayuda de los más potentes telescopios no nos permite adivinar sus límites, cuyo poder ordena la trayectoria celeste de la Tierra, la Luna, el Sol y las miríadas de estrellas? Que provee todas las necesidades, pero no tiene necesidad de nadie para proveer las Suyas. La rebelión del hombre contra Dios no puede hacerle a Él ningún daño, al contrario, esta desobediencia no hace más que precipitar al hombre al camino de la ruina y la desgracia.

La consecuencia inevitable de esta sublevación y de esta negación de la Realidad, es el descalabro en los ideales últimos de la vida. Un rebelde no encontrará jamás el camino del verdadero conocimiento. Porque al saber que es incapaz de descubrir a su propio Creador, no puede descubrir ninguna verdad. El espíritu y la razón de tal hombre se extraviarán siempre. ¿Cómo la razón que no puede reconocer a su Creador podría dilucidar los misterios de la vida? Tal hombre no sufrirá más que fracasos en todos los dominios. Su vida moral, cívica, social, familiar, su lucha por asegurar su subsistencia, todo estará afectado. No difundirá más que confusión y desorden en la tierra. Sin el menor remordimiento, derramará la sangre, violará los derechos de sus semejantes, será cruel con ellos, suscitará el desorden y la destrucción en el mundo. Sus pensamientos y sus ambiciones perversas, su ausencia de discernimiento, su sentido de los valores falseado, sus actividades malignas, serán nefastas tanto para él como para sus allegados. Tal hombre puede arruinar la paz y el equilibrio de la vida en la tierra. En la vida ulterior, será tenido por culpable de los crímenes que haya cometido contra él mismo. Su cuerpo entero, su cerebro, sus ojos, su nariz, sus manos, sus pies se lamentarán del mal uso que hubiera hecho de ellos. Cada célula de su cuerpo le reprenderá ante Dios, que es la verdadera fuente de la justicia, y se le aplicará la sentencia que merece. Tal es la infamante consecuencia del “kufar.” Va al fracaso total, tanto en esta vida como en la vida posterior. [...]

Dios ha dado al hombre la posibilidad de instruirse, pensar y meditar, y el conocimiento del bien y del mal. Pero le ha conferido, por otra parte, una relativa libertad de voluntad y de acción. Es en el ejercicio de esta libertad como el hombre es puesto a prueba. [...] Dios le ha dado la libertad de voluntad y de acción, de manera que puede elegir libremente el modo de vida que estime sea el bueno: el Islam o el “kufar.”

Se encuentra, pues, por un lado al hombre que no comprende ni su propia naturaleza ni la del Universo. Ignora quién es su Soberano verdadero y cuáles son Sus atributos, y utiliza mal su libertad tomando el camino de la desobediencia y de la rebelión. Tal hombre ha fracasado en el examen de su conocimiento, de su inteligencia y de su sentido del deber, y no merece una suerte mejor que la discutida anteriormente.

Por otro lado, se puede encontrar al que sale victorioso de esta puesta a prueba. Utilizando correctamente su saber y su espíritu, reconoce a su Creador, tiene fe en Él, y sin estar de ningún modo forzado, elige obedecerle. Sabe distinguir el bien del mal, y aunque sea enteramente libre de no hacerlo, elige el bien. Comprende su propia naturaleza, se conforma con sus leyes y sus realidades, y aunque tenga toda latitud de caminos para seguir, no importa cuáles, adopta el de la obediencia y lealtad a su Dios, su Creador. [...]

Elige la verdad, ve la realidad, se somete con toda gratitud a su Señor y Soberano. Es un hombre inteligente, sincero, que tiene el sentido del deber, que ha optado por la luz antes que por las tinieblas, y después de haber distinguido la realidad, ha respondido a su llamamiento con entusiasmo. [...]

En cada estadio de su búsqueda, su conciencia de Dios le impedirá hacer un uso malo y destructivo de la ciencia y de los métodos científicos.

No soñará nunca con alabarse de ser el señor de estas fuerzas, el conquistador de la Naturaleza, atribuyéndose así las prerrogativas divinas, ni [...] someterá al género humano estableciendo su supremacía sobre todos, sin retroceder ante los medios más viles. Tal actitud de rebelión y desafío no podrá ser la de un musulmán. Sólo un erudito “kafir” pude ser la presa de tales ilusiones y sucumbir exponiendo a todo el género humano a los peligros de la destrucción total y del aniquilamiento. Un sabio musulmán, por el contrario, se comportaría de una manera diferente. Cuanto más claro viera en el campo de la ciencia, más sería reforzada su fe en Dios. Inclinará su cabeza ante Él con gratitud, ya que su Soberano le ha bendecido concediéndole un poder y una ciencia muy grandes, deberá obrar por su propio bien y el de la Humanidad. En vez de ser orgulloso, será humilde, en vez de exaltarse de su propio poder, realizará grandes cosas para el bien común. No se entregará a una libertad desenfrenada. Será guiado por los principios de la moralidad y de la revelación Divina. De este modo, la ciencia entre sus manos, en lugar de ser un instrumento de destrucción, llegará a ser un medio de bienestar de los hombres y de la regeneración moral. Es de este modo como expresará su gratitud a su Soberano por los dones y las bendiciones que ha derramado sobre el hombre. [...]

En lo que concierne al derecho, el musulmán tratará de hacer de él, el instrumento real de la justicia, para la protección de los derechos de todos —particularmente, de los débiles—. Velará para que cada uno reciba la parte que se merece y que ninguna injusticia u opresión sea infligida sobre cualquiera. Respetará la ley, la hará respetar y velará para que la justicia sea repartida equitativamente.

La vida moral de un musulmán estará siempre llena de piedad, devoción y rectitud. Vivirá en el mundo con la convicción de que Dios es nuestro único Soberano, que todo lo que él y todos los demás puedan poseer ha sido dado por Dios, que los poderes de los que dispone no son más que un depósito de Dios, que la libertad que le ha sido conferida debe ser utilizada con discernimiento, y que es para su propio beneficio el servirse de ella según la voluntad divina. Tendrá siempre presente en el espíritu que debe un día volver a su Señor y le dará cuentas de toda su vida. El sentimiento de responsabilidad quedará siempre firmemente implantado en su espíritu y no se portará nunca irresponsable ni indiferente.

Pensemos en la excelencia moral de un hombre que vive con tales disposiciones [...] será una bendición para la Humanidad, su espíritu no será turbado por malos pensamientos y ambiciones perversas. Se abstendrá de ver, de entender y de hacer el mal. Dominará su lengua y no proferirá jamás mentira. Mantendrá su vida de una manera justa y honesta, y preferirá el hambre a una alimentación adquirida por la explotación o la injusticia. No será nunca cómplice de la opresión o de la violación de la vida humana y del honor, sea cual fuere la forma. No cederá jamás ante el mal, sea cual fuere el precio que tenga que pagar por esto. Será la bondad y la nobleza mismas, y defenderá el derecho y la verdad, incluso al precio de su propia vida. Aborrecerá todas las formas de injusticia, se erigirá defensor de la verdad que las adversidades no pudieron derribar. [...]

Será el hombre más honrado y respetado, y nadie le podrá superar en este campo. ¿Cómo podría alcanzar la humillación a un hombre que para solicitar un favor no extiende la mano, ni inclina la cabeza ante cualquiera, excepto ante Dios Todopoderoso, el Soberano del Universo? [...]

Nadie en el mundo podría ser más rico o más independiente que él —porque vivirá una vida de austeridad y de contemplación. No será sensual, ni débil, ni avaro. Se contentará con lo que gane honestamente, e incluso si montones de riquezas mal adquiridas se ponen ante él, las rechazará con menosprecio. Tendrá paz y la satisfacción del corazón—. ¿Hay riqueza más grande que esta? [...]

Si han comprendido la verdad natural de un musulmán, estarán convencidos de que no puede vivir en la humillación, esclavitud o sumisión. [...] Porque el Islam le inculca las cualidades que no están eclipsadas por ningún encanto ni ninguna ilusión.

Después de haber vivido una vida respetable y honorable en la tierra, volverá a su Creador, que derramará sobre él Sus bendiciones, porque ha cumplido su deber honradamente, y ha cumplido su misión con triunfo en la puesta a prueba. Ha salido bien de la vida terrestre y conocerá en la ulterior la paz, la alegría y la felicidad eternas.

Este es el Islam, la religión natural del hombre. [...] Desde todos los tiempos, todos los que reconocieron a Dios y amaron la verdad, han creído en esta religión y estuvieron conformes con ella. Aunque hubieran llamado a este modo de vida Islam o de otra forma. Cualquiera que fuese su nombre, significaba Islam, sumisión total a la ley y a la voluntad del Creador.

Fragmentos del libro “Los Principios del Islam”, publicado en 1977 por el Centro Islámico de Granada. El libro completo puede leerse en http://www.latinodawah.org/library/spanish/losprincipios-libro.html

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sábado, 19 de marzo de 2011

El Dispositivo Tecnológico del Siglo

EL DISPOSITIVO TECNOLÓGICO DEL SIGLO


La tecnología no deja de avanzar y sorprendernos. En este video, se nos presenta un dispositivo revolucionario: casi eterno (bajo condiciones de cuidado muy mínimas), funciona cordless, off line, sin baterías, no necesita recarga, no tiene límite en número de veces que puede ser utilizado, es fácil de reparar, y su uso es tan sencillo que personas con mínima instrucción pueden aprovecharlo al máximo. Puede llevarse a cualquier lugar, funciona en casi cualquier entorno, y es absolutamente compatible. Sus accesorios son fáciles de conseguir, de bajo costo, e incluso pueden ser fabricados fácilmente por el propio usuario. Tecnología barata para todos, la verdadera "democratización" del conocimiento.



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miércoles, 16 de marzo de 2011

La Vida: Mera Ilusión, Falacia, Vapor sin Valor Alguno

La vida: Mera Ilusión, Falacia, Vapor sin Valor Alguno


Por: Said Abdunur Pedraza

Mi mamá me llevaba muy temprano en la mañana hasta el paradero de la ruta escolar, cuando pasamos al lado de un cadáver tirado en el prado. Estaba fresquito. Contaría yo siete u ocho años, y creo que fue mi primer contacto con la muerte. A esa edad, otras personas que conozco ya habían asistido a entierros masivos de familiares y conocidos, muertos unos a manos de otros o a manos de la guerrilla, la policía o el ejército. Otros, más jóvenes, ya tendrían entre sus cercanos, caídos a manos de paramilitares o narcos.

A diferencia de quienes han sido víctimas de la violencia en este país, que han llegado a la ciudad para no ahogarse en los ríos de sangre de sus tierras, yo me cuento entre los que hemos visto la guerra por la tele. Sólo Escobar, con sus bombas en las calles de Bogotá, nos hizo ver un poco más de cerca lo que se vive de forma cotidiana en los campos colombianos.

Yo me rodeé de otro tipo de muerte. Sobredosis de antidepresivos, raticida, lanzarse de espaldas desde un quinto piso, convulsionar con cianuro en brazos de la novia, cócteles mortíferos de drogas, semanas de alcoholización sistemática y continua, dejar la dignidad y el alma entre unas sábanas hediondas a sexo pútrido… búsquedas mortales, individuales y colectivas. Cuando uno vive en un país en el que la muerte ronda impune por campos y calles dejando estelas interminables de fosas comunes por todo el territorio, y se empeña en rodearse de la búsqueda falaz de los evasores del vivir, es que uno tiene un problema serio. Sí, enterré a varias de mis amistades. Otras más andan por ahí, respirando todavía muy a su pesar. Eso me enseñó muy pronto que nadie es dueño de su vida: no importa cuánto te esfuerces en morir, nadie se muere la víspera. Por eso abandoné todo intento de suicidio, la muerte me llegará cuando sea la hora, no antes ni después, no importa lo que haga al respecto.

Mi contacto permanente con el egoísmo sumo y la evasión que significan el suicidio, creó en mí una barrera que me ha impedido entender qué hace que la gente se aferre a la vida. He visto que la gente siempre se aferra a algo, a alguien, para darle sentido a la vida, y siempre terminan defraudados, pues los seres humanos somos imperfectos, cometemos errores, e indefectiblemente le fallamos a quienes amamos. Entonces, la gente se va llenando de temores, dolores, heridas, rencores, frustraciones… Y sin embargo, respirar se les antoja lo más valioso que pueda existir. Yo le hallo sentido a que una persona perseguida sin motivo, expulsada de su tierra por la guerra, que ha dejado atrás los cadáveres de sus seres queridos, siga deseosa de vivir a pesar de todo: De alguna forma, vivir se le ha de convertir en una obligación, alguien debe sobrevivir a la guerra para contar la historia y recordar a los caídos. Pero en la muerte permanente de los que nunca supimos qué es trabajar la tierra, que sólo conocemos la ignominia de la explotación capitalista (no importa qué tan jugoso sea el sueldo, sigue siendo explotación), no encuentro cómo establecer empatía con quienes se aferran al acto de respirar como si vivieran una vida verdadera. Por años los acompañé en sus demenciales actos autodestructivos y formé parte de ellos, mientras los observaba y analizaba. Yo era consciente de que destruía mi ser entero, y sencillamente no me importaba. Ellos, en cambio, tenían un afán de “vivir,” y parecían creer sinceramente que todo ese vicio, toda esa esclavitud, toda esa estupidez, eran “vida.” Nunca logré comprenderlos, mucho menos encajar y ser como ellos. Extranjero en tierras extrañas, me moví en muchos círculos distintos, conocí personas de toda suerte de religiones e ideologías, de diversas culturas y creencias, con visiones del mundo y de la vida muy distintas, pero todos y todas, sin remedio, terminaban exactamente igual. El vehículo variaba: drogas, alcohol, sexo, violencia, tabaco, estafa, traición, trabajo… Lo que fuera, con tal de evadir la vida, mientras se decían estar “viviendo” al máximo. “¡Esto sí es vida!,” era la frase que yo más escuchaba en boca de cualquier persona, independientemente de su sexo, etnia, nacionalidad, condición socioeconómica o nivel de escolaridad, cuando estaba en medio de sus procesos de autodestrucción. Muy rara vez conocí a personas que por su tradición cultural o su convicción filosófica, parecían romper ese molde. En su mayor parte, sencillamente tenían formas más sofisticadas y menos autodestructivas de evasión, que los hacían ver como “espirituales.” Generalmente de estratos socioeconómicos altos, estos “espirituales” llevan una vida “sana” al estilo moderno, que deslumbra a muchos, excepto a los que tienen que luchar con uñas y dientes a diario para sobrevivir. Salen a abrazar árboles y creen que con una sonrisa van a cambiar al mundo. Pero el interior de sus hogares no es tan “verde” como pretenden mostrar a los demás.

Como puede verse, no soy alguien que tenga fe en la humanidad. Quizás sea en buena parte por mi afición a la historia. En efecto, los libros de historia difícilmente hablan de las comunidades que vivieron en paz por siglos y siglos. Esos grandes períodos de paz son apenas nombrados con una línea: “Entre el año (o el siglo) tales y el año (o el siglo) tales, el imperio (o la comunidad o la etnia) tales tuvo un período de paz.” Lo demás, es el registro de las guerras. Leer historia le da a uno la falsa impresión de que los seres humanos hemos estado matándonos unos a otros sin tregua desde el principio de los tiempos, y no hemos conocido otra forma de vida que esa. Cosa, por supuesto, totalmente falsa.

Pero quizás mi falta de fe en la humanidad esté simplemente en el hecho de que somos falibles, imperfectos. No importa qué tan buena, recta y ética sea una persona, siempre será susceptible de torcerse. Una catástrofe, un tesoro, una ilusión, un enamoramiento, pueden transformar por completo a un ser humano. Sólo falta oprimir el botón correcto para desatar la corrupción, la sed de venganza, el ansia de poder, el egoísmo, la ira, los celos, o cualquier otra emoción que lleve a una persona a cometer una estupidez momentánea que habrá de lamentar el resto de sus días, o a convertirse en un ser despreciable. Y no es sólo eso. Incluso aquellos que logran mantenerse rectos, pueden fallarte cuando más los necesitas, y no en una sino en muchas formas variadas y coloridas.

Dicen que la solución de todo está en el amor. Pero, ¿qué es el amor? Por milenios los poetas han cantado al amor en millones de formas y jamás ha habido acuerdo sobre qué es. En el último siglo, los psicólogos han intentado lograr lo que los poetas no, y han fracasado en el intento. Los libros sobre “cómo amar,” “vivir y amar en libertad,” “consejos para el amor,” y similares, se han vendido como pan caliente en los últimos 50 años; sin embargo, la gente está cada vez más sola y vacía. Los neurocientíficos se han contentado con definir al amor en términos de impulsos eléctricos y dosis de hormonas, ¿y eso qué utilidad tiene para el desarrollo de la raza humana? ¿Acaso pensar en el amor como una serie de procesos químicos y eléctricos nos va a ayudar a encontrar la forma de vivir en paz y armonía? ¿O será que los millones de muertos dejados por los defensores del amor han servido para que el mundo sea hoy mejor que en tiempos de las cruzadas o de la conquista de América? Lo único cierto es que no puede construirse una sociedad sin normas, y eso a punta de sólo amor es imposible. Ni siquiera una familia puede construirse sólo con amor. El amor debe acompañarse de compromiso, justicia, responsablidad, y de muchas otras cosas más para que la vida en comunidad sea posible.

No soy el primero, ni el único, ni seré el último, en decir que todo en esta vida es una mera ilusión. Pedro Calderón de la Barca lo expresó así en el siglo XVII:

¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción”.
Y Lewis Carroll en el siglo XIX:
“¿Qué es la vida sino un sueño?“ 
Así lo puso William Shakespeare en el siglo XVII:
La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido.
Budistas, hindúes y místicos lo han proclamado por siglos. Pensadores y filósofos judíos y cristianos han estado de acuerdo con ello. Los profetas lo han dicho una y otra vez. Platón aseguraba que el hombre vive en un mundo de tinieblas, como cautivo en una cueva. Y en efecto, no ha germinado en mí otra forma de ver esta vida: es una prisión en la que nos encontramos contra nuestra voluntad. Sí: contra nuestra voluntad, porque no podemos irnos de aquí cuando queramos, ni siquiera vinimos cuando y porque queríamos. ¿Alguien me preguntó si quería venir a este mundo, como muchos creen? ¡JA! Ni loco habría aceptado una propuesta tan absurda. ¿Reencarnaré después de morir, como otros muchos creen? Si la reencarnación existiera, querría agarrar al maldito que lo devuelve a uno a esta podredumbre para rayarle la cara y cortarlo en trocitos. Venir de nuevo a esta prisión, a enfrentar de nuevo el dolor, la traición y la frustración, a trabajar como mula bajo el yugo de unos pocos miserables a quienes ni siquiera tendré la oportunidad de golpear en el rostro, a ser testigo nuevamente de la estupidez y de la matanza, a escuchar testimonios de niños abusados, mujeres violadas, familias desplazadas de su tierra sin razón alguna, personas amenazadas de muerte por denunciar la maldad, gente mutilada o despojada por mera incompetencia o negligencia de otros, o quizás ya no para ser testigo sino víctima de todo ello, pues en esta vida me ha ido muy bien, pero en una futura no hay garantías de nada, ¿y todo para qué? ¿Para aprender? ¿Aprender qué, si igual ni recuerdo qué aprendí en vidas pasadas? ¿Aprender para qué, si lo que conocí en esta vida no me va a ser útil en la próxima? ¿Aprender que este mundo es pasajero y que todo en él es ilusión, que no existe nada en este universo por lo que valga realmente la pena vivir o morir? No necesito diez vidas, ni dos, ni siquiera una vida completa para aprender eso: ya lo había entendido poco después de llegar a la adolescencia, ya me puedo ir entonces, gracias.
Y no me digan que lo que hay que aprender es todo lo contrario, porque eso sería una estupidez. Los personajes más grandes de la historia, los mayores líderes espirituales, las únicas personas que uno podría concebir como verdaderos modelos a seguir, han enseñado que esta vida es mera ilusión. Y sólo hay que ser un poquitico observador para darse cuenta que el ser humano no es más que una frágil polilla, atrapada en una cueva oscura, estrellándose una y otra vez contra las paredes de la cueva en medio de las tinieblas. Así lo planteó Michel de Montaigne en el siglo XVI:
“El hombre es cosa pasmosamente vana, variable y ondeante.” 
Si en verdad estuviéramos en un ciclo de reencarnaciones, a estas alturas al menos la mitad de la humanidad ya estaría en un nivel espiritual tan elevado, que la otra mitad viviría aprendiendo aceleradamente de su ejemplo. ¡Si es que las primeras almas estarían rondando por acá desde hace más de 100.000 años! Pero como dijo el guerrero chino del siglo III a. C., Tieng Hung:
“El rocío sobre la liliácea ha desaparecido poco después del amanecer. El rocío se evaporó esta mañana, volverá de nuevo con el alba. El hombre muere y por siempre se acaba, ¿acaso alguien ha regresado alguna vez del más allá?”

Humanos. Somos capaces de grandes creaciones, de transformar nuestro entorno para mejorarlo, de amar y construir, y también de las más abyectas atrocidades, de matanzas sin sentido, de crímenes innombrables. No somos lo uno ni lo otro, somos ambas cosas. Cada uno de nosotros en su interior lleva un artista y un asesino, un defensor y un opresor, un sabio y un imbécil, un santo y un criminal, un ser dulce y otro despiadado. Y dependiendo del contexto, la historia, la vida misma, a veces se nos sale lo uno, a veces lo otro, a veces en individual, a veces en colectivo. ¿Cómo confiar plenamente en una criatura así? Quienes hoy te sirven de apoyo, mañana te entregarán a tus enemigos, o te enterrarán vivo, o simplemente te abandonarán y seguirán otro camino. Y así debe ser, no debería sorprendernos en lo absoluto, ni deberíamos esperar nada distinto.

La vida por sí misma no tiene sentido. La mayoría de las personas pasan sus vidas tratando de darles sentido, aferrándose a esto o aquello, y cuando lo que le da sentido a sus vidas se desmorona, viene la autodestrucción. ¡Y cuán creativos y diversos somos para autodestruirnos!

Podemos llenarnos de motivos para vivir: luchar por la patria, por un ideal, por la familia, por conseguir un sueño, por dinero y poder, por reconocimiento y fama, por la conservación del agua, por los derechos humanos, por el retorno de los despojados a sus tierras, por el futuro de los hijos, por establecer la pederastia como una opción sexual  legítima… Muchos de los cruzados creían sinceramente que luchaban para ganarse el cielo, y con esa convicción llevaron a cabo algunas de las más grandes matanzas de la historia contra los árabes, pero sólo eran títeres de intereses económicos y políticos. Muchos gringos fueron a Irak convencidos de que defendían la libertad, y llevaron a cabo algunos de los peores crímenes de guerra de las últimas décadas, pero sólo eran marionetas al servicio de las multinacionales del petróleo. Muchos padres han dado lo mejor a sus hijos, quienes se han convertido en drogadictos, pandilleros, ladrones de cuello blanco o déspotas tiranos. ¿Vale la pena el esfuerzo? Habría sido interesante conocer la opinión de la madre de Hitler, pero murió cuando él apenas tenía 18 años.

Si uno sopesa los pros y los contras de cada paso que da, y a cada acción le antepone las preguntas “¿esto es lo correcto?, ¿podría hacerlo mejor?, ¿vale la pena?, ¿qué garantías tengo?”, la vida se hace terriblemente pesada. Y a la hora de los balances, siempre hay números rojos, a pesar de lo cuidadoso que uno sea. ¿Cuántas veces no escucha uno a la gente lamentarse porque “dio lo mejor” y el resultado fue, si no catastrófico, decepcionante? La vida puede tener muchas alegrías, pero al final, si alguien quiere sentirse satisfecho, tiene que hacer muchas concesiones consigo mismo y con el mundo.

Y eso es lo que hacemos. Al pasar los años, nos hacemos menos exigentes con nosotros y con los demás, para no sentirnos tan agobiados. Siempre terminamos huyendo, de una forma o de otra. De nuevo, recurro a Montaigne:
“A quienes me preguntan la razón de mis viajes les contesto que sé bien de qué huyo, pero ignoro lo que busco.”
Yo jamás supe qué buscaba, ni siquiera estaba seguro de buscar algo. Pero supe que lo había encontrado cuando leí:
“¿Acaso no es odiosa la vida de este mundo? Odioso lo que hay en ella, excepto el recuerdo de Dios y lo que se aproxime a ello. Y también el sabio que enseña y el alumno que aprende.”

“Sé en esta vida como si fueras un extranjero o como si estuvieras de paso.”
“Este mundo es una prisión para el creyente y un Paraíso para el no creyente.”

“Sé austero en esta vida y Dios te amará, y prescinde de lo que los hombres poseen y ellos te amarán.”

Esas frases las había pronunciado el mismo hombre que había dicho “la fe surge del conocimiento,” que aún siendo jefe de estado dormía en el suelo sobre una estera de piel curtida rellena de fibra de palmera, que teniendo la supremacía militar conquistó una ciudad sin derramamiento de sangre y respetó la vida, honra y bienes de sus habitantes (a pesar que ellos lo habían perseguido y habían intentado matarlo, y habían discriminado, perseguido y torturado a sus seguidores durante años); el mismo hombre que logró unir a un grupúsculo de tribus bárbaras que se mataban continuamente entre sí, y les entregó unas normas de vida que las convirtió primero en un estado, y luego en una de las mayores civilizaciones que ha visto la humanidad, apenas 70 años después de su muerte. Ningún ser humano jamás ha tenido tanto éxito, tanto en el plano espiritual como en el político, el militar y el judicial. Tal hombre llamó de inmediato mi atención, y si la historia de su vida me impactó, su mensaje cambió el curso de la mía.

Con el tiempo, he llegado a preguntarme si es cierto aquello de lo que algunos viejos conocidos me han acusado: Que me he cerrado a la banda, que creí encontrar el único camino y me negué la posibilidad de contemplar otros, que me convertí en un radical. Miro atrás y analizo mi vida anterior. Siempre supe que vivía porque tratar de matarme era inútil, no porque la vida me fuera muy preciada. La mayor parte del tiempo la pasaba en depresiones profundas. Nada me motivaba. Trataba de aferrarme a la literatura, pero nunca estuve completamente seguro de para qué. En últimas, sólo era un mecanismo de evasión más sofisticado que los de la mayoría. Pero igual, caí en los de los demás. Igual mi vida terminó siendo tan esclava de los vicios y la estupidez como la de cualquier otro. Ni siquiera buscaba una religión o una filosofía, solo buscaba la forma de vivir con algo de dignidad, sin prostituir mi alma y mi trabajo, sin destruir a otros, sin esclavizarme demasiado a las órdenes de los grandes capitales, y de ser posible, brindando algo de mí a los otros, algo que me hiciera sentir útil. Lo intenté por décadas y fracasé rotundamente.

Ahora mi perspectiva es otra. La gente siempre fallará, caerá, a veces se levantará de nuevo para volver a caer. Y entre la gente estoy yo, que he pasado más tiempo fallando y cayendo que tratando de levantarme. Pero no importa, uno acepta que así creó Dios al ser humano, y uno no hace las cosas para agradar a otros. Si la gente falla, Dios no falla, y uno actúa para agradarlo a Él. Si uno falla, la gente puede odiarlo a uno, pero Dios es capaz de perdonarlo. ¿Que este mundo es una porquería? Sí, bueno, ya lo cantaba Carlos Gardel a comienzos del siglo XX:
“El mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también...”
¿Y qué? Si uno cumple con la ley de Dios, entonces uno vive de la manera correcta. Mientras uno siga las normas de vida que Dios ha dictado, su vida está bien porque Dios lo ha establecido así, y vale la pena porque Dios lo recompensará. Y si uno vive así, sabe que está aportando un granito de arena para que el mundo sea mejor. Lo demás está en manos del Creador.

Ahora tengo en el Corán un manual de instrucciones que históricamente ha probado su eficacia para construir vidas, comunidades y naciones sanas y justas. También tengo en la Suna auténtica de Mujámmad (que la Paz y las Bendiciones de Dios sean con él) un ejemplo a seguir, que históricamente ha comprobado ser el mejor ejemplo de comportamiento humano. Mujámmad vivió como todos los profetas y entregó el mismo mensaje que ellos (que Dios es Uno, creó todo cuanto existe, es el Único merecedor de toda alabanza, a Él nos debemos y solo en Él hallaremos auxilio), por lo tanto, seguir a Mujámmad es seguir también a Abraham, a Moisés y a Jesús (la Paz de Dios sea con todos ellos). Es decir, se trata de imitar a los mejores hombres que han existido en todos los tiempos, y procurar vivir como ellos. Ahora tengo un norte, una guía, y un ejemplo. Una luz y un camino, ya no ando estrellándome contra las paredes de la cueva en medio de la oscuridad. No dependo de sacerdotes, santos, vírgenes, imames, iluminados, pastores, infalibles… Ni dependo de visiones, voces, sueños o iluminaciones que puedo interpretar a mi antojo o al antojo de autoridades religiosas, que pueden ser incluso fruto de desórdenes psiquiátricos o de una imaginación muy activa, no: para eso está la Palabra revelada. Tampoco dependo de mi propia ética y de preguntarme continuamente si esa ética es correcta o si obedece a mis prejuicios, vicios e intereses personales. Tengo comunicación directa con Dios: conociendo Su palabra y el ejemplo de Su mensajero (que la Paz y las Bendiciones de Dios sean con él), sé qué quiere Él de mí, y para qué estoy en este mundo. Sé cómo debo comportarme y cuáles son mis principales responsabilidades. En el Islam está reunido todo el conocimiento y las pautas necesarios para construirme como persona, para construir una familia, para construir una comunidad, una nación.

Este es un mundo ilusorio, falaz, en el que lo único real es Dios, Altísimo y Todopoderoso. Un mundo pasajero, al que es mejor no aferrarse. Un mundo al que vine porque Dios así lo quiso (yo no respetaría a alguien que me hubiera preguntado si quería nacer y en qué familia, al igual que un soldado jamás  respetaría a un general que le preguntara qué estrategia prefiere para la batalla y qué posición desea ocupar en ella). Un mundo con muchas bellezas y bendiciones, pero al que gracias a Dios no tendré que volver una vez me haya ido, porque como escribió Mark Twain:
Nunca ha habido una persona inteligente de sesenta años de edad que consintiera en vivir su vida de nuevo. Ni la suya ni la de cualquier otra persona.
Un mundo que solo es una preparación y una prueba para la vida real, una vida en la que si Dios quiere, podré ver el Jardín y conocer al fin la libertad.

¿Y qué si apostatara y dejara de ser Musulmán? Bueno, ¿qué pueden ofrecerme a cambio? No me tentó el dinero, ni el poder, ni la fama, cuando vivía en total oscuridad. ¿Mujeres? Mis cicatrices físicas y espirituales responden a esa pregunta. Nada en este mundo me motiva, nada me llama la atención, no hay nada que yo considere que vale lo suficiente como para dejar la comodidad de mi cama y la delicia del sueño. Ni siquiera los hijos, pues lo único bueno y decente que puede uno hacer por ellos es prepararlos para que se vayan y hagan su propia vida, sin esperar que volteen a dar las gracias. Uno muere y nada se lleva, decían los abuelos, entonces ¿para qué luchar? Y si el asunto de la vida no está en lo material, ¿qué es lo espiritual? ¿Misticismo, quizás? Eso se parece demasiado a las drogas. Y las drogas nunca llamaron mi atención. Además, al menos si uno consume drogas, sabe que el efecto es inmediato y sabe cuánto dura. Con el misticismo nunca se sabe. Hay que ir cada domingo a ver si pasa un milagro, a ver si uno siente el “toque del espíritu,” pero no hay garantías. A veces sí, a veces no… A veces es un buen viaje, a veces no tanto. Compartí con muchos de los “tocados” jornadas de autodestrucción muy fuertes. No, jamás pudieron convencerme de que el hecho de ser “tocados” cada fin de semana los hiciera diferentes a mí. Tampoco me atrajo el ascetismo, pues a fin de cuentas, no tiene sentido alguno que Dios nos hubiera dado este cuerpo sólo para que lo hiciéramos a un lado y negáramos nuestras necesidades, entre ellas la necesidad de contacto, de comunicación, de comunión con los demás.

Entonces, ¿qué pasaría si dejara de ser Musulmán? No podría volver a lo mismo de antes. Antes sabía que ahí no había nada que sirviera, pero creía que no había opción alguna. Ahora que sé que hay alternativa, no podría volver a lo mismo. Tampoco podría adherir a alguna filosofía, religión o grupo político, después de todo lo que conocí al respecto. Antes no lograron captarme, ahora mucho menos. No me haría asceta ni monje, y francamente dedicarme a amasar una fortuna o convertirme en asesino serial sería demasiada energía invertida en banalidades sin sentido, y no estoy tan mal de la cabeza, por fortuna.

No, nada hay para mí fuera del Islam, excepto dejarme morir en una cama mientras miro impávido al techo durante semanas. En el Islam hay luz, conocimiento, sabiduría, personas que no necesitan decirme nada para convencerme de nada, sólo comparten conmigo y en ese compartir está todo, en esos momentos que pasamos juntos puedo sentir, ver, oler lo que es la vida: un paso que si se sabe dar, conduce a algo mucho mejor, y ellos son prueba viviente de que ese paso sí se puede dar de la forma correcta, como Dios manda. Ahora que soy Musulmán, por primera vez en mi vida no estoy rodeado de zombies: estoy rodeado de gente viva, que no está aferrada a esta vida, sino que vive bien como preparación para la vida eterna. Y aprendo cada día de ellos. Pero no dependo de ellos, dependo de Dios, me debo sólo a Él. Aun si ellos se corrompieran, ya me mostraron que sí es posible, y la guía sigue ahí, a mi alcance.

Vivir vale la pena, porque se vive para agradar a Dios a través de una vida recta, y una vida recta implica ayudar a otros sin esperar que lo agradezcan (Dios es quien reconoce las buenas obras), cuidar el medio ambiente no por ser “ecologista” sino porque Dios puso la creación para que la administremos correctamente, tratar bien a los animales, trabajar honestamente, formar una familia que adore a Dios, tener hijos a los que se les pueda enseñar a vivir de la forma correcta para que sean artífices de una sociedad justa en el futuro (y no unos tontos vacíos que se cortan las venas cada semana). Y si uno hace las cosas bien, y al final algo sale mal, uno está tranquilo, pues hizo lo que debía hacer de la forma correcta, lo demás está en manos de Dios. Vivir de acuerdo a la ley divina tiene sentido, y tiene recompensas en este mundo y en la otra vida. Fuera de eso, nada tiene sentido.

Así que pueden llamarme radical. Si tienen otro camino, sean felices en él, síganlo con toda convicción, pero ni por casualidad traten de mostrármelo como una opción, ni siquiera pretendan que yo acepte que es un camino válido. Pasé demasiados años en demasiados caminos, y hoy no hay nadie que me plantee algo distinto a todo eso por lo que pasé, y que sólo cuenta en mi memoria como años tirados a la basura. Ser musulmán no me libra del dolor, la injusticia y el mal, pero me da un norte, me hace mejor persona, y me prepara para lo que ha de venir. Me da una disciplina, una moral, un completo sistema socio-económico-político-religioso independiente del comunismo, el feudalismo, el capitalismo y cualquier otro sistema creado por el hombre (todos ellos históricamente fallidos), unos rituales (tan necesarios para la vida cotidiana), una visión del mundo y de mí mismo, una forma de pensar, una razón de vida, unas normas básicas (fundamentales para la convivencia en familia y en comunidad), me enseña hasta la forma correcta de comer y de dormir de manera que incluso esos actos tan sencillos se conviertan en actos de adoración a Dios y me beneficien tanto en lo físico como en lo espiritual.

Si logro ser un verdadero musulmán (es decir, una persona completamente obediente y sumisa a la ley y a la voluntad de Dios), será solo por misericordia del Clemente, porque por mí mismo jamás habría logrado ni siquiera llegar hasta donde he llegado (y estoy muy lejos de vivir de lleno el Islam). Y si no, al menos habré logrado hacer algo que sí vale la pena: esforzarme en cumplir con lo que Dios manda. Aparte de eso, no existe nada en el universo entero que tenga valor para mí. Gracias, pero no, gracias, no voy a dejar de ser Musulmán.
“Todo ser probará el sabor de la muerte, y cada uno recibirá su recompensa íntegra el Día de la Resurrección. Quien sea salvado del Fuego e ingresado al Paraíso habrá realmente triunfado, porque la vida mundanal es solo un placer ilusorio.” (Corán 3:185).
Sepan que la vida mundanal es juego, diversión, encanto, ostentación y rivalidad en riqueza e hijos. Es como la lluvia que genera plantas que alegran a los sembradores con su verdor, pero luego las ven amarillearse hasta convertirse en heno. En la otra vida, ustedes recibirán un castigo severo o el perdón de Dios y Su complacencia. La vida mundanal no es más que un disfrute ilusorio.” (Corán 57:20).
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Sir Bernard Shaw, un escritor cristiano socialista ateo que coqueteaba con el Islam (http://mensajesenlaruta.blogspot.com/2010/02/sir-bernard-shaw-un-escritor-cristiano.html).

¿Dónde están los hombres como Elías, David, Josué, Daniel... Mujeres como Débora, Ester, María…? (http://mensajesenlaruta.blogspot.com/2011/02/donde-estan-los-hombres-como-elias.html).

La razón por la que me convertí en musulmán el 11 de septiembre de 2001 (http://mensajesenlaruta.blogspot.com/2011/09/la-razon-por-la-que-me-converti-en.html).

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lunes, 14 de marzo de 2011

Hombres y Mujeres Somos Diferentes


HOMBRES Y MUJERES SOMOS DIFERENTES

Por Dra. Pilar Sordo


Comparto el video completo de una charla dictada por la psicóloga y autora chilena Pilar Sordo, famosa por el éxito de su libro ¡Viva la Diferencia!, que se ha convertido en récord en ventas. En esta charla, se nos recuerda que hombres y mujeres somos distintos. Al aceptar estas diferencias con las que Dios nos ha creado y asumir los roles que Él ha dispuesto para nosotros, podemos desarrollarnos como individuos, en paz con Él, con nuestro entorno y con nosotros mismos, y construir una sociedad mejor. Pero cuando las mujeres se "masculinizan" para imitar un falso modelo de hombre, y los hombres se "feminizan" para llenar el vacío dejado por ellas, el resultado... podemos verlo hoy día, cada día. En su charla, la Dra. Sordo afirma:

"Puedo ser permanentemente feliz en la medida en que le encuentre sentido a lo que hago. Y para eso no tenemos que hacer siempre lo que queremos. Las personas que hacen siempre lo que quieren no son felices, no crecen. Hacer siempre lo que queremos nos hace personas egoístas, engreídas, vanidosas, nada empáticas, porque estamos concentrados en lo que yo quiero conseguir."


En efecto, la mayoría de las personas hoy se dedican a lograr su beneficio personal, ya sea porque son esclavas del dinero, del lujo, de sus pasiones e instintos, de sus emociones, o porque sólo actúan en el afán de mantener la conciencia limpia, lo que las hace esclavas de su propia ética, que cambia con el tiempo y las circunstancias, y que aparentemente las convierte en personas preocupadas por los demás, pero que refleja más los vacíos en la vida personal y la incapacidad de hacer algo por su propio ser y su propia familia.

Todo lo contrario es el caso del creyente, que conoce el verdadero sentido de su vida y de todo lo que hace: Agradar a Dios con cada acto de su existencia. El creyente no hace lo que quiere, sino lo que Dios manda. Y así, es solidario, amoroso, sincero, recto, honesto, paciente, etc., no para ganar fama y reconocimiento, ni para mantener la conciencia limpia, ni siquiera porque "eso es lo correcto," sino porque eso es lo que los profetas han enseñado, porque esa es la forma de vida que agrada al Creador (véase ¿Dónde están los hombres como Elías, David, Josué, Daniel... Mujeres como Débora, Ester, María…?).

También afirma la Dra. Sordo: "El gran triunfo del demonio en el siglo XXI es tenernos convencidos de que la fuerza de voluntad es una estupidez. Que no hay para qué esforzarse por nada." Yo añadiría: El demonio primero nos convenció de que no existe, y entonces bajamos la guardia, dejamos de defendernos contra sus susurros y sus engaños. Luego nos convenció de que el amor no existe, y entonces dejamos de amar al prójimo, a nosotros mismos, incluso a Dios. Ahora nos ha convencido de que la fuerza de voluntad es una estupidez, entonces ya no nos esforzamos por nada, y queremos vivir bien en este mundo y también salvarnos e ir al paraíso por la simple razón de que "Dios me entiende," sin desarrollar una disciplina, sin llevar una vida recta, sin cumplir con el mandato básico de "haz el bien y prohíbe el mal." Así, no buscamos agradar a Dios, no buscamos alejarnos del demonio, y no amamos. ¿Y todavía nos quejamos de que el mundo esté como está?

Anoto otras frases que me llamaron la atención de esta charla:


‎"Hoy día la oferta femenina no puede estar más barata. Objetivamente, la mujer no puede estar más fácil. Antes el hombre tenía que pagar un mariachi y enviar chocolates y muchos ramos de flores para que una accediera a salir a comer. Hoy día con dos tragos el hombre se lleva a la mujer a la cama con una facilidad increíble. Eso tiene que ver con la poca valoración del hecho de ser mujer." (Véase La liberación de la mujer a través del Islam)

"No se qué psicólogo desorientado dijo que los papás tenían que ser amigos de sus hijos. A ese tipo lo quemaría en la plaza pública."

"Tenemos ahora una generación merengue, débil, cuyos problemas en un 80% se deben a que tienen demasiadas cosas, y porque no les hemos enseñado a valorar nada de lo que tienen." (Véase Historia de musulmanes supervivientes de la matanza de Srebrenica).

"Los niños necesitan sufrir, necesitan tener frustraciones, necesitan hacerse responsables..."

‎"Las mujeres de esta generación, por debajo de los 35 años, se masculinizaron porque se cansaron de escuchar a sus madres y abuelas quejarse del hecho de ser mujeres."

"Los que tenemos la fortuna de tener nuestras necesidades básicas satisfechas, cada vez nos hemos vuelto más insatisfechos." (Véase Pedagogía de la desinformación: Haití).






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Musulmanes Albanos que Rescataron Judíos Durante el Holocausto (http://mensajesenlaruta.blogspot.com/2010/04/musulmanes-albanos-que-rescataron.html).


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viernes, 11 de marzo de 2011

El Corán: Su Lectura, Recopilación y Preservación en la Historia

El Corán: Su Lectura, Recopilación y Preservación en la Historia


Por: Abu Al-A‘la Al-Maududi


Extracto (fragmentos) del libro “Principios Básicos para la Comprensión del Corán”, publicado en 1986 en Madrid,  por el Centro Islámico en España y el Ministerio del Awqaf y Asuntos Islámicos de Kuwait. El libro así intitulado sirvió de introducción a “El Significado el Corán”, obra monumental del mismo autor.

Este mismo texto, ampliado y revisado, está también disponible en el libro “Conozca el Corán”, publicado en 2006 en Riad por International Islamic Publishing House.

EL CORÁN: UN LIBRO ÚNICO


Antes de empezar el estudio del Corán, debemos tener presente que es un libro único (sin igual), completamente diferente de todos los libros convencionales —información, ideas y argumentos sobre temas específicos con arreglo literario. Por ello, un lego en la materia se desconcierta al no hallar anunciados los temas, capítulos y selecciones conforme a un orden convencional, o tratados separadamente. Por el contrario, los diferentes aspectos de la vida son tratados de una manera completamente diferente. El Corán trata de creencias, instrucciones morales, estatutos y leyes, advierte a los incrédulos, exhorta a los seres humanos a abrazar la Fe Islámica.

Expone enseñanzas de eventos históricos, amonesta, anuncia las buenas nuevas, y todo ello mezclado de una manera hermosa. El mismo tema se repite de modos diferentes y un asunto sigue a otro sin ninguna conexión aparente. A veces un tema nuevo aparece en medio de otro sin razón obvia. El orador y el interlocutor y la dirección a que se dirigen, cambian inopinadamente. Los sucesos históricos no son presentados como en los textos históricos a la manera del humano historiador. El tratamiento de los problemas de la Filosofía y la Metafísica difiere de los textos consagrados por el hombre a estas materias. El ser humano y el universo son considerados en un lenguaje diferente al empleado en las ciencias naturales. Igualmente es original en su método para resolver los problemas culturales, políticos, sociales y económicos.

Los principios y mandatos de la ley son tratados de modo totalmente diferente al de los sociólogos, legisladores y juristas. La moral es anunciada y predicada de una manera que no tiene paralelo en toda la literatura acerca del tema.

Por ello, el lector desprevenido considera el texto coránico con ideas preconcebidas, y al no hallarlo convencional, desconciértase y lo juzga incoherente, sin orden en sus versículos o continuidad en el tema. Como resultado de esa falta de iniciación en el texto del Corán, sus detractores se atreven a elaborar falaces y disparatadas objeciones. Ello a veces, llega a perturbar a algunos de sus modernos seguidores que, para liberarse de dudas, se amparan en extrañas consideraciones. Eluden la elucidación de la cuestión elaborando sorprendentes elucubraciones, para tranquilizarse. A veces intentan crear conexiones artificiales entre los versículos y llegan a aceptar incluso la concepción —forjada por los detractores— de que no hay coherencia ni orden en los temas, y por ende, los versículos aislados de su contexto dan lugar a confusión en la apreciación de su significado.

Esto sucede cuando el lector inadvertido no toma en consideración el carácter Único y Sin Igual de la Revelación de Dios contenida en las Suras y Aleyas coránicas.

Para penetrar en la Revelación Coránica, toda idea preconcebida al respecto del estilo, método y orden, así como la concepción de lo que debe ser un libro de “religión”, deben ser desechas. Sin prejuicios podrá penetrarse en su esencia y aprovechará enriqueciendo su alma con un tesoro único e incalculable. [...]

Preciosos auxiliares para desentrañar la Verdad Coránica serán el conocimiento de su auténtica naturaleza, su idea central, su meta y tema. Asimismo, el estilo, términos y métodos, ambiente y circunstancias (o contexto histórico) deben ser tenidos bien presentes para penetrar en sus evidencias. [...]

LA RECOPILACIÓN

Dios —al revelar el Corán— decretó las providencias para la preservación del mensaje —de cualquier tergiversación— para su perennidad.

A medida que aleyas y suras eran reveladas al Profeta (Bendiciones y Paz de Dios sean con él), eran escritos por los amanuenses en hojas de palmeras datileras, cortezas de árboles, huesos, etc., preciosamente guardados. Además, innumerables adeptos copiaban esos textos para su devoción y muchos creyentes los aprendían de memoria para recitarlos en sus oraciones. Si bien es cierto que muchos compañeros del Profeta (ByP) sabían de memoria el Corán completo, su recopilación fue llevada a cabo después de la muerte del Profeta (ByP). En enfrentamientos armados que se produjeron como consecuencia de una furiosa ola de apostasías, muchos de los compañeros del Profeta (ByP) que habían memorizado el Corán, cayeron. Fue así como Abu Baker (que Dios esté Complacido con él) —sucesor del Profeta— consideró que era indispensable para preservar el Corán, consignarlo por escrito en forma de libro para preservarlo intacto.

Zaid Ibn Zabit (que Dios esté Complacido con él) fue incumbido de la trascendental tarea de copiar la Revelación contenida en el Corán. Su idoneidad y competencia ya habían sido consagradas por el Profeta (ByP) ya que frecuentemente Zaid actuó como amanuense suyo, y era uno de los compañeros (sajaba) que sabían el Corán de memoria, y había presenciado la recitación del Corán completo por Mujámmad (ByP) ante el ángel Gabriel (la Paz de Dios sea con él).

La recopilación del texto del Sagrado Corán se realizó con la cooperación de los compañeros del Profeta (ByP) que habían memorizado el Corán de manera completa o fragmentaria. Esta histórica y sagrada tarea fue celosamente realizada tomando todas las medidas apropiadas para no tergiversar la Revelación: comprobando todas sus partes, palabra por palabra, comparándolas y verificando todo el texto para certificarse de su autenticidad, ya que toda la Revelación había sido escrita bajo el dictado del Profeta (ByP) y su control, por escribientes musulmanes.

El texto del Sagrado Corán compilado en su totalidad fue guardado en la casa de Jafsah (C), la hija de Omar (C) y una de las esposas del Profeta (ByP), y se proclamó que todo Musulmán podía obtener copia fidedigna del Corán o compararlo si el interesado tuviese ya una copia manuscrita del texto de su propiedad. En la compilación del Corán se siguió el mismo orden que el Profeta (ByP) había establecido. El orden de los capítulos (suras) es tan fidedigno como el texto que Zaid escribió. No tiene fundamento suponer que el orden actual de las suras es posterior a la muerte del Profeta (ByP) y no conforme al seguido por Mujámmad (ByP). Ya nos referimos al hecho de que el Profeta (ByP) recitaba el Corán completo todos los meses de Ramadán ante el ángel Gabriel (P); mas, durante el último Ramadán de su vida, el Profeta (ByP) lo recitó dos veces íntegramente ante el ángel Gabriel (P) y Zaid (C) asistió a la segunda lectura. Por ello, es evidente que Zaid (C) siguió ese orden del Profeta (ByP).

El Imán Málik dice al respecto: “El Corán fue recopilado conforme al orden en que los compañeros del Profeta (ByP) lo oían recitarlo”. Por otra parte, en distintos párrafos, el Corán es calificado de libro en la Revelación. Ejemplo de ello es la sura “Muzzamil” (una de las primeras revelaciones de Meca), en donde Dios ordena al Profeta (ByP): “Recita el Corán en orden” (73:4). Esto evidencia que desde el comienzo de la Revelación, Dios había establecido que estaba destinado a ser un libro con un orden preestablecido por el Creador del Universo. [...]

LA PRESERVACIÓN DE LOS MENSAJES REVELADOS

[...] A través de los tiempos, Dios envió en toda época y a todos los pueblos, un total de 124.000 profetas, y a través de ellos reveló 104 libros, cuyo conocimiento y legislación fue resumido en tres: La Torá, el Evangelio y los Salmos. Por último, Dios envió al Sello de la Profecía (ByP) y a través suyo, reveló el resumen del conocimiento y la legislación de todas las Revelaciones anteriores: el Corán, que incorporó las bellezas de los Mensajes anteriores y los superó en perfección y esplendor.

Debido a que los Mensajes anteriores eran dirigidos a una época particular, éstos no fueron permanentes ni perdurables. Por esto Dios, Altísimo sea, no garantizó que se conservaran inalterables. Ni ordenó que todos los memorizaran. La tarea de conservarlos la tomaron algunos estudiosos de las naciones que los recibieron.
Pero en el caso del último Mensaje, Dios garantizó su conservación y no confió esta tarea a los seres humanos. Dios mismo dijo: “Ciertamente Nosotros hemos revelado el Corán y somos Nosotros sus custodios”. (Corán 15:9).


Si uno observa el mundo actual, tanto Oriente como Occidente, encontrará innumerables personas que han memorizado el Corán, a tal punto que si alguien quisiera cambiar una sola letra de él, un muchacho joven, un ama de casa o una mujer anciana podrían corregirlo y señalar dónde está el error o la adulteración. Esto sin mencionar los sabios que lo han memorizado y comprendido sus más profundos significados. [...]

UNIVERSALIDAD DEL MENSAJE DEL ISLAM

El Corán afirma de forma indudable, ser guía para la humanidad entera.

Todo el Corán se dirige a la humanidad entera y si se refiere a elementos locales, autóctonos o propios de los habitantes de la Península Arábiga es porque allí en ese entorno, en su contexto y en la coyuntura histórica en que el Profeta (ByP) debía comenzar su prédica, era obviamente necesario para formar el primer embrión o la primera cédula comunitaria de Musulmanes que, al transformarse, transformaría su mentalidad y comunidad, y como Musulmanes iban a llevar el Mensaje a sus hermanos humanos sin discriminación de color, nacionalidad, fronteras, etc.

Es evidente que el hecho de que el Corán denuncie credos blasfemos y condene estigmatizando las costumbres pervertidas de una comunidad determinada, y presente argumentos apoyándose en el material o recursos del entorno de los árabes no puede ser, en absoluto, una circunstancia que justifique la pretensión de los que alegan que se trata de una prédica local.

No hay credo, filosofía, forma de vida ni religión que exponga desde el principio hasta el fin su doctrina sin referirse a las circunstancias y ejemplos concretos susceptibles de mover las almas de los que reciben el Mensaje. [...]

Si uno desea conocer la solución coránica de un cierto problema humano, debería en primer lugar hacer un estudio de la literatura referente al tema tanto antigua como moderna, y escribir sus temas básicos. También debería hacer uso de la investigación hecha hasta el momento sobre el problema y señalar sus puntos de interés. Después se debería estudiar el Corán con vistas a encontrar las respuestas a esos temas. Por mi propia experiencia personal puedo decir que cuando uno estudia el Corán con el objetivo de investigar cualquier problema, encuentra respuestas para ello incluso en aquellos versículos que uno había pasado por alto sin haber imaginado nunca que estuvieran allí. [...]

LA INTERPRETACIÓN DEL CORÁN

[...] Si bien es cierto que el Corán condena severamente a aquellos que tergiversan la palabra de Dios, de ninguna manera se opone a la sana diferencia de opinión en la interpretación de sus mandatos, siempre que:

  1. Haya acuerdo en lo que se refiere a los principios esenciales del Islam, a pesar de sus opiniones divergentes, y
  2. Que permanezcan unidos en el seno de la creencia y de la comunidad Musulmana.
El Corán desaprueba toda divergencia que lleve o implique el endiosamiento o envanecimiento o perversión, o que pueda llevar a enfrentamientos y a sectarismos, provocando cismas o generando sectas.

Si bien hubo, desde el comienzo del Islam, divergencias entre los eruditos que interpretaban los principios de la fe, inclusive entre los compañeros del Profeta (ByP) y sus seguidores que no concordaban de manera unánime con respecto a los mandatos y prohibiciones, no sólo entre los intérpretes de los últimos tiempos; debemos observar que esa discrepancia proveniente de una crítica e interpretación sana y objetiva, es saludable y esencial para el próspero, y fuente de sabiduría y de vida de una comunidad inteligente y pensante.

Hacemos hincapié poniendo en relieve que el tipo de divergencia condenado en el Islam es el que destruye la comunidad que la nutre, desvirtuando y desintegrando sus valores y, por ende, la sociedad Musulmana. Esa divergencia es como un elemento patógeno, no es síntoma de salud sino de enfermedad.

Estas dos clases de divergencias de interpretación pueden ser ilustradas más extensamente por lo siguiente:

Supongamos que dos eruditos, que están de acuerdo en principio en que solamente Dios y Su Mensajero merecen obediencia y que el Corán y la Sunna auténtica del Profeta (ByP) son las únicas fuentes de autoridad que determinan todas las leyes y regulaciones; ellos pueden diferir en los detalles o en la decisión de un caso siempre que ninguno de ellos haga de su decisión un criterio del Islam ni declare que el otro está fuera de la comunidad islámica por el hecho de discrepar de su opinión. Pueden presentar sus propios argumentos en defensa de su opinión ante el tribunal, si se trata de un asunto judicial, o ante el consejo de la comunidad, si es de su incumbencia. Entonces, una de las dos opiniones diferentes prevalece, o ambas serán admitidas. Pero debiera observarse especialmente que NO SE PUEDE PERMITIR ninguna diferencia en los principios fundamentales del Islam, ni en consideraciones, principios o normas que puedan provocar la formación de una nueva comunidad (como ocurrió con el Chiísmo). Por ejemplo, será erróneo que un erudito o un jurista o un gobernador, elabore una opinión acerca de algún asunto (que Dios y Su Mensajero no consideren básico) y declare que es un principio fundamental del Islam (como las sectas Chías al declarar el Imanato como “principio fundamental” del Islam), y entonces denuncien a todos aquellos que difieren de él como extraviados (como, en efecto, hacen los Chías al declarar fuera del Islam a quienes no aceptan la “infalibilidad” de sus Imanes), y entonces, basándose en este, procediera a formar una nueva comunidad “musulmana” con sus propios seguidores y proclamara: “Esta es la verdadera comunidad musulmana”, y todos los que están fuera de ella están destinados al fuego del infierno (declaraciones que pueden verse en varios documentos doctrinales de sectas Chías y otras sectas como las coranitas). Por lo tanto, si eres musulmán, ven a unirte a ella, pues si no lo haces, no eres musulmán. Este es el tipo de diferencia de opinión que el Corán condena. [Véase El Chiismo no es Islam, http://mensajesenlaruta.blogspot.com/2009/11/el-chiismo-no-es-islam.html].

En cuanto al primer tipo de discrepancia, ocurrieron varios ejemplos durante el tiempo del Profeta (ByP). El Enviado de Dios (ByP) no sólo las permitió, sino que habló bien de ellas, aprobando esas manifestaciones como algo saludable que la gente inteligente de la comunidad estaba pensando e investigando (de este tipo de discrepancia sana surgieron las cuatro escuelas de jurisprudencia del Islam: Malikí, Jambalí, Janafí y Chafí, todas ellas correctas y todas ellas dentro de Ajlul Sunna).

SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DEL CORÁN

[...] Personas animada por las más diversas metas y propósitos tratan de informarse o de aprender a través del Corán la esencia del Islam. No es posible, por lo tanto, ofrecer una guía general que satisfaga a todos los propósitos. De todas maneras, a los que quieren comprenderlo y penetrarse en su Mensaje para la solución de los problemas humanos, ofrecemos algunas pautas que pueden ayudar a satisfacer sus necesidades y a soslayar sus dificultades.

Es requisito esencial para el cabal conocimiento del Corán, considerarlo con una mente libre de ideas preconcebidas, objetiva e imparcial. Una mente lúcida libre de perjuicios puede, animada de una sincera voluntad de conocimiento, comprender el Mensaje contenido en el Corán.

Una lectura superficial sólo puede dar una idea incierta, superficial y errónea. El auténtico conocimiento exige una atención sostenida, consideraciones repetidas, consecuentes análisis y una meditación profunda y detenida. Sólo así se puede llegar a abarcar los insondables tesoros del Corán. [...]

Y cada interrogante, pacientemente se afanará en hallar la respuesta en sucesivas lecturas hechas con el afán de comprender el Corán.

Poco a poco, de lo general a lo detallado, el espíritu irá descubriendo el Islam y desentrañándolo. Sólo así podrá saber distinguir el bien del mal, lo permitido y lo prohibido, lo recomendado y lo reprobado, para la perfección del hombre y para su salvación y su bienaventuranza eternas.

El Corán es una guía de lo alto, cuyo fin último es la perfección del ser humano, para que gane la Bienaventuranza en el más allá. El Corán fue revelado al Profeta (ByP) para exhortar a las gentes a la acción constructiva, dentro del marco de las normas de Dios para organizarse dentro de un Orden cuyas normas provienen del Creador del Universo. [...]

Para experimentar y comprender lo que sucedió durante la Revelación del Corán, para evaluar la singular trascendencia de los hechos que marcaron ese acontecer, es obvio que no se pude aprender esa realidad con un mero recitado de sus capítulos (suras) y versículos (aleyas).

Para ello, son necesarias la aceptación y la actuación, es decir, vivir según las normas del Islam. Es preciso ser una conciencia despierta, activa y vigilante. Sólo así, el creyente podrá meditar y sentir lo que aconteció en Meca, Taif, Jabach..., y pasará por el fuego que representó Bader, Ujod, Junain, Tabuk, etc. [...] De este modo, el Corán nos ofrecerá la posibilidad de penetrar su espíritu aún cuando no podamos desentrañar todo el significado de su léxico. La misma fórmula se aplica a sus mandatos, prescripciones, enseñanzas morales y referentes a la economía, cultura, y todas las normas referentes a la vida humana, y como es evidente, todo este caudal de sabiduría y experiencias no pueden ser aprendidos si no se ponen en práctica. Por ello, es obvio que los individuos y las comunidades humanas que desechan la norma de vida islámica, no pueden comprender su significado ni penetrarse en su espíritu. [...]

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